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jueves, 20 de enero de 2011

Buenos días...


Sacrifica a cada pasada un recuerdo que le haga ir más lento en su camino. Salta de la cama como un gato dejando a su desgana abandonada haciendo remolinos entre las sabanas Va al aseo y moja su cara con un manantial de agua fría que despierta a la pereza, obligándola a marcharse a otro lugar con sus pesados sueños. Los ojos empiezan a abrirse como flores en una mañana soleada… Va preparando el orden de las cosas dentro de su cabeza mientras a su vez coloca los utensilios ordenadamente en el lavabo.

Por primera vez en mucho tiempo quiere comenzar con buen pie. Sonríe porque lleva años sin hacer ese esfuerzo estoico llamado afeitarse. Recuerda sus inicios y la ausencia de la explicación de cómo hacerlo que su padre debió darle y nunca tuvo suficiente tiempo, por supuesto tampoco le importó demasiado aquello y repleto de valor comenzó a hacerlo sin pedir permiso gracias a sus cuchillas.

Se despide en el espejo de su amigo el cocinero, aquel que necesitaba imperiosamente dejar de rasurarse a diario, y acumuló el tiempo que hay entre olimpiadas dedicándose a ese oficio. Recuerda ampliar la cadena de las desdichas y siembra un puñado de represarías sobre sus dos hombres del sofá (el Sr. Gandul y Don Holgazán), poniendo así fin a su confortable hegemonía de la vaguearía exacerbada. Los dos asienten aceptando por completo la lluvia de metralla que les ha dado de lleno por no estar atentos y se levantan a hacer alguna cosa.

Rebusca entre la barba los restos de la desidia y el abandono que la pueblan y decide acabar con todos ellos malos ejemplos. Coge la maquina y antes de nada ofrece a Sansón su pelo como ofrenda a cambio de fortaleza, después recupera su pasado con cada curva de su mandíbula, retrocede cuatro años en quince minutos, pero algunas marcas no han desaparecido, acaricia las cicatrices de su rostro y se despide sinceramente de aquel chico inmaculado que nunca llegará a viejo.

Cuando termina se aplica aloe vera para que sanen todas las heridas que tenía escondidas en la maraña de pelos y saluda a ese señor nuevo. Después de una ducha con concierto de Sinatra incluido y un par de capas de rosa mosqueta para las marcas del tiempo, pinta la mejor de sus sonrisas y disfruta al hacerlo, roza su piel limpia y conserva ese recuerdo suave, sabe que no durará demasiado, al menos comienza de cero. Se da los buenos días y sin no antes vestirse sale a tomar el aire. El cautiverio ha concluido y hoy casualmente han abierto el cerrojo a la jaula. Aire y libertad en todas direcciones, la ciudad es tan extensa como abarca la mirada, campos de asalto discurren entre los bloques que forman los sueños de los arquitectos que llenaron las aceras.

Comienza el tributo al fuego, la materialización del sueño que le otorga su sangre y sus patas. Y aunque la partida empieza repleta de grandes perdidas, de alguna extraña forma sabe que todo le irá bien, conoce el dolor y también sabe el olor que tienen las mañanas. Brinca a la calle mordiéndola desde la puerta de entrada al portal y desayuna su primera bocanada… cuando cese el humo dentro de sus pulmones volverá el caballo tan puro como siempre. Escucha sus pezuñas repicando por la calzada a un par de manzanas de distancia.

Suenan tan poderosas como siempre, como si le pudieran llevar hasta el confín del universo. Su corazón se va acelerando como el motor de una locomotora que parte a primera hora de la mañana con un vagón infinito de madera y un maquinista experto que pensaba que ya se había jubilado. Va echando leña a la hoguera con calma y sin prisas. El tiempo que lleva en la reserva pasa factura hasta a los héroes… pero también se sabe que toda combustión tiene un punto máximo de apogeo al que sabe llegar…

El viaje promete ser largo y el tipo sabe esperar. Apila todo lo que necesitara cerca de su lado y se sienta en su cómoda butaca, sonríe porque sus vías aún van a cincuenta metros por encima del suelo, por lo que no teme que pueda tener ningún accidente en un tiempo cercano… alimenta el fuego con el cariño de quien prepara hojaldre. Escucha el idioma de las llamaradas dentro de sus venas. Arroja madera mezclada con problemas para avivar el infierno.

La caldera ríe a carcajadas bocanadas de un delicioso humo con aromas a bosque y olivo, la locomotora avanza porque sus latidos van a ritmo del corazón el maquinista, él esta alegre porque cuando llegue a su destino tendrá que estar muchísimo más atento. En la última parte del trayecto sus vías ya irán a ras de tierra y cuando llegue al mar, el humo cesará mientras este en ese mundo de agua, por ahora su última parada

Que demonios!!!! A toda maquina… clamando al cielo con su bocina. Su abuelo sonríe satisfecho desde arriba y le da libre paso en todas las estaciones que va dejando a los lados. Tira madera y el fuego la coge al vuelo engulléndola entre sus dientes de flama. La luz se detiene convirtiéndose en partículas y lo demás se funde en un negro absoluto. Un universo moteado por infinitas estrellitas surcado únicamente en una franja del techo por un velo plateado de humo denso.

El metal desparece y la carne va renaciendo… El viejo y conocido viaje del procesado del acero… el hierro mezclándose con el carbono de su cuerpo para cuando llegue a la temperatura alcanzada en el infierno fundirse en un hombre nuevo con el rostro suave por la antiguas costumbres de las mañanas afiladas y el viento fresco.

4 comentarios:

  1. Con o sin barba, el viaje prosigue imparable y con un recorrido claro. Desde mi barco de vela te envío la madera que yo no necesito para que tu motor no pare. A cambio, utilizaré el humo que sale de tu chimenea para mover mis velas. No hay marcha atrás, primo. ¡Sonriamos, pues! Es la primera vez en mi vida que pienso en lo siguiente: el viento en la cara no nos frena, sino que indica que vamos rápido, MUY RÁPIDO. Sigue así, vales todo eso y MÁS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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  2. Jajaja que grande eres primo, me parece buena simbiosis, y por el viaje no hay problema tenemos vino y comida de sobra...

    Ahora siento de nuevo el aire en las mejillas asi que a por todas, la inercia evitara que pueda parar.

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  3. ¡Ah! Y sí, el abuelo te mira sonriente desde arriba. Me ha gustado que lo nombrases, yo también le tengo presente siempre :)

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