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miércoles, 21 de diciembre de 2011

A mi tío Nano.

Dicen que no somos nadie, pero tú te vas llamándote Ayala y yo me quedo orgulloso de pertenecer a tu sangre, deambular por parte de tu camino y poderme sentar en la mesa contigo. El último Leal con su porte característico abandona el escenario, Buda esta asustado acurrucado en un rincón a oscuras porque tu legendaria barriga de acero le hará sombra. Sube un sol para convertirse en estrella del oscuro firmamento.

Puede que no fuese mi padre, pero me entreno en la vida como si lo fuera… La caña en su caso no era un instrumento para servir vino, y aunque tal objeto fuese un cordial amigo de verano, esa definición vine clavada a una persona tan llena de energía que era como un manantial que lo regaba todo. A su lado te llenabas de vida… era alguien que se quedaba hasta el final y cuando ya no podías más, él te daba los ánimos que necesitabas para terminar lo que hubieses empezado.

Y a pesar que tuviese el cuerpo zurcido con espinas de rosal, aun podía tumbar a un ejército, a un elefante, incluso a una montaña. Así de grande era mi tío, y se va en capicúa para que nadie se olvide de brindar por el en estas fechas. Me quedo tu ejemplo, tu vida, tu historia.

Nunca olvidare lo que se siente en una pista, ni lanzando mis problemas lo más lejos que se pudiera… Cuando se apague el día se ira algo de alegría junto a esos rizos que desde años rebosaban la sabiduría que da el pelo blanco. Todo lo bueno viene y se va, tu leyenda queda escrita con sudor sobre los campos de castilla. Un competidor que sube al podium para levantar el trofeo más importante que nadie ha recibido en la vida. Ser el mejor en el deporte de amar, luchar, vivir y reír.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Con fusión y sin fisión


Encuentra la paz interior y sácala escuchándola atentamente, olvídate de todo lo ocurrido mientras sigues limpiando tu presente del polvo reposado desde hace años atrás dibujando infinitos con la fregona… respira soltando a bocanadas el pasado aferrado a tus pesadillas escondidas en los agujeros del cerebro. Lava cada pliegue sin pereza, continúa con las curvas visibles sin dejarte tampoco los recodos escondidos…

Por supuesto recuerda también hacerlo con cada espiral de tu inconsciencia, siendo conciente de extraer la coherencia suficiente para volver a encontrar el silencio de la calma allí donde no te acordaste de buscar por ir con prisas. Ve a lugar donde sólo huele a paciencia y no hay más distracción que la simple respiración de tu reflejo en las cuatro direcciones de un cubo… después prueba a evadirte de tu cuerpo e intentarlo con las ocho de un mundo que gira mucho más rápido de tu propio movimiento real.

Cuando enfrentes al sentido del reloj con el flujo que va hacia atrás en el tiempo y todo se funda en un punto en el que coinciden al instante para volverse a encontrar en el futuro que retrocede directo al presente. Entonces el niño hechizado empezará a respirar otra vez… y puede que la quimera ruja en el dolor del veneno de su muerte y volviéndose ceniza que se desploma descuidadamente como los recuerdos de un edificio abrasado.

El aire hará el resto… llevándose todo lo yermo e inerte, ocultándolo debajo de la alfombra del mundo para que a la siguiente vuelta sacar por el lado opuesto un cuadro lleno de una verde primavera veraniega de los ojos de un holandés errante que vuela hasta el cielo para que al anochecer retorne en forma de lluvia de copos de nieve que torne el suelo de blanco.

Y seguir así… fundiéndose con el universo en su punto medio y a continuación salir disparado en direcciones opuestas y acabar como empezaste con la felicidad de un niño que descubre por primera vez lo sencillo de un interruptor que controla el cielo de su habitación.

Luz… oscuridad… día… noche… todo… nada… veo… ya no tanto… estoy despierto…  ahora sueño.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Continuará.


Masca la tensión como si fuera cemento que entre sus dientes vuelve granos de arena. Rechina y sigue moviendo su mandíbula, rumiando cual vaca terca que se empeña en alimentarse del simple aire. No tiene miedo… ni siquiera ante el corredor de la muerte, del que nadie nunca vuelve. Ni siquiera tiembla, tan solo mastica y deja volar su imaginación. El resto del mundo se tapa los oídos porque la fricción del marfil les repugna, él en cambio sonríe abiertamente para que el sonido lo envuelva todo como una atmósfera sellada.

Falta un día, uno exclusivamente, con sus pesadas horas, sus desquiciados minutos y sus fugaces segundos… sabe donde esta el fin, donde se acaba el camino y se convierte en infierno. Roza su espalda con las yemas de los dedos buscando algo que aun no tiene, allí donde los ángeles las llevan. No es el momento adecuado, pero tiene curiosidad por lo que se esconde detrás de la puerta de no pasar. Sus cuentas están en paz y a pesar de haber gastado un año en el intento, sabe que a la próxima estará preparado.

Aun le faltan demasiadas piezas para estar completo. Para ser lo que necesita, pero el tiempo se le ha pasado volando y únicamente tiene la mitad de las cosas completadas. La gente dice que los años marchan lentos y en fila, él en cambio nunca supo controlar el transcurso del tiempo, para lo que unos es un río en su caso se convierte en sucesión de cataratas. A veces fluye tranquilo, el resto no.

Sigue sin arrepentirse y aunque ya sabe su condena, se siente feliz… absurdamente contento porque ahora sabe más que cuando empezó todo esto. Cierra un ciclo, como aquel que clausura un cuento. Satisfecho de si mismo a pesar de que tras la puerta no haya nada que su propia sentencia. En el fondo de todo ha pasado unas magnificas vacaciones del mundo y la circunstancia del patíbulo, no es más que una consecuencia de todo lo vivido.

La moneda gira en el aire y el intentará hacerlo francamente bien, independientemente de lo que aguarde, esta orgulloso de su viaje, tarde o temprano los deseos se cumplen y a su vez conoce el principio de la energía. Quizás a la siguiente consiga la cantidad suficiente para realizar la alquimia y que el resultado sea lo que se busca. Todavía le quedan suficientes años para intentarlo de nuevo. Toca comenzar desde cero.

Subir trepando desde el infierno al cielo, esta vez… todo será mas sencillo, ha estado construyendo un nuevo cuerpo, siguiendo al pie de la letra el código técnico… pero no ha terminado su proyecto a tiempo. La próxima vez… ni siquiera necesitará la moneda, sólo un par de alas.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Descansa en paz Tritus.


Te fuiste sin decir adiós por la puerta de atrás del teatro, sin aplausos ni ojos curiosos que mirasen como te marchabas. Como en toda tu vida, escogiste lo que te vino en gana, incluso al final fue tu elección la que llevaste a cabo con la voluntad del que va a un cementerio de elefantes a estirar la pata. Aun te quedaban al menos quince años por delante.

Pero a ti te la pelaba quedar bien hasta con el tiempo. Te fuiste porque siempre elegiste lo que mejor pegase con tus manchas. Dejas dos bonitas esposas y un reino desierto de la majestuosidad que brindaban tus pasos y tu personalidad escondida entre las sombras. Ya no puedo hacer nada por ti, para variar llego tarde a eso de rescatarte.

Lamento que una vida en cautiverio no fuera contigo, lo lamento de veras, porque desde el primer momento en que te vi, desee salvarte y de alguna manera lo hemos logrado aunque sean dos formas distintas de ver la moneda. Espero que al menos te gustase la estancia, pues mientras habitaste aquí… fuiste el rey de la casa.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Lo que el ojo no alcanza a ver.



Mi futuro es tan incierto como cabria de esperar de lo que se esconde al final de un largo pasillo desconocido a oscuras. Allí, puede haber cualquier cosa, pero desde el inicio ya vas rozando la pared con las yemas de los dedos en mitad de la penumbra.

Y es curioso, porque no ve lo mismo un tuerto, que un ciego… ni siquiera lo que ve alguien normal. Podría decirse que los ojos son el sentido cuyo uso provoca más engaños en el asunto de la percepción, aunque en el caso anterior, nada depende de la visión, si no de la simple interpretación que de ello haga el cerebro.

Aunque sin duda lo raro de todo esto. No es tener a un ciego, a un tuerto y a un tipo normal caminando por un pasillo con la luz apagada. Eso sería hasta normal, lo extraordinario es que un insomne necesite tomar café para estudiar por la noche.


En verdad todo esto no es por esa infusión ni por el hecho que me haya pasado los últimos años hablando con las estrellas por la noche ya que la luna va y viene a su voluntad. Lo extraño de este asunto es que las viejas costumbres (cualquiera que sea la precisa en este instante) tienden a dejar más huella en uno mismo, de lo que se llegaría a pensar.

El secreto de las rayas.


Al igual que un soldado en el preludio de una guerra, espero agazapado en mi trinchera… lleno de energía, de paciencia y con la esperanza de que cuando todo termine siga estando entero, o en su defecto haya perdido la menor cantidad de trozos posibles.

Aguardo a ver como caen los días como las hojas rojizas que aun pueblan los árboles más retrasados, veo precipitarse el tiempo en silencio como una lluvia pausada que sin truenos ni rayos, se posa taimada como una ducha fría para los sentidos. A lo lejos el horizonte parece alzarse en llamas, pero estoy demasiado lejos para cualquier acción y me han prohibido abandonar mi posición hasta que me llamen explícitamente.

Así que juego con mi cerebro como si fuese un fusil de asalto, abro mi cabeza y saco todo, lo desmonto pieza a pieza y las limpio minuciosamente para después volver a colocarlo todo como estaba sin la ayuda de los ojos. Después de un mes ya lo consigo por inercia. Aunque no se si valdrá de algo cuando empiece el combate.

A pesar de mi situación actual no tengo miedo, la verdad es que nunca he sabido arrepentirme por mi mala cabeza, gasto mis días bajo mi propio mando, porque ningún general blindado de estrellas ha sabido usar nunca unos zapatos tan incómodos como los míos, me miran y me preguntan como puedo si quiera hacer lo que hago.

Ni les miro, solo les ofrezco una sonrisa y comento… cuesta una vida domarlos.

Les doy la espalda y me vuelvo a mi puesto a masticar tierra mientras el enemigo se reúne enfrente como una ferviente legión romana apiñada. El final cada jornada esta más cerca y yo sigo rezumando paz y sosiego, como quien cuida un huerto. Cada mañana le doy una vuelta y recojo lo que esta en su punto. El resto no es más que conocer que la naturaleza sigue su curso.

Cuando llegue el día, y el temor se vuelva niebla entre el enemigo, yo caminare entre ellos cual incipiente bruma sin que se den cuenta, llevo tanto tiempo escondido entre el fango, que he acabado por robarle el mimetismo a todos los animales que he capturado. Soy como el viento helado. Una sensación en la nuca que pasa quizás demasiado rápido… efímero como los recuerdos opacos.

Un hombre escondido entre la paja del mundo… igual que una aguja, esperando a la menor oportunidad de causar el mayor daño posible y después desaparecer como un desconocido al que no guardar rencor ya que nunca formado parte de la memoria.
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