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viernes, 26 de octubre de 2012

Cuentos de malabaristas.



Cada noche una batalla… y cada día una aventura.

Es una frase que suena bien, pero con un índice menos cuesta escribir cual ametralladora y ahora me conformo con disparar salvas a andanadas. Como en todas las guerras importantes las cicatrices, o en su defecto las heridas son señal inequívoca de al menos haber participado, asistido o permanecido mientras todo ocurría de alguna manera.

Tengo en común con los árboles que acabo tarde o temprano podándome alguna rama. Sólo que en mi caso son dedos que tardan casi una estación completa en regenerarse del todo como el principio, pero a pesar de todo sigo luchando sin perder la esperanza de evolucionar igual que una estrella que se rehace una y otra vez aunque se estrelle contra el suelo y se rompa en mil pedazos. De cada uno volverá a brotar una copia idéntica del original y la verdad. No me importaría demasiado ser testigo de una avalancha de caballos como yo en desbandada.

Me gusta el temblor del suelo, tanto o más que la batalla en si. No conozco la paz porque detesto el silencio y al contrario adoro que mi soledad ande follándose el alma de personas menos sociables que no sean capaces de hablar un rato prolongado con algún desconocido que por suerte o desgracia caiga delante de ti con una buena sonrisa y algo interesante que contar, por el simple placer de romper el hielo.

No importan los argumentos o las historias. En absoluto la procedencia o la manera que se tenga de ver las cosas… enfrentarse a la vida… o simplemente su existencia. A veces simplemente surgen cruces de camino mediante generación espontánea. Desde una mirada a una sonrisa hay una infinitesimal cantidad de sucesos que podrían ocurrir, pero es la bola quien decide el color y el número donde caerá el premio gordo.

A veces me olvido del mundo cuando me paso demasiado tiempo en el infierno. No recuerdo los horarios ni los deberes porque el fuego es quien me dicta el orden de ejecución de las tareas que al igual que un titán me destinaron completar. No es mucho, ni tampoco poco el tiempo que dedico constantemente en borrar mi propia persona para elaborar a un yo más equilibrado, dócil y menos rebelde. Muchos por no decir la mayoría desearían que esto fuese tan cierto como las propiedades del agua.

Pero al igual que los trileros escondo a mi verdadero yo debajo de tres cubiletes donde habito hasta ser encontrado. Recluido en mi intimidad voy cargando una a una las balas para la siguiente contienda. Porque irremisiblemente se acerca el día/días donde un Dios de carne y hueso me ofrece la libertad para que pueda hacer lo que me venga en gana sin tener obligaciones ni atender a alguien quien humildemente valga menos que mi propia persona deformada por capas de inconformismo.

Todo sigue pareciéndome mal, aunque a estas alturas he aprendido a pasar de las cosas que no se pueden cambiar de la noche a la mañana. La vida ahora es más simple sin ser la causa de todos los desastres o aquel que intenta sin resultados mejorar las cosas que andan estancadas camino de ninguna parte. Mi dedo crecerá y volverá a traerme el uso de las dos manos para sellar palabras en una hoja en blanco. Mientras prometo no parar de moverme cual spin revoltoso que nunca logrará quedarse quieto entre sus saltos orbítales

2 comentarios:

  1. no me gustaría nada perderme ese día...

    contestando al comentario de mi blog, muchas gracias por lo de saliBa, en ese momento, no era yo y... por lo de hamigo, es una falta a propósito, imitando un recurso que usaba Cortázar para devaluar el sentido de algunas palabras.

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    Respuestas
    1. Ese me lo esperaba casi, siendo tu no era facil tener 2... y yo aun no lei al amigo Cortazar... lo tengo en tareas pendientes.

      Pero conozco el uso de las faltas a proposito jejeje.

      Aun asi, como siempre encantado de tu visita, y por supuesto estaras en primera fila cuando sucedan los cambios, Pasa buen dia!

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