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miércoles, 30 de marzo de 2011

La pelirroja de los colmillos

Salta su boca a través del tiempo directamente desde el pasado con la sed teñida de sangre y de pasión rebosando sus venas. Ella lleva las pupilas como dos puñales clavados en ámbar. Él a penas puede reaccionar antes que le rodee trepando por su espalda y aferrándose por debajo de los hombros le de un mordisco, al primer contacto duro y afilado como el metal, y cuando las primeras gotas se mezclan con la saliva, calma el daño suavizándolo con su lengua calida.

Ella sorbe su fuerza pegada como una lapa, succionando hasta sacar a la superficie uno de sus músculos más largos, el esternocleidomastoideo… y atraparlo entre sus dientes. Con la suficiente maestría para no soltarlo junto el cuidado para no arrancarlo. Lame con el cariño del que acaricia una joya… su lengua presiona fibra a fibra recorriéndolo de abajo hacia arriba sin prisa porque su victima ya esta en otro lugar. Lo tiene delirando en su pasado. Buscando hace algo más de cinco años la ultima vez que sus colmillos se vieron las caras en un parque.

Somete al desafortunado, al primero de los males que acaecerán haciéndole temblar las piernas hasta que la primera rodilla echa raíces en la tierra, la derecha aun se mantiene con fuerza sujetando el peso de dos cuerpos y una sola voluntad. Pero sigue resistiendo a pesar de que no tiene forma de salvarse. Él ya le enseño en su primera lección a no soltar la presa una vez mordida y ella ha sabido mantener vivo ese talento, y se lo agradece morbosamente mientras pronuncia su nombre en Morse justo donde se unen los suspiros y los alientos.

Él la reconoce al instante, recuerda con una sonrisa irónica porque la última vez las cosas sucedían justo al revés... Ella sigue chupando… ahora presiona su lengua con más fuerza, hundiéndola como una vara de hierro que orada la roca hasta moldearla. Sus cuatro colmillos siguen estando tan afilados como siempre y sujetan con firmeza sin dejar que se escape.

Con la derecha tras de su espalda la ase por la cintura inútilmente mientras ella sigue prendida de su pecho y cuello. Entonces él pronuncia su nombre, al que ella reacciona dando un leve respiro, en lo que hábilmente con el brazo izquierdo de la misma manera y tras apoyarse sobre su otra pierna escurre su mano hasta agarrar la entrepierna sujetando la unión de los muslos con firmeza pero sin violencia alguna.

Mantiene uno de los brazos de ella aprisionado mientras que con el pulgar palpa el calor, (tan ardiente como recordaba) y hace que se mantenga quieta de su intento de escurrirse. El mordisco pierde eficiencia en lo que trata de zafarse de la tenaza de abajo, en lo que él aprovecha y lanzándose hacia atrás la aprisiona debajo de su espalda arqueada y alzada por sus piernas. En la eterna caída hasta llegar al suelo sujeta como una mochila ella ha sonreído satisfecha de haberle puesto en un apuro.

Casi lo consigue y es cuando impacta con el suelo y el dolor le recorre la espalda longitudinalmente desde el cuello hacia el maldito pulgar hasta que él a un segundo del final logra pararlo con un giro de muñeca en el momento apropiado mezclando placer y electricidad en un mismo plano y después disiparlo con otro toque de firmeza. Podía haber sido peor si la alfombra del parquet no la hubiese amortiguado algo.

Pero de alguna forma rara, ella sabía que él la protegería de todo daño… a pesar de todo sigue amarrándole con fuerza por debajo de los hombros. Aun no ha terminado se resigna contenta, pero su boca esta lejos de donde debería estar y para más complicación es ahora su cuello quien aprisiona el pecho de ella contra el suelo.

Él mira sobre su torax el contorno de su barbilla y sonríe como un niño ilusionado por tan buena fortuna de haberse encontrado ese regalo tan preciado. Observa como se forman los distintos movimientos mientras sigue luchando y como un león espera a lanzar el tiento. Ella contrarresta clavando sus piernas en el suelo de la misma manera para al levantarse un poco alejar la cabeza de su alcance… y la intención es buena.

Pero llegar tarde porque su lengua ha salido y acaricia su suave clavícula sellando el encuentro a lo que ella se desmorona derrotada con una izquierda que ha hecho mella en su defensa tras contener su rabia en su último intento. Afloja la intensidad acariciándola como un ciego reconoce a una cara… con una pasada tan lenta que la lengua parece borrar el tiempo mientras tanto y toda aquella adrenalina se transforma en calor para que su cuerpo arda por dentro. Ella suelta finalmente a la presa, quien a la vez suelta un poco a su atacante recostándose sobre ella bocabajo.

Y aunque la mano ha terminado la exploración gira y vuelve atrás sus pasos para volver a recrearse con los detalles que encierran y la reconoce con los ojos cerrados sobre su pecho que late desbocado y sus alientos suenan debajo de su boca susurrándole las direcciones a tomar. Recordando sus viejos encuentros y dibuja sobre su vientre serpientes con sus dedos hasta caer entre sus piernas por el acantilado de los suicidas.

Ella se estremece… y antes de perder la cabeza, desaparece volviéndose humo entre risas y advertencias… y él se desploma sin fuerza, sonriente por no haber perdido y sabiendo que el combate se acerca y tiene que estar prevenido, porque ninguno de los dos cesará hasta tener al otro rendido. No es cuestión de fuerza… es cosa de colmillos.

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