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miércoles, 27 de abril de 2011

La chupa nieves

Todo sucede por alguna razón, decía el loco enajenado al esquizofrénico más calmado. Aunque de cierta manera, se trataba del enfermo más medicado y tratado. Había sufrido tantas crisis, que ese maldito hospital abandonado se había convertido en su primera residencia.

Su caso estaba más que justificado. Había conseguido reunir por encima de un centenar de personas que no existían en el mismo cuarto, cuando desgraciadamente fue descubierto por el decano de la facultad una noche de madrugada en la sala donde se hacían las presentaciones. No es que tuviese sospechas de nada… ese hombre era el tipo más normal y corriente de toda la escuela, algunos incluso presuponían que era una especie de genio en la lógica de las matemáticas.

Pero esa misma noche el decano había asistido a una de las furtivas citas que mantenía en privado con su secretaria en el despacho, sin que su mujer se preocupara de ello, a pesar de esto, lo importante no era ese suceso… si no lo que se encontró con ese extraño caso, en el que ese viejo matemático se excusaba de utilizar las instalaciones fuera de hora, porque estaba dando una ponencia sobre un caso practico y revelador.

La incredulidad fue como una jarra de agua helada para el decano, que atónito observaba las gradas vacías mientras que las pizarras estaban repletas de símbolos extraños que iban todos relacionados con flechas hacia la pizarra central del encerado.

Comparado con ese momento… el resto ya estaba hecho, a ese hombre no se le tardo de diagnosticar un grave caso donde sus amistades imaginarias sobrepasaban más de las ciento cincuenta. Y por supuesto… fue retirado de la docencia. Todos se quedaron apenados, aunque a él no le importaba en absoluto, según le habían informado… sería trasladado a otras instalaciones.

A su parecer por fin habían contestado a una de sus múltiples cartas alegando falta de espacio, que por supuesto nunca llegaron a su destino apropiado. Puede que en esa ciudad, por ese entonces alguien respirara aliviado sin que su buzón se llenase de cartas amarillas repletas de datos sin sentido.

La cosa es que según parecía decir el loco… todo sucedía por algún motivo, y puede que fuese cierto. Pero no le importaba demasiado, allí dentro le habían limitado las visitas y por las noches no tenía demasiado espacio. Sus alumnos le habían abandonado, pero el seguía dando sus ponencias… En aquel entonces cada mañana tenía que ir el empleado de la limpieza a borrar las paredes con una esponja.

De alguna forma el viejo se libraba de los amarres que le mantenían atado a la cama y con un trozo de tiza llenaba las paredes amarillas de datos y más datos… A pesar de llevar tanta química encima que un doctor en dicha materia se sentiría un novato, lograba dilucidar unos buenos resultados. Su cabeza estaba a millones de kilómetros de la tierra y su cuerpo iba por otro lado.

A pesar de todo… en aquel entonces había conseguido un importante avance sobre la teoría del caos, aunque tampoco le importaba demasiado que ese conserje tan imbécil le borrase los datos por la mañana temprano.

Ese puto loco tenía razón… Todo ocurría por una causa determinada. En su caso, le habían encerrado allí, por hacer un uso indebido de las aulas a un horario inapropiado. Ahora se había dado cuenta.

Durante años volvió a su terrible costumbre de enviarle cartas por triplicado a la única dirección del ministerio de educación que todavía recordaba. La reacción fue devuelta cuatro años después… y vino en forma de disparos.

La causa… porque un agradable enfermero al mandar el correo comprobó que faltaba la dirección del remitente, e incluyo de su propia buena fe los datos del viejo. Un señor cansado y hastiado de ese maldito correo fue el efecto no deseado. Llegó al hospital y cosió a disparos al anciano en la sala de visitas.

El viejo pensaba que le volverían a readmitir en la plantilla del profesorado dándole la libertad, en cambio el otro señor se la dio de otro modo. Estaba harto de las mariposas y del caos, de sus absurdas peticiones y la locura de sus datos.

Años más tarde le dieron un premio muy importante a pesar de estar muerto, al parecer entre sus montones de hojas que abundaban en su escritorio hallaron un prototipo de bomba de frío calor, cuya eficiencia fue tal… que ayudo a contrarrestar el temido efecto invernadero.

El viejo encontró de alguna forma extraña la manera de extraer el calor del cielo y convertirlo en hielo… Una maquina demasiado perfecta como para usarla industrialmente para su función, pues hubiese producido un excedente en tan poco tiempo tal que hubiese convertido la fábrica en una especie de glaciar ambulante.

En cambio en la antártica… funcionaba a pleno pulmón, Sus alumnos imaginarios le comentaron el en cielo que ahora los pingüinos había logrado aprender a aplaudir para honrar su proyecto. Sus descendientes le cambiaron el nombre para hacerlo más comercial y se forraron con los ingresos que todos los países pagaban de cuota.

Su maquina se llamaba La chupa nieves… ellos la llamaron el invento del siglo.

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