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martes, 17 de noviembre de 2009

Hielo


Se pasaba las noches aullando a la luna, lo hacia bien, incluso se le podía adjudicar un extraño estilo personal. En ese tiempo su edad no sobrepasaba la de un buen Oporto. A pesar de todo ya había probado todas las drogas que su boca o cualquier otra decente hubiese probado a lo largo de la vida. Por lo que habiendo caminado por infinidad de senderos tenia el conocimiento suficiente como para poder discernir lo que era real y no.

Su nombre había sido confundido con el de su leyenda y cuando quiso darse cuenta ni el recordaba cual era… La verdad, es que no le importaba demasiado porque no era persona que husmease entre sus inicios pues su lema no era otro que: Soy lo que ves… y a primer vistazo siempre engañaba.

Hielo era como le llamaban… no sin razones, porque todo nombre tiene una gran historia que contar a sus espaldas, pero en su caso puede que el conjunto de ellas pudieran valer como el guión previo de un bestseller y su humildad precisamente era algo de lo que huía de eso. Por lo que al final un bosquejo de opciones eran las más usadas.

Unos decían que su mirada transparente y el color de su iris eran los precursores de su sobrenombre… otros en cambio lo basaban en la frialdad de sus movimientos y la presuposición de que no tenia corazón… había versiones aun mas destartaladas que asumían que dicha afirmación venía a consecuencia de un accidente de avión y que a raíz de ese incidente usaba marcapasos.

Después de todo como toda leyenda que se precie estaba en continua expansión junto al dato relevante de que nadie le había visto sin camiseta y lo demás simplemente había sido una fantasía dilatada en el tiempo de engrosé y ensalzamiento. Tras años de relatos yo le había conocido. Como toda figura representativa añadía sus amistades con cuenta gotas, algunos comentaban que había que opositar par poder entrar en su casa. Aunque no dejaban de ser rumores.

Pero yo le conocí de casualidad. Estaba fumando tranquilamente escondido del mundo en uno de esos lugares que sin ser inaccesibles tienen su dificultad suficiente para llegar y para rizar la situación parece que él eligió el mismo sitio para descansar de la fama. Era una especie de acantilado rodeado por pinos de un parque forestal cercano a la ciudad. Llevaba tiempo formado parte de nuestras escapadas por separado y hasta ese momento no le había dado por juntarnos.

Pidió permiso para sentarse y acto seguido lo hizo… Sin lugar a dudas no dejo mucho tiempo para mi contestación ya fuese positiva o negativa, en vez de ello se arriesgo y cayó como un saco de piedras a mi lado. Una vez allí era demasiado tarde para cualquier respuesta así que obviando los comienzos me pase por encima las presentaciones y ya que íbamos a ocupar el mismo lugar durante un tiempo en común decidí ser amable. Le pase mi colilla a lo que acepto con una sonrisa.

Muy buena… si señor.

Sonreí aliviado y añadí una etiqueta a forma de remarca inconsciente… Es mía, de mi propia cosecha. Nos reímos a carcajadas mientras el humo tomaba su particular camino de suicidio. Se inmolaba para después caer al vacío desparramado en cualquier dirección. Aquella tarde nadie pensó en nada que no estuviese ya en el lugar.

Quizás no estuviese preparado para conocerle, pero si para aceptarle tal y como era. No me costo aprender que era un tipo normal con una leyenda tan grande que le precedía varias manzanas por delante. Antes de llegar todo el mundo le estaba esperando, pero yo al menos tarde en contestarle la primera vez.

Puede que fuese ignorancia, o puede que no… mas no nos importa demasiado porque en ese lugar los dos éramos un par de extraños al pie de la montaña. Tan sólo dos personas con los pies colgando cansados de andar toda la semana. No teníamos nada mejor que hacer que perdernos a nosotros mismos en el bosque para encontrar algún sentido a nuestras pisadas y al final del camino solo nos quedaba. Unas cuantas cervezas y mucho humo que modelar desde las entrañas.

A simple vista no parecía importante pero no era el comienzo de nada. Simplemente aprendimos a que no se puede controlar todo aunque así se pretenda. Y que en algunos desconocidos hallas una parte que con otros no puedes expresar libremente.
No somos grandes amigos, pero no necesitamos pronunciar nuestros nombres a principio de conversación. Nos servía con la mirada, yo le encontré huyendo del mundo y él a mí esperando. No nos hizo falta presentarnos porque entonces ni siquiera nos importaba… solo queríamos oír al aire susurrar entre el hueco de las rocas mientras volábamos a ninguna parte sin que nadie nos molestara.

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