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miércoles, 7 de noviembre de 2012

La muerte comienza con una eMe.



Igual que un guerrero lleva tiempo esperando diligentemente a que las circunstancias se alineasen de nuevo. Un retiro suele ser algo deseable por la gente normal, aunque en su caso simplemente era un descanso, una pausa en el sendero del asesino. De nuevo se escuchaban los tambores de la batalla y él nunca fue de los que llegaban tarde a una invocación. Así que sacando a Némesis de su escondrijo, acaricio después de cierto tiempo su fría silueta dorada. El tacto metálico le devolvió una sonrisa congelada que brillo fugazmente por su pétreo semblante curtido. Otra vez se sentía completo cuando con un gesto de muñeca abrió el tambor para continuación llenarlo de balas lentamente…

Primero las limpiaba en su camiseta hasta adecentarlas para acto seguido deslizarlas hasta quedar ajustadas, cuando terminó, media docena de hombres podrían no ver la luz del amanecer nunca más, pero no era asunto suyo, sino desgracia de ellos hacer saltar la libre. De siempre había sido de gatillo fácil, no es que la espera le hubiese convertido en alguien impaciente. Eso no pegaba con su taimado estilo, pero tampoco era alguien que se quedase parado ante una situación desfavorable.

Es cierto que había perdido la esperanza de que volviera a interesarles a los dioses del patíbulo. No solía darse el caso de que después de tanto tiempo apartado de la muerte a la gente le diera por regresar, porque básicamente eso era lo que normalmente les costaba la vida. La inactividad dormía los sentidos y apaciguaba a los demonios… y eso en el arte de la guerra, era como quitarse la armadura en un combate de espadas. Pero él no era como los demás, su talento estaba tan innato en su sangre que latía en su interior insaciable como una condena eterna.

Ahora, era el momento de empezar a moverse, de iniciar la primera acción necesaria que no había sido otra que empuñar la culata de su otra mitad. Convertirse de nuevo en uno, la mismísima personificación del fuego del infierno en el cuerpo de un simple hombre con la mirada vacía de sentimientos y a la vez repleta de un odio difícil de mirar., con un robusto cuerpo tachonado de cicatrices mal cosidas y de heridas que nunca terminarían de cerrar dentro de un alma rota a jirones. La verdad es que de cierta manera era de esa clase de personas de las de cruzar de acera si te la encuentras en sentido contrario… o de esconderte detrás de ella en el caso de producirse una bronca en un bar.

Había regresado de entre los muertos para volver a servir a su amo. Después de un interminable periodo, estaba dispuesto a bailar sobre el sonido de las balas surcando el cielo. Llevaba su chupa de cuero y sus botas altas. Ajusto a su compañera debajo de la axila junto a su corazón y salio de esa habitación abandonada que había sido su refugio durante el destierro. Era el momento de sembrar sus semillas y esparcir sus raíces, el viaje estaba a punto de comenzar… en ese instante solo necesitaba una puesta a punto y ya tenía un objetivo burbujeando en su mente. En cuanto acabase con ella. Ya no tendría sentido aquella ciudad y con la conciencia tranquila por haber exterminado lo que le causaba pesadillas sería el momento apropiado para empezar con buen pie el camino del viajero infatigable.

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