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martes, 28 de mayo de 2013

Huele como el roquefort pero es español.



Se rompe el cielo en mitad de la primavera y el frío retoma de nuevo su última guerra hasta el otoño siguiente, el mundo poco a poco se va volviendo tan loco como un grupo de iluminados que tratarán de salvar el casquete polar de su expolio quizás muy tarde. La clave esta en que Europa da la razón al actual gobierno español cuando todavía no esta claro si esta tan corrupto como lo que se pudre en los vertederos de medio mundo.

Los de arriba sobreviven pisoteando la dignidad y el esfuerzo de los de abajo por no terminar con la soga al cuello, dicen que es como caminar sobre el mar o sobre una marea de personas en mitad de un concierto porque desde la superficie el dolor es solamente un termino desconocido que aparece en los diccionarios. Siguen estrujando porque ellos llevan traje y corbata y quieras o no ganarán ó al menos estarán vestidos correctamente para su funeral bien pagado.

Pero no importa, media vuelta más y el silencio se romperá gracias a todos esos huesos fracturados a causa de un torniquete demasiado apretado. De todas formas sigue existiendo la sanidad pública y ya que la pagan podrán beneficiarse de un sistema que no se ajusta a la ineficiencia de unos funcionarios elegidos casi a dedo y que por nada del mundo reciclarían su ausencia de querer superarse.

Nos quejamos de vicio sin realmente hacer nada por cambiar las cosas. Eso si ya hay banda sonora para las olimpiadas de Madrid 2020, cuando de verdad deberían honrar a este país declarando la caza del defraudador como deporte nacional igual que ocurre con el zorro en gran bretaña. Nuestra fauna parece ser tan sagaz como la extranjera pero no tienen la capacidad de pasar desapercibidos porque dejan un sendero de pistas que responden al morbo de ser descubiertos para colocarse una medalla de si, fui yo.

Y puede molestar igual que lo consigue una china en el zapato, pero sigue siendo la hipocresía de los cobardes tanto a un lado como otro del sistema la que más me indigna. Hay mucha gente que quiere trabajar y no puede porque no hay sitio, pero la que más jode es la que puede hacerlo y no quiere porque ese puesto apesta, los de fuera deben de tener el olfato muy poco desarrollado porque escogen los empleos al servicio de un empresario corroído que explota a sus peones por el mínimo autorizado por no hablar de un b tan conocido como negro que hace daño a todos.

Mientras que la decencia la cure la iglesia y robar sea el ejercicio preferido el resto de la semana el mundo vale la pena tanto como una buena patada en los cojones. Si me declaro apostata de la sociedad actual no me señales con el dedo y únete, porque si acabamos todos al otro lado, las ovejas negras minoría absoluta quedarán aislados del rebaño y entonces, quizás el sueño de cazar aquello que apesta este a punto de cumplirse.

lunes, 27 de mayo de 2013

La inocencia de un niño.



Me fui escurriendo del mundo como funde el queso en una parrilla cualquiera. Huí de las palabras escritas rompiendo el silencio con el sonido de la voz. He pasado de crear cuentos en paginas a contarlos en vivo hasta que un niño encuentra su lugar mullido entre sueños, ya no me valían diez personas porque escogí a una para convertirme en la luna que contemplar cuando salen las estrellas a dibujar líneas sobre el oscuro firmamento.

Por las mañanas fabrico deseos con los ingredientes que se pueden encontrar en una cocina, por las tardes conquisto mi tiempo desde fuera del puente levadizo… cuando cae la noche normalmente ya estoy dentro, pero sigo sin encontrar las cosas donde antes estaban.

Ahora mi vida la marcan unos desconocidos medio día y el otro medio esta ocupado por un elenco limitado de aquellos que aún me necesitan para rellenar los huecos de sus vidas. El tiempo es como un blister de ibuprofeno, hay lo que hay… el resto esta predestinado a padecer dolor de cabeza,

Cuando llega la libertad no se diferenciar entre la sonrisa de un bebe y la de un perro feliz de que le persigan corriendo dando vueltas a la casa. Yo sigo siendo yo, sólo que aguanto menos mierda y escojo mejor las compañías. Ya de nada sirve el dinero o el poder cuando es la complicidad reciproca la moneda de cambio.

Los buenos días sigo conquistando el mundo, los demás soy el segundo que al menos lo intenta sin pisar el último escalón. Desde la trinchera las balas siguen silbando mientras respondes al fuego según surja su procedencia. Incluso hay días en que graniza en mitad del infierno, el peor consuelo queda cuando siguen brotando sonrisas y no hay más que música clásica y el sonido del viento para crear malestar sobre nuestras cabezas.

A fuera el mundo sigue siendo tan cruel como una película a medio camino entre Hitchcock y Disney, pero dentro de la burbuja nada que no tenga su entrada autorizada vale la pena, las sorpresas siempre serán recibidas pero no dejan de ser publicidad abarrotando el buzón de la entrada a la madriguera. A veces cae una estrella y otras es un planeta entero el que se precipita desde lo alto del cielo, mientras haya una canción buena que bailar al menos habrá redención para los que se niegan a ir despacio.

jueves, 16 de mayo de 2013

Let´s go.



Todo estaba tranquilo hasta que salio a la calle aquella mañana… era como otra cualquiera pero el ambiente se notaba enrarecido. Seguía siendo la misma ciudad con idéntica rutina destructiva que consumía a diario hasta que a algún iluminado le daba por darle una libranza. Su sonrisa brillaba por el reflejo del sol que ya andaba levantándose muy temprano, se deslizaba sobre la acera como acostumbraba hacer hasta llegar al trabajo. Cuentan que no es delicado ni cortes lo de andar rápido a ninguna parte, pero le daba igual una gilipollez como esa.

Simplemente volaba esquivando tanto coches como peatones, lo del desplazamiento era una disciplina que ejecutaba a la perfección, cada vez disminuía su tiempo entre el punto a y el punto b sin retrasarse demasiado. Las pausas eran como gatillazos para su recorrido. Una vez se despertaba no había stop ni semáforos que pudieran detenerle por su condición de andador universal sin miedo ni remedio.

Después era un Pedro Picapiedra cualquiera que gritaba cuando sonaba la bocina por mucha mierda que estuviese lloviendo en ese momento. Se calzaba la sonrisa de nuevo y cambiaba de pista sin parar de bailar porque unos metros de ese lugar le aguardaba la música reservada para un concierto privado en sus oídos. Los mejores grupos ensayaban a diario, solo las leyendas eran los dueños de las mejores ocasiones que normalmente eran los regresos a casa independientemente del lugar de procedencia. A veces solamente se paraba a descansar no por nada en especial ni cansancio sino porque no hay batería que le durara una eternidad.

martes, 14 de mayo de 2013

Labores de jardinería.



Ya se pintan las mañanas de azul y sol cada vez más temprano y se huele junto a los aspersores un inicio de verano de tardes soleadas sobre el asfalto y las azoteas de los edificios.

La piel se vuelve canela y vuelven los refrescos de burbujas a maquillar las mesas y sus sombras. El tiempo da un respiro y alarga las cuentas para disfrutar de algo bueno en esta época de oscuridad e incertidumbre.

Las cosas que funcionan por muy sencillas que sean valen la pena si se hacen a gusto y suena música que mate al silencio porque aún no esta escrito el final y mientras se pueda bailar no se hundirán irremediablemente las raíces en el suelo.

domingo, 12 de mayo de 2013

Negocios clandestinos.



Desde que puedo recordar siempre me he dado golpes en la cabeza, es una tendencia que viene de mi época de la cuna cuando conocí a mi hermano mayor y sus juguetes propagándose en el tiempo hasta la actualidad. He tenido rachas de al menos una cicatriz al año coincidiendo con mis etapas de máxima actividad.

Puede que sea porque tengo la tendencia natural de arrasar con la cualidad de ser un cara dura aunque bien es cierto que es cosa de buen cráneo, o quizás sea por ese palmo que me sobra y me hace proclive a darme golpes con objetos cotidianos a los que casi nadie alcanza.

Sea por lo que sea, no he padecido migrañas y todo se ha reducido a dolores de cabeza ocasionales incrementados por una afortunada carrera plagada de desastres naturales a cualquier hora del día. El dolor es como una enfermedad viva, se puede padecer un sinfín de veces y sufrir después otras tantas no tan graves. Las que son parecidas pierden intensidad con el tiempo con la costumbre pero siempre te encuentras con una que te es desconocida y vuelve a sorprendente su dureza.

Todos los días me prometo intentar no hacerme daño, pero pocas veces consigo completar una tarea tan simple como esa cuando se mezcla velocidad y mi persona en espacios reducidos. Visto franjas que me aportan la identidad de las rayas de las cebras, puesto que no logro despegarme del calvario de las pezuñas en sus diferentes estados.

Demasiadas veces he oído nombrarme con la palabra burro pero mientras continúe teniendo las orejas reducidas me mantendré a salvo de tal legado pues prefiero ser jamelgo raído antes que un asno, pero sigo asemejándome a una cabra por mi rutina de la testarudez extrema digna de topetazo. Relleno los remiendos de este cuerpo a base de fragmentos de vida de gato.

Soy la versión viviente de un cuadro bordado, tengo tantos puntos que si los desenredase obtendría el hilo conductor de una novela tejida alrededor de un autentico capullo que se pasa en forma de pupa una eternidad antes de obtener la alas por falta de valor y pasarlo mucho peor. Si sobre sus piernas tiene peligro constante viajando por el aire no creo que tuviera dinero suficiente para vidas de segunda mano en el mercado de almas.

sábado, 11 de mayo de 2013

Habitaciones libres.



Se canso de mirar al cielo esperando que las respuestas cayeran como las estrellas fugaces, también lo hizo de intentar comunicarse con los dioses sin que ellos le devolvieran las llamadas. Nunca debió ser demasiado importante para ellos, pero por primera vez en su vida se sintió dueño de si mismo, así que defraudado por sus obligaciones pasadas sin recompensa oportuna… olvido la única función que había conocido en su larga existencia. Simplemente dejo la puerta abierta o mejor dicho no la cerró después de ventilar las celdas del inframundo.

Y lo que los de arriban temían de abajo se escapó al control y tomó las propias riendas de su destino cumpliendo la peor de las expectativas. La venganza sonaba en el ambiente y los titanes se disponían a subir al cielo a saldar viejas cuentas anteriormente contraídas.

Él que no había cometido un error a propósito pues siempre estaba diligente al cargo de sus ocupaciones sin haber fallado jamás, pensó entonces que la mejor manera de satisfacer sus inquietudes era generar las mismas en su jerarquía inmediatamente superior. Claro está no temía nada de sus reclusos que tras una eternidad de cautiverio veían más positiva la acción actual que el resto del padecimiento de sus condenas que les hubiera podido causar.

Salieron sin provocar revuelo alguno, claro esta que la mitad de ellos estaban entumecidos por los siglos de sedimentos depositados sobre ellos, pero gracias a no compensar lo del descuido del guardián cerrando la puerta después de pasado un tiempo, logró salir hasta el último gigante del vientre de la tierra.

Fue un parto precioso, sollozaba el vigilante mientras sus niños salían al recreo después de tanto tiempo recluidos. Pero no serían los temerosos humanos sus victimas, esa no era la elección de los elementales. Ellos miraban a cotas mayores, aspiraban a volver a retomar el mundo antes de la llegada de esos malditos dioses engreídos y vanidosos.

Subieron para hacer bajar de las nubes a esos pretenciosos soñadores que se pensaban mejores que el resto encaramados a sus tronos dorados. Sus captores podrían ser poderosos… pero ellos eran primigenios porque estaban antes de todas las cosas, cuando el planeta no era más que una masa incandescente ya andaban vagando sin rumbo por la tierra y el resto de galaxias. Lo hacían pacíficamente hasta que los dioses decidieron guiar los pasos de la historia, pero sin conseguirlo para variar.

Se dejo la puerta sin ponerle su debido cerrojo y su ganado se disperso en todas direcciones al igual que una fuga de cualquier gas. Cuando alguien quisiera pedirle cuentas, él ya no estaría, aunque también a ciencia cierta sabía que los titanes enfurecidos desolarían el cielo hasta no dejar títere con cabeza.

A veces se actúa bien y otras no tanto comenta mientras hunde su manaza en un bol de palomitas destinadas para tal evento, sonríe y se recuesta sabiendo que por mucho que quieran nadie tendrá pruebas suficientes para acusarle de nada, porque realmente a esas alturas de alguna forma morbosa ya no quedarán dioses en toda la tierra.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Recortes de pescado.



Cuentas los dedos y no te queda ya ninguno completamente sano, todos tienen sus propias cicatrices atigradas en mayor o menor grado de evolución. Las más frescas aún todavía sangran, el resto se suman a la silenciosa historia de las manos sin lengua ni memoria.

No hay tregua aunque la suerte sea como la coraza de una tortuga, te ayuda en las peores situaciones pero en algunos momentos no sirve de mucho, en una cocina cada minuto cuenta y pocos son los días en que nada te ocurra porque hasta el papel de plata puede cortarte… incluso los mallazos de los sacos de cebolla o demasiadas cosas al tener las manos mojadas.

Llora, ríe o maldice mientras la roja vida mancha el blanco papel bajo el guante de vinilo… nadie aplaude cuando alguien se desangra, ni siquiera se cuchichea gran cosa dentro que un corro de morbosos mirones que imitan perfectamente a una familia fisgona de suricatos encima de una loma. Pero eso no borrará el error sobre la piel, ni sellará la carne hasta saldar señal alguna.

Sigue hasta que se gasten las horas de condena en cualquier infierno que este sobre la tierra bajo techo. Los días pasan hasta que alguien te abre la puerta y te dice, ale vuelve entero el próximo día. Caminas cansado hacia casa y te tumbas abatido a curar las heridas. La cuenta comienza a gotear de nuevo y buscas con cuidado en los bolsillos el tiempo suficiente para que al sacar la mano no haya nada con rastro de estar sangrando. Riegas las marcas con agua oxigenada y gel antibacteriano con rosa mosqueta por si acaso… para después dibujar con yodo franjas amarillas a modo de bandera de la patria.

Entre las sombras lame sus heridas como un gato que se alimenta de aloe vera.. Los cuchillos siguen llorando entre chillidos que cortan alegrías y penas hasta sesgarlas por la mitad. Claman por las gotas de sangre que dicen que les dan la vida. Sonrío y le niego la oportunidad hasta que rebelados cobran su cuota siempre injusta. Muerden como pirañas y pican como avispan. Sus cortes eléctricos cortocircuitarían hasta una buena medula, sin dientes en su filo son como el arpa que acaricia las cuerdas de un violín hasta lograr arrojar el sentimiento de su melodía como un quejido sin dueño ni destino.

Tocan los días felices donde cuando entras ves el final tan cerca que podrías alcanzarlos con el sencillo movimiento de estirar el brazo. Siguen las manos en silencio pulsando unos acordes tan perecidos a la ruleta rusa, con el objetivo de que cuando la música deje de sonar, el castigo llegue al más retrasado así como la otra parte de vuelve a su guarida en la montaña donde uno se pierde y no vuelve a encontrarse hasta bien pasado los días dentro de una burbuja antiséptica.

sábado, 4 de mayo de 2013

Juegos de guerra.



No dejan de sonar el metal en lo que dura un combate iniciado al amanecer y que concluye al agotarse el turno de comida, hasta entonces la batalla no tiene piedad sobre ninguna de las partes. Los que andan en el barro pierden siempre algo de lo que estén buscando, los más preparados llevan la confianza encima… no queda nadie completamente entero cuando llega la hora de salir de las trincheras, el que aún puede andar es el rey de los lisiados, porque aunque ya no le quede alma, puede volver a casa con una sonrisa digna de un trabajo bien realizado.

Al día siguiente seguro que vuelve la guerra a morder la paz hasta hacerla trizas, los que viven a diario en el frente siempre andan con una vida de menos en el saco. Los nudillos raspados y quemaduras salpicadas como la piel de un leopardo son marcas sin el valor de las medallas que sin embargo, cuestan más que ellas impregnadas en el dolor de recibirlas y el recuerdo de todos los ácidos que vendrán en post de ella. El calor a media mañana ya alcanza las cifras del infierno mientras sólo un ejército de locos se dispone al asalto/defensa a la hora del almuerzo.

Los refuerzos del enemigo nunca paran de llegar a oleadas que golpean nuestra cueva, dentro no dejamos de responder al fuego de sus deseos y como la pistola de un idiota, acertamos sin fallar pero sin dejarles sin aliento hasta después del postre, no hay jamás suficiente maldad como para no conceder al hambriento un indulto por cortesía profesional.

Llueven papeles mientras bailamos lanzando disparos, cumplimos las ordenes hasta el cese del fuego que nunca llega con una bandera blanca salvo rara ocasión. Respondemos a cada andanada con otra que se que se le parezca desde el centro de nuestro universo, tenemos estrellas y también tenedores, por supuesto no faltarán cucharas ni tampoco cojones, los cuchillos siempre cerca y afilados como el alma de un vampiro… no hay miedo al fuego, porque ya forma parte de nuestro credo, el batallón suicida predilecto donde pocos querrían estar y en cambio para otros sería hasta un sueño.

Casi nadie sobrevive a la condena sin perder la poca cordura que le pudiera quedar en el fondo de sus bolsillos, pero los que lo logran de alguna forma brillan hasta caer el sol y ya en el firmamento se convierten en especie de constelación con leyenda incluida. El tiempo pasa despacio o muy rápido depende del servicio técnico, ya que como en casi todo sólo importa la concentración y la energía. Los hay hasta que llevan cadenas atadas a una esclavitud tan voluntaria como consciente y aunque siempre haya un inconsciente la experiencia guía el barco hasta el siguiente destino.

Hay muy pocos capitanes que sepan llevar el mando mientras sonríen esquivando todo lo que se le venga encima, mueven las manos y los pies por separado sin perder la cabeza y nunca se quedan quietos, tienen un corazón nuclear y los ojos perdidos en el horizonte. La calma siempre llega después de un buen combate, dura al menos unos segundos y después vuelve a comenzar el ciclo hasta que alguien baje del cielo y nos deje ocupar su puesto en el firmamento. Entonces sólo cambian las cosas de lado la historia sigue sucediendo hasta que se deje de oír la tormenta de platos.
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