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martes, 30 de noviembre de 2010

Marcos de cristal


Esto ya no es lo que era… se lamenta TT rodeado de su desgracia personal… ausente en mitad su terraza. Se apoya sobre la barandilla con una mano cayendo al vacio mientras agarra a una botella que tiembla cada vez que ve acercarse su boca que aunque cargada de amor le roba la vida por dentro.

Sus mejores amigos están muertos, pueden estar donde ellos quieran porque ya no tienen que preocuparse de aparentar nada… pasan ya de esas banalidades mortales. Pero cuando se les necesita, son peores incluso que Dios por que su existencia a pesar de ser aun plausible en sus tumbas tampoco es demostable… su presencia en cambio no deja de ser un interrogante en una fría mañana a las puertas de un año nuevo.

Mira la botella y espera que a Bukowski le dé por aparecer por la puerta corredera. Pero sabe que no vendrá, la última vez que lo hizo, iba desnudo con una bata de seda negra. Este frio le congelaría las pelotas puesto que ya no puede beber whisky para estar caliente. Por eso lo toma ya por él… y en el fondo sabe que se lo agradece, incluso las copas que le sirve y que permanecen en la mesa semanas evaporándose. Aunque hoy este excelente la botella porque paso la noche entera en la mesa de la terraza y a esas horas, pasa como agua de lluvia dorada.

El reloj marca las 3:14 y los coches con luces brillantes disparan ráfagas veloces contra la resaca, en verdad todos están disparando contra su persona, las farolas, los anuncios de neón hasta la luna está disparando con un cañón enorme a bocajarro, pero TT está tranquilo, sin preocupaciones… no tiene miedo porque la trinchera de su terraza le ha salvado demasiadas veces de casi todo lo que pueda ocurrir a 80 metros de altura.

Los anuncios que comenzaban a arremolinarse en la televisión han sido contenidos por suerte este año, lo ha remediado hace un rato colocando una cantidad anormal de todos los libros que tenia por casa… Ahora ese maldito aparato está rodeado por millones de palabras que han logrado eclipsar a la imagen y el sonido. Sonríe porque ha conseguido vencer una pesadilla con la ironía de vengarse de las frases hechas.

En cambio se ha pasado la noche entera bebiendo y colocando. Colocando y bebiendo… hasta que no ha sabido en que asunto andaba sumergido por completo. Apila libros y corre a buscar más con una estúpida alegría que rozaba la locura. Busca los mejores y los agrupaba por colores. Unas horas después tiene un acantilado sobre agua salpicando espuma delante de lo que era su lugar de distracción.

Jacques se acerca y le dice…

Me parece muy bien chico. Pero en vez de hacer el idiota y desenchufar el televisor, porque no te preocupas de tu pecera…

La marea del alcohol hizo el resto. Por suerte TT era uno de esos tipos que no se le acababa la energía ni metido en una caja de madera llena de botellas que se había encargado de vaciar. Abrirías y seguiría ahí con su sonrisa pidiendo más. Así que por una vez… se olvida de esperar a Charles y hace caso a Cousteau.

Vuelve loco a sus peces… se mete con toda esa energía que le acompaña dentro de la pecera y cambia su mundo y sus recuerdos. Juega con la memoria de ellos porque no controla la suya. Jacques se ríe balanceándose de un lado a otro con una copa de ron mientras canta algo en francés y da vueltas por el salón. TT cambia las plantas de sitio… arranca las hojas muertas. Modifica la posición hasta los trozos de madera. Sacándose un nuevo biosistema de la chistera

Cuando se quiere dar cuenta el sol entra por la ventana de la terraza y la pecera se enciende. La luz de fuera es menos brillante que la blanca de dentro, pero le da igual… el agua que ha vuelto a ser cristalina y ahora cae contra el cristal haciendo una cascada que se transforma en una de burbujas al otro lado. Los peces nadan contentos de uno al otro lado. Quizás igual de borrachos que su propio amo. Pero quien comprende que eso de la felicidad. Si no disfrutar de cada uno de los momentos.

Arrastra el sofá alejándolo del acantilado… A J le parece buena idea y ayuda empujando hasta dejarlo delante del acuario, después se sienta con su botella mientras comenta algo de que la otra se ha terminado. Le pasa la suya de la que roba un trago. Marilyn llama desde la cama. Maúlla como una gata herida suplicando consuelo.

J sonríe y le devuelve la botella. Le dice que esperara a que llegue Charles para que no vuelva a ir a la habitación mientras estén entretenidos jugando al perro y el gato. Le da las gracias por esa atención y le pide que le eche un ojo a los peces. El viejo es un buen tipo aunque se que se agobia sin el agua bajo sus pies, siempre dice que el mundo se ha parado… Aunque TT cree que es por eso de la diferencia de la velocidad en los fluidos. Tiene el mar metido en sus ojos como si fueran unos grandes ojos de buey.

Incluso su pelo blanco huele con un toque salino. Le gustan sus peces aunque sean dulces, porque según el están en un buen mundo a manos de un gran capitán. El capitán sonríe aliviado por no tener barcos llenos de agua bajo su mando. Camina por la paralela hasta llegar a su cuarto. En la cama una leona de fuego sobre las sabanas de seda. Deja la botella muerta junto a decenas de cadáveres que esperan su destino. La resaca se contrae en un punto… y sus ojos se abren como puertas.

Ella ruge y TT salta sobre ella… Se pelean durante horas… Jacques y Chales beben aire y miran peces. Están tan muertos como quizás lo esté Marylin… No les importa demasiado que siga viviendo con ellos después de tanto tiempo. La verdad es que les gusta que alguien los siga recibiendo con alegría. En casa siempre hay alcohol por todos los rincones, no por nada… si no porque sin agua no se pueden regar las enredaderas que crecen dentro de su cabeza. Les cae bien… puede que este perdido dentro de un piso tan pequeño. Ellos incluso piensan que ese es el mejor sitio donde han estado. Charles lo asegura rotundamente mientras se rasca la barriga espatarrado en el sofá… J mira a otra parte.

Marylin odia no desayunar con diamantes. Pero aprendió con el tiempo que nada dura eternamente se asoma a la ventana y contempla el roció que deja la mañana en la terraza. El sol has hace brillar y el frio del invierno sigue manteniendo su blanco cuerpo tan terso como cuando tenía 19 años, la muerte no le queda tan bien a otra mujer. Cuando tiene frio vuelve corriendo a la cama. No desayuna carbono… pero tiene otras formas de dibujar una sonrisa en su cara.

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