Cuenta la gente que una patada en los huevos duele más que
alguien te rompa el corazón. Quizás el problema radique que le dan más
importancia a la parte recreativa que a la que siente y padece.
Ella me decía que nunca me haría daño, ni jamás me abandonaría.
Pero yo la escuche reírse mientras se alejaba en dirección contraria sin ningún
ánimo de girar la cabeza, aunque fuera para despedirse míseramente. La gente
cuenta mucho y cumple poco, al igual que ese jefe ambiguo que a la vez que te
da palmaditas en la espalda por lo bien que lo has hecho, te clava un puñal y
lo retuerce sin que te des cuenta.
El primer día del trabajo, comentaron que todo iría mejor,
pero meses después sólo hay una soga en el patíbulo y uno a uno hacemos cola
para pasar a la palestra y poner la mejor sonrisa que se pueda sin que se note
el nerviosismo.
Disparale corre, me gritan, pero yo alejo mi índice del
gatillo no por desobedecer una orden ni provocar desacato, sino porque
sencillamente no soy quien para matar a nadie que no sea a mi mismo.
Ella, sigue partiéndose el culo escondida en un bunker del
mapa. Oculta para todo el que no reciba toda la información. A veces se olvida
del silencio y me habla, pero en verdad calla más de lo que dice, y a estas
alturas cuenta el doble de mentiras que de verdades. Ya no se sabe ni donde
esta el Norte porque dos bipolares al cuadrado simplemente es todo un caos en
medio de una paz tan fingida como disfrutada.
El ejército de monos sigue lanzando sus excrementos contra
mi ventana. Chillan y disparan sin conseguir un solo acierto, no por falta de
tino… sólo porque no me quedo parado cuando alguien me fusila a contrapelo. Sonrío
y esquivo. Evalúo y sorprendo con una andanada de bananas que desarman sus
peores instintos mientras se la pelan al igual que los que tienen sarna y no
les pica.
Antes de que todo se vaya a la mierda, estaré tan lejos que
mi sombra no será visible ni desde el cielo. Estoy cansado de luchar por un
estandarte que ni lleva mis colores, ni tampoco me representa en absoluto. Me
paso el día corriendo sin moverme del mismo sitio, Mi rutina no deja de ser un
pozo de arenas movedizas chupándome hasta la medula, para al ocaso escupirme
hasta la mañana siguiente. No hay balas con camisa metálica en mi fusil
suficientes como para plantearme el suicidio con una pizca de esperanza en
lograr mejorar mi suerte. Conjugo el verbo joder en todos los tiempos y
personas como si fuera el padre nuestro de un fiel devoto de Dios.
Todo se derrumba y a pesar de ello, sigo recogiendo los
trozos rotos con la inconsciente idea de al final del día arreglarlo. Pero
cuando se acaba la guerra, ni siquiera hay ganas de ponerse a la reconstrucción
de algo que al día siguiente volverá a suceder con la misma exactitud condenándote
de esta manera a repetir las cosas a diario sin conseguir una mejora.
Cuando todo termine, desapareceré del radar y daré esquinazo
a los problemas… Me olvidare de las responsabilidades sin recompensa y en el tu
me jodes, pero yo no en la eterna frustración del que establece la monotonía como
reina de sus actividades laborales. Taylor se alegra y a mi se me revuelven las
tripas de pensarlo. Si me ves sonreír mientras estoy solo, no te pares. Porque
podrías tener peor fortuna que la mía y que a alguien desmemoriado le diese por
confundir los vicios con los deberes.