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miércoles, 23 de marzo de 2016

Vía crucis s/n

Vivir es muy sencillo, se hace casi sin ningún motivo, con sólo respirar ya tienes casi todo hecho sino olvidas alimentarte y beber de vez en cuando. Puedes tener más motivaciones o menos, quizás con un par de anhelos sueltos incluso puedas ir tirando una buena temporada.

Los proyectos suelen prolongar los horizontes y los plazos si eres de esas personas tan meticulosas y detallistas que pueden hacer de un hilo una filigrana.

En fin es simple y sin un coste aproximado que depende en parte del observador y del observado.  A punto de que pi vuelva a parecer en la madrugada me doy cuenta que siguen persiguiéndome las matemáticas porque mientras exista la memoria sabré calcular donde me encuentro. Sin las sumas nunca hubiera llegado a ninguna parte.

Con las multiplicaciones quise ser el dueño de una ciudad que apareciese en el monopoly, con la división aprendí que no había ningún objetivo que fuera del todo imposible si se podía abordar desde fracciones más pequeñas. Con la resta…

Con ella solamente conocí a extraer cosas de un conjunto sin saber si se podrían reemplazar.

Sigo teniendo alegrías en mis días, tantas como decepciones, al final de cada jornada suspiro si continuo sin andar por arenas movedizas, pero sin el miedo consecuente. Nunca fui ningún dios que caminara sobre el agua o las hiciera separarse. Como mucho la ingiero y paso largas visitas allí donde el vapor se lleva los problemas a otro destino.

Pero siguen faltando números de las cuentas que antes no echaba de menos.  Faltan muchos luises y luisas como para que rellene las ausencias, cada uno tenía un gran trozo de alegría adherido a su nombre, como si su sola mención pudiera solucionar cualquier entuerto en cada momento de la vida.

No había nada mejor que los veranos con Pepe y sus historias en el parque o las manualidades en la terraza creando serrín como quien muda la piel muerta hasta que la nueva aparece debajo dando sentido. El abuelo nos enseñaba a crear de la nada, a imaginar y materializarlas en algo tangible, que se pudiera ver. Trabajaba cualquier material pero a nosotros nos daba la madera, cálida como sus grandes manos.

El tío Nano era de costumbre todo el año desde que nos enseño a que si corrías demasiado podías dejar atrás los problemas que te estuvieran atosigando. Tenía muchos más rizos que el abuelo y fumaba bastante más que su tocayo. Supongo que cada uno se ocupaba de sus cosas, pero la alegría les acompañaba de igual manera. Amantes de las buenas mesas y mejores tertulias hicieron de vino un arte y las sobremesas algo más liviano con sus cartas y sus relatos.
Nano tenía muchos más rizos y ya no logro recordar quien tenía el pelo más blanco.

Pero de los dos su barriga cincelada en mármol y sus grandes carcajadas por estupideces que les hubiera pasado. La abuela Luisa… era el amor personificado, señora desde una buena fiesta hasta para pedir por los demás. Si calidez tenían las manos del abuelo, ternura tenían las de ella y cariño por descontado. Nunca hubo nadie más sincera ni con la que se le pudiera hablar de casi todo. Sigo viendo vuestras sonrisas y recibiendo caricias.

La restas son una putada si no se piensa en peras y manzanas. La síntesis de casi todos los cursos hasta segundo grado es que siempre puedes conseguir una mermelada al menos en el supermercado. Que si algo se rompe puedes reemplazarlo por algo similar o mejor inclusive. Pero a las personas que se van… a esas no hay manera de sustituirlas. Queda un hueco donde allí estaban y si tienes suerte y buena memoria puedes disfrutar de su compañía viajando al pasado.

Es como ir a una pinacoteca. Te pones en frente del cuadro y te transportas a ese lugar, puedes oler los aromas, sentir el viento oyendo todo lo que susurra, recordar cada instante y si en verdad sabes imaginar cómo solo un lunático puede hacerlo, sentir lo que sentiste en primera persona del singular sin ningún participio.

Odio a los guardias de seguridad de los museos… cuando logras llegar a ese momento, suelen recordarte que estas casi fuera de tiempo y te invitan amablemente pero sin tacto a salir de las instalaciones sin dejar que te despidas ni evitar que de alguna forma robes algo de ese sentimiento que estaba latiendo en ese instante. Donde todo era paz y sosiego y las cuentas volvían a salir como entonces.


Por los que siguen en las trincheras todavía, va por vosotros.

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