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viernes, 29 de enero de 2010

Taconeo al compás

Introduzco una moneda en la maquina de la fama y su indicador me muestra que aun no ha llegado mi momento. Propino un puntapié al maldito cacharro y paso mi mano entre mi pelo buscando un toque de compostura.

Miro la piel brillante de mis preciosas botas relucientes. Les dedico una amplia sonrisa de satisfacción y ellas me llevan a dar una vuelta por el mundo, caminan felices sin pensar donde acabaran, viven el momento porque es la única religión de la ropa así que gastan su instante sublime amartillando cada paso dado para dejar efímera constancia de un ser y estar trasladados en el tiempo.

Una gota de agua hoy puede que no sea igual mañana… de la misma forma que no existe la exclusividad sino otra manera de contemplación. Asigno un destino a cada lado de la moneda con la palabra respaldando la caída y el resultado es ejecutado con la justicia ciega del juglar del azar haciendo malabares con monedas de oro.

Completa un giro y añade una moneda más a una serpiente dorada que juega a pretender morderse la cola. Por desgracia el chico añade otra cada vuelta de la cabeza para así poner espacio entre ella y su meta del destino. Le interrumpo para decirle que la bola roja esta en el cubilete de la izquierda y un par de monedas terminan lanzadas dentro del bolsillo de mi pantalón.

Ríe como una hiena antes de desaparecer envuelto en un humo misterioso que se disuelve como el azufre entre las grietas. El mundo le traga a su suerte y todo vuelve a la normalidad de una aglomeración disolviéndose por las venas congestionadas de la ciudad.

El paciente se cura de una peligrosa embolia que se cocía escondida de la atención de las autoridades. Recupera taimadamente el control sobre sus temblorosas piernas. Ayer juraría que ese hombre podría haber corrido una maratón y ahora parece que corre hacia su propio cementerio.

Las cartas caen sobre la mesas y las monedas cambian de manos. La avaricia ciega con un pañuelo de seda la mirada de todos aquellos incautos que creen saberlo todo sin tener idea de nada. Creen y piensan. Piensan y creen… y en medio de toda esa frenética actividad cerebral se pierden un abanico entero de posibilidades que voy arrancándole una a una como pétalos a una margarita.

Cae una lagrima por una mejilla que no me pertenece y dedico una sonrisa a esa niña triste que viste por sorpresa una expresión que la maquilla hasta convertirla en una feliz risueña. Cualquier problema se soluciona con un trozo de chocolate cuando no se tiene la suficiente edad de haber cambiado los dientes de leche.

Escucho mi canción sonando en la radio mientras mis dedos frenéticos tocan nota a nota una guitarra hecha a base de aire y acariciando sus cuerdas con mis dedos desato huracanes con Anónimo como único remitente. Me deshago de todos mis lastres antes de aparecer de nuevo en la amplia familia de los famosos sin rostro ni nombre.

Soy uno mas naufragando entre tanta gente que intentan ayudar alguien sin antes prestar atención al que reposa a su lado. Todos dicen poder ver, la realidad en cambio es lo contrario.

Brillan las botas de nuevo antes de marcar mi suerte con un trío de coquetas damas que ocasiona que la banca arrastre todos los dividendos a la parte de mesa que me pertenece. Intento no pensar en el futuro pero es inevitable dejar escapar ideas para soslayar de esa manera la sobresaturación de la central

Se que no hay nada mejor que sentir a la suerte acompañándote como una manta acogedora de placer y comodidad. Me rodea por completo y me sumerge en un balsámico baño de especies de una agradable combinación de esencias.

Apuesto todas mis fichas en una exclusiva mano arriesgada sin levantar si quiera alguna de mis cartas. Se frota las manos el tiempo y yo le muestro lentamente la jugada. Su cara se transforma conforme todo sale a la luz y cuando ya no queda nada.

Brillo como una estrella marcando con fuego la leyenda de mis pasos. Tarareo mi canción entre los dientes como cuando se atravesó con ello en el pasado. Mastico palabra a palabra tantas veces como sean necesarias para que por fin suceda.


La fama llega en sigilo en fila india por el pasillo de casa. Se instala como el frío de las mañanas de invierno a pesar del mal tiempo quedando así como testigo de las inclemencias meteorológicas.

Una chica me pide un autógrafo y a cambio yo le regalo dos. Conservo la progresión aritmética como oro en paño y doy lustre una a una a mis moneda. Me deseo suerte reflejado en dólar por la cara de su amable del pasado señorial de América.

Mantengo intactas las esperanzas y las introduzco en formol en previsión de que así duren más. Me ajusto la mascara en el rostro tirando de uno de los extremos de la goma hasta que yo me fundo disimuladamente con un personaje de tinta que viste mi propio cuerpo.

Soy una estrella y ruego por que nunca me falte el oxigeno para así no enfriar mi combustión. Cruzo los dedos y lanzo los dados. El siete vuelve a mí como casi todos los días y sus noches. Porque sinceramente solo hay que querer para poder vivir.
.
No me importa aun no ser una estrella, porque todo llega cuando así lo merece. Todas las noches ruego por no sobresalir entre el resto de la gente. Pero algo siempre termina por señalarme con su dedo índice y pedirme que me acerque. No es que sea especial… sino que al menos parece que estoy atento.

martes, 19 de enero de 2010

Equilibrios sobre una aguja perdida.


Todo esta sencillamente escrito antes de que nada ocurriese. Tenían que suceder unos cuantos pasos de una determinada forma y con una secuencia apropiada. Pero una vez lo realizabas. El resultado parecía tomar forma delante de los propios ojos. Solamente una persona se dio cuenta de las cosas simples y mecánicas. Nadie se paraba a observar esas minucias hasta que llego él y desbarató todas las teorías que reinaban sobre el caos.

Su cabeza funcionaba de manera distinta a las demás. No es que fuese único. Realmente era como el resto, pero dentro de su cerebro él reconocía los cambios que a cualquiera se le hubiese pasado por encima. Los percibía, asimilaba y después de procesarlos… sabía a continuación el paso que se obtendría por adelantado. Era irónico pero la persona quizás más brillante del mundo en verdad era un inseguro que andaba probando constantemente sus propias disertaciones.

Así que nunca tenía tiempo de asegurar algo plenamente. Se excusaba con una eterna coletilla que añadía como colofón de todas sus conversaciones. Para saberlo ciertamente deberé seguir estudiándolo. Por lo que obtenemos que su vida se redujera básicamente en buscar la afirmación a sus pensamientos mediante la experimentación.

Pasaron los años y después de cada evolución siempre llegaba a la misma conclusión… Hace falta seguir con más pruebas… Y puede que una persona perfeccionista hubiese podido comprenderle. Pero de todos es sabido que las empresas privadas terminan deshaciéndose de la locura improductiva. El buen doctor había perdido la cabeza en sus propias investigaciones y ahora a pesar de ser un incalculable científico en sus múltiples conferencias y exposiciones. Se habían cansado de él.

El doctor ni siquiera se extraño cuando la directiva le propuso la forma de indemnizarle en su despido sin causas aparentes. Amablemente firmo sus papeles y se fue despidiéndose de los presentes con reverencias como si realmente se sintiese orgulloso de haber compartido su vida con ellos. Todos reafirmaron sus dudas sobre la cordura haciendo caso omiso.

No recogió nada de sus informes, ni de su mesa. Cogió el cuantioso cheque de su indemnización y salió por la puerta del edificio principal con una sonrisa enorme y agitando su mano en modo de silencioso adiós. Porque él ya estaba en otra parte…

Prosiguió con su trabajo en casa alegrándose enormemente que no tuviese que desplazarse a la oficina ni al laboratorio donde tantos años había malgastado. Ahora en su casa de su infancia era feliz caminando con la bata desabrochada y sus zapatillas forradas de oveja. Había sustituido el café por unas interminables jarras repletas de te de distintos países y en los tiempos muertos de las muestras aprendió a hacer deliciosos bollitos de pan.

Y al final… todo sucedió como el suponía que pasaría. Obtuvo sus datos… y grito Eureka a los cuatro vientos. Corrió por la calle en mitad de la madrugada con su papel agarrado y la bata abierta hasta que se dio cuenta que iba enseñándolo todo y decidió rápidamente volver a celebrarlo a puerta cerrada. Había perdido el trabajo y unas cuantas esposas… una vida malgastada en pro de su ciencia y muchísimas mas cosas que tardaría una eternidad en relatar. Pero a cambio de todo ello había encontrado su propio espacio y tiempo alejado de las personas. Y la verdad es que los bollitos le sabían a gloria.

De esta manera tan ridícula por fin había encontrado la excepción a una de las leyes de Murphy que tantos problemas le había dado. Y con ella una llave para poder abrir el resto de teoremas sobre la Problemática.

El caos de su cabeza se colocó prestamente en sus posiciones originales y en su cara se formó la más deliciosa de todas las sonrisas que hubiesen podido florecer en aquel día en cualquier lugar del mundo entero. El universo había tomado forma y ahora todo le resultaba familiar… conocía hasta la más mínima historia a cada objeto vinculado. Se sentía dios montado sobre un taburete, incluso hubiese jurado que podía volar, pero dejo la prueba para otro momento.

Salió de la casa de sus padres y entro en el patio trasero como alma que lleva el demonio. Arrasó con el armario de las herramientas hasta encontrar una pequeña pala de macetas que su madre había utilizado en las plantas del jardín durante toda su vida y fue en mitad del patio trasero y la clavó con tanta fuerza que la tierra se hubiese muerto de estar más viva. Siguió con esa mecánica precisión acuchillándola frenéticamente hasta que la madera sonó debajo del oxidado metal.

Con gran cuidado y esmero saco una caja de madera y de esta una más pequeña de metal. Abrió la tapita mordiéndose la lengua y saboreando para si el momento y cayó de espaldas sobre el césped mojado. Extendió sus manos como si quisiera coger las nubes del cielo para después dejarlas precipitarse desplomadas. Dejó escapar una sonrisa al cielo porque al fin había logrado recordar donde olvido enterrada la llave de su diario. Aquel sagrado lugar donde escondía escrito en secreto el significado que contenía su cabeza.

Cerró los ojos y regresó a su infancia. En el patio estaban sus padres comiendo una barbacoa de todas las carnes que pudieran soñarse. Se pasó por la cocina y saco al exterior los deliciosos panecillos que su madre elaboraba sin no antes besarle con todas las ganas sus mejillas llenas de harina. Acto seguido le llevó ese tesoro a su padre para saltar a sus brazos.
Les dijo adiós calidamente para conservar en su memoria su despedida. Al día siguiente morirían y ni siquiera tuvo tiempo a decirles lo mucho que significaban para él… esa noche fue el mejor hijo que ninguna familia hubiese deseado tener. Todo porque al final las cosas que suceden tienen una causalidad. Se levantó del suelo y se sintió aliviado, porque después de tanto tiempo había logrado por fin tener un nuevo golpe de suerte.

sábado, 16 de enero de 2010

Titanic

Se hunden mis pesadillas atadas a todos los lastres que llevaba encima en aquel momento. El agua exigía mi cabeza y yo iba entregándole mis restos a modo de fascículos. Cuando recibió el último en el fondo de su seno, yo ya flotaba libre luchando contra los remolinos de sus olas onduladas. No era mi momento… y aproveche las circunstancias apropiadas para librarme de lo que llenaba mis bolsillos sin aportarle significado alguno.

Chasqueo mis dedos sobre la superficie de espuma y caigo en mitad de un desierto abrasador. No reconozco su nombre así que me consuelo con escuchar los susurros calidos del aire secando mi ser con su lengua áspera y granulada. En pocos minutos sigo sin saber mi paradero pero la sal ha terminado por cristalizar sobre mi piel y ahora soy el chico mas salado de aquel lugar.

Sonrío mientras mi segunda piel va agrietándose y desprendiéndose molido como un fino polvo plateado. Miro el humo que comienzan a desprender mis pies y tras un rápido barrido sin encontrar ninguna sombra decido sacar unas tijeras del sobrero de copa y darle un tajo al hilo que mantiene al sol sobre nuestras cabezas.

Uso el cielo como escudo y hago que se escurra sobre la atmósfera hasta caer con sonido metálico por la línea del horizonte. El frió entra en escena a continuación a pesar de que cielo no ha terminado apagarse de las ultimas llamaradas que pintan el oeste de anaranjado. Un rastro de sangre se pinta en el ocaso y de una pasada suave corta de lado a lado el ancho de mis muñecas.

El río de vida se escurre en un suspiro desapareciendo a borbotones entre los agujeros de la arena. Siento la fusión con el suelo mientras unas arenas movedizas oxidadas van engulléndome lentamente. Intento chasquear los dedos pero las rajas son tan profundas que han acabado con los tendones y mis dedos caen muertos a los lados. Al menos parecen unas regaderas exquisitas salpicando mi historia de forma dispersada. Los índices siguen siendo más rápidos y un chorro fino y constante va creando un lodazal emulsionado un cinabrio que se vuelve mercurio.

Cierro los ojos y deseo volver al océano… segundos después aparezco desplomándome como un bulto sin vida que va escribiendo con su sangre un cuento en su descenso. Los infiernos se dibujan con lo que queda de ella abriendo sus círculos para robarme las ultimas burbujas. Ni siquiera evito dirigirme a ellos. Disfruto del momento de desaparecer en silencio.

La luz se apaga al fondo del túnel cansada de esperar mi respuesta. El averno se abre como una rosa de rubí brillante. Sus pétalos afilados pretenden despedazarme entre sus caricias antes de llegar a las espinas. Paso de ese alivio y me concentro en el final. Saboreo el sabor de la muerte entre los labios y con mi lengua apago tan dulce instante. Las cadenas surgen con sus anclas para condenarme al calvario de la eterna caída sin final.

Digo no… y despierto de mi tormento.

Extraigo una vida nueva de su envoltorio de plástico y la estallo contra mi pecho hasta que los círculos se pierden la distancia a modo de punto y final… todo llega aunque no es el momento. La tortura de la vida se maneja extremadamente fácil caminando como un gato. Escojo otro cuerpo y otra cara y deshecho mi antiguo yo atándolo a un trozo de hormigón para después lanzarlo en el medio del Retiro a cambio de una oportunidad a estrenar. Dejo que el pasado alimente mi futuro mientras en parte devuelvo al agua lo que le arrebate entre sus sueños.
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