Cama redonda.

Abre su mano y aparece la moneda que le dio ella antes de marcharse. Esta ahí brillando en su mano abandonada y llena de tanta penumbra que esa maldita lamparita de noche que tantas veces ha tirado contra la pared pronunciando su nombre no la logra iluminar. Parece tan lastimada como su alma. Pero ahora sólo importa la moneda y el recuerdo de las últimas palabras pronunciadas de la boca de su amada.

Toma esto y cuando te aclares me avisas.

No se había aclarado nada desde entonces, pero si había navegado por todas las noches acompañado del alcohol y la soledad. Misma dosis de ambas el equilibrio perfecto… sonreía, sentado en mitad de su cama.

Piensa en ella, en toda la historia durante tantos años y en todos los errores. Escarba entre las desilusiones y los buenos momentos. La moneda gira dentro de su mano cerrada. Elucubra sobre el resultado incierto, como aquel que trabaja con el gato de Schrödinger.

Nota la cara del metal sobre su palma y recuerda como saltaba de esa misma cama como una pantera saliendo entre el entresijo que formaban sus sabanas de seda mientras ella dormía… andando de puntillas para no despertarla dando la alarma de su huida y que su cariñosa rubia montase en cólera con lo terrible que era. Experimenta las cosquillas en el estomago debidas a la adrenalina conteniendo su respiración, escucha el pomo de la puerta al abrirla y el rechinar de las bisagras, arrepintiéndose en silencio por no engrasarlas nunca… Disfruta del aire fresco de la calle en su cara en plena madrugada y con su olfato otea en el ambiente en busca de la siguiente fiesta.

Aunque se arrepiente por lo perdido y borra su sonrisa y con ello el recuerdo porque esa es su triste cruz personal… no quedarse quieto con ella, intentar descansar a pesar de que nunca fuera capaz de dormir… siempre con sus pesadillas y a ella entrando de un sueño a otro, por puertas que fabricaba a su paso. Una existencia viva desde aquel día que rompió su realidad, saliendo de su cama para no volver nunca… Recuerda sus gritos y nota los cortes de las palabras afiladas que lanzaba tan hábilmente, clavándose profundo en el orgullo. Esquiva los discos de vinilo y una de las botas que casi le deja sin cabeza.

El portazo de la puerta resuena como lo hizo aquel ocaso en que hasta tembló el edificio entero… sus voces se seguían escuchando por las escaleras dos pisos mas abajo, su ausencia era palpable hasta ese mismo instante.

La moneda seguía en su mano… ocultando su duda, la seguía queriendo a pesar de que todo lo bueno podía eclipsarse con lo malo y viceversa… Maldice la suerte de que ambas esferas tengan el mismo tamaño, porque no importa nada la manera que las mires ni la distancia… la que quieras ver primero, la otra quedara inevitablemente oculta detrás.

Tira la moneda y se escucha el metal pegar con el suelo en la total oscuridad y rodar… desaparecer de lo que queda a los pies de la cama… sus dudas quedan colgadas de la incertidumbre antes de que se encienda la luz del pasillo y la puerta se abra.

Aparece la silueta de una mujer escultural… la de ella a contraluz en la entrada, se quita la gabardina y boquiabierto ve todo lo que te se estaba perdiendo desde la gran pelea, parece un sueño pero es cierto y su fantasía se empieza a desnudar lentamente mientras que entre tus nervios y dudas sale la pregunta mas estúpida que pegaba con el momento.

¿Cómo quedo la moneda?

Ella se retira un mechón de pelo a la vez que su vestido cae acariciando sus caderas para permanecer arrugado rodeando sus zapatos. Deliciosa ella con su sensual conjunto en negro. Mira el suelo y dice: De pie junto al marco de la puerta.

No… me refiero a la moneda.

Se ríe y dice: Si así ha quedado… de canto apoyada, no hay ninguna cara… es empate.

Su sonrisa me subleva las pocas ganas que tenia de salir corriendo y dejarla tirada en busca de nada que pudiera parecérsele. Me mira y el sujetador cae al suelo… su hermoso pecho queda a la vista entre sombras… Me pregunta si aún la quiero

Y yo mudo le digo que entre.