Sigo siendo un caminante nocturno, todavía no me canse
demasiado como para tener sueño a estas horas de la madrugada. Me pierdo en la
ciudad mientras otros disfrutan de sus confortables sueños. Saco la libreta y
tacho otro nombre de ella, sonrió porque no he tardado mucho en zanjar ese
tema, en apenas cuatro meses he conseguido que alguien se coloque en la
palestra confiado de tener todas las de ganar sin saber siquiera que en el infierno las sogas
de los ahorcados son de hilo de araña.
Comenta la jugada con asistentes, su concepto de vida alegre
no casa con las normas del demonio porque no tiene nada que ver la sonrisa
afilada a los pies de gato saltimbanqui, los dos se pueden reír… pero sólo uno
de ellos ha perdido la capacidad natural de llorar.
Hace bastante que sus lágrimas se secaron sellando las glándulas
lacrimosas hasta atrofiarlas para no perder humedad en la eterna sequía, la
penitencia sólo es un eslabón de la condena que te ata con cadenas al fuego del
averno. Pagas con horas y si te portas bien al final de cada día te dan un
trocito de tu alma.
La mayoría de las veces, te vas a casa con las manos vacías
pero satisfecho por haber sobrevivido una vez más para bailar bajo la luna. En
el reloj suenan las tres de la mañana, pero el reo sigue bailando sin aprender
la lección que te da la vida a diario. Los chicos de la calle piensan de alguna
forma que son los amos del mundo cuando la verdad, es el que no vive en ella quien
más trabaja para no llegar a tal extremo. No se puede perder nada cuando se
vive abajo del todo, pero es el temor a la perdida lo que más coraje puede
darle a alguien. El valor en cambio es la persona partida por el número de
miedos que posee.
Cuando pierdes el miedo a todo el valor se vuelve infinito y
hasta la muerte aplaude cuando viene a recogerte a la puerta de tu casa. Hay
gente que vive lo justo para no morir por accidente y otros que viven por
encima de sus posibilidades porque saben que cuando se acaba un viaje, comienza
otro distinto. Siguen sin caer estrellas, pero los meteoritos están a la orden
del día.
Tacha uno y salva a su mundo interior de no volverse como lo
que sobrevive fuera. Le roban la sonrisa y minan su estima. La lluvia de golpes
no cesa hasta bien pasado el medio día. Cuando llega el momento para y respira…
recoge los fragmentos que le faltan con sus herramientas vuelve al hogar con la
cabeza alta y el pecho henchido.
El ahorcado para los gusanos… sólo quiere vivos porque le
desagradan los cadáveres andantes… Apestan más de lo que aportan y como buen
agricultor siempre fue de sesgar las malas hierbas.
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