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viernes, 27 de marzo de 2009

Sherezade


Ella era la única mujer del mundo que sabia sacar música a las piedras… desde que era una niña con coletas descubrí su poder cuando hacía temblar a los adoquines a su paso… Entonces no sabía su nombre, pero una profesora de egb me lo grabo con fuego en la memoria. Atila… Atila la terrible era una simpática chica de aspecto delicado y bello pero a la vez jovial y alegre como una margarita… parecía estar siempre en una especie de nube. Tenía el pelo moreno y la piel bastante clara… sus ojos eran dos gotas en un pozo de agua… pero desde la distancia nunca supe decir su color.

La verdad es que yo la miraba entonces con mariposas en el estomago porque sencillamente tenia magia. Cuando corría con sus zapatillas el traqueteo de sus pasos hacían temblar el suelo y conseguía sacar melodías a los antiguos bloques de adoquines hechos de piedra. Tamborileaban entre ellos chocando y riendo mientras que ella pasaba por encima con sus sandalias de goma.

Pasaba los días apostado en mi espacio secreto a la entrada de Santa Ana. Detrás de la columna la cual también vibraba a su paso con una frecuencia calmante. Después de asistir más colegios volví a desconocer su nombre. Ya que pertenecía a un rey Huno cuyo caballo era el que cortaba el bacalao en la relación… siendo él con sus cascos el llevaba el monopolio de los jardines impolutos… Y si no pagabas… adiós césped… Pero eso es otra historia…

La cosa es que por una jugada del destino tuve que dejar la ciudad por asuntos ineludibles… a penas con 6 años… mi corazón tardo en cicatrizar cuatro helados de vainilla mas tarde. Fue intenso y aun la recuerdo con esos increíbles helados… pero todo ocurrió cuando volví a vivir a la ciudad de nacimiento sucedidos ya 20 destinos desde entonces…

Muchas historias y muchos recuerdos tapando imágenes sobre imágenes… cosas que se habían perdido para siempre y otras claras como el agua de una botella de cristal… Una de ellas esa calle de piedra que no había vuelto a encontrar en ninguna ciudad en las que hubiese vivido.

Sentí cada año en la piel de mis pies a través de las chancletas… incluso sentía el frescor de la roca húmeda por la mañana de vuelta a la casa… era el mejor sitio donde perderse a los pies de una cultura dormida entre susurros.

Y simplemente sucedió…

La música comenzó a sonar claramente en mis oídos… ese vaivén de risas y alborotos… esa alegría de las piedras tocando cascabeles… me gire en la calle con la gente salpicada y trate de encontrarla…

El sonido esta vez era más fuerte por lo que busque unos tacones… entre todos los pies no conseguí encontrar un par debido a los adoquines y lo que encontré fueron unas sandalias de cuero transportadas por una morena de ojos oscuros como la noche de los tiempos…

Su piel había cambiado y ahora tornaba canela y brillante por el sol… la pequeña Atila se había convertido en una especie de doncella musulmana de increíble belleza… Su ropa era aireada y colorida, como alguna de esas mañanas en el campo al lado del rio… Mucho verde con líneas de colores… todo apagado un par de tonos por el tiempo y el sol… pero toda esa gasa flotaba alrededor suyo movida por la música de sus pies.

A veces parecía estar flotando en el aire y aun así las piedras seguían su festín por debajo de sus pies… Fue cuando sentí el recuerdo de la columna resonando en mi espalda y el viaje a Madrid con las maletas y los juguetes… nuevo colegio y recuerdos en botes de aceite colocados en alacena. Cada año una cosecha consumida al siguiente.

Muchas caras y pocas postales… un niño que comenzó a viajar por toda España sin destino final y con historias convirtiéndose en humo… Durante mucho tiempo deje de intentar hacer amigos… me dedicaba el año sabáticamente hablando sin tener que esperar el siguiente destino de mi padre hasta que fui a la universidad. Y entonces dure lo que duraba la carrera en una misma ciudad…

Cuando acabe… casualidades del destino y cinco copas de por medio. Un brillante artista me ofreció dinero por un libro de fotos de granada en blanco y negro…

Una granada de día y una de noche… y allí me encontraba yo… viviendo a gastos pagados mientras me reconciliaba con la ciudad de mi cuna. Los recuerdos llegaban a borbotones. A veces nada y otras demasiado…

Ella me sobrepaso con creces… había olvidado completamente su existencia, pero no la música de sus pasos… Intente hacer una foto a las piedras moviéndose… y salieron tímidas y paradas… pero yo sí que podía verlas… las veía disfrutando… viviendo… era en la alegría de una sin nombre en la que residía el hechizo…
Al parecer nadie más se había dado cuenta y yo disfrutaba de su presencia… Aquel día solo conseguí una foto de su bonito pie… revelado más tarde un bonito grabado árabe recorría el empeine sobre una enredadera de tréboles y picas…

Sonreí al verla y la clave en el corcho de la pared… era una buena de empezar con buen pie por las mañanas… después de aquella vez nos cruzamos unas cuantas veces… siempre disfrutaba con sus andares hasta que un día ocurrió lo que tenía que ocurrir…

Estaba yo fotografiando callejas del mirador cuando el sol ya estaba desplomándose y todos los ángulos salían perfectos… figuras cuadradas partidas por la diagonal… que va trepando por las paredes… Con la música en los oídos prestaba atención a La chica de Ipanema… y no la hoy llegar hasta que no la tenía encima… me gire para encontrarla y la halle a un palmo de mi cara…

El panorama era desalentador porque la cara de estúpido no me la hubiesen quitado ni con una maza… también porque tenía un auricular puesto y el otro quitado para localizarla y la chica de la cancion se reía con su voz al otro lado del océano.

Una sonrisa salió de su cara y de la mía aun no afloraba nada… era una fotografía con dos diafragmas. La cámara apuntando a su mirada y el clic anuncio el zumbido del disparador. La foto salió y quedo perfecta… su mirada como dos piedras de azabache. Profundas y brillantes.

Sonrío ante la foto y puse ese momento en el fondo de mi pantalla… Me pregunto que si yo también podía oír la música y asintiendo como un mono estúpido le dije que sí. Cambio Atila por su nombre Sherezade y todas las músicas robaron su nombre. Su voz era suave como la voz de una flor de las arenas rezando al viento del desierto.

Su pasado enterrado bajo las dunas de mi memoria abandonada a los cascarones de los barcos embarrancados… como viejas ballenas latiendo inertes bajo las capas de la final arena de las montañas del tiempo.

Su presente ante mi objetivo y todas las fotos del futuro esperando en la siguiente toma.

Sonaron unas cuantas fotos mas antes que mi nombre cayera a sus pies como un cubito de agua escupido… sin fuerza y saltando ranas sobre los adoquines… resbalando para desaparecer con el sol.

Su abrazo me retorno al pasado… y la vi corriendo por esas mismas calles como una niña con coletas y dientes mellados por el tráfico de marfil. Ahora en el presente las estrellas caían una a una para colgarse de su cuello y ser las testigos de una vida con duende.

Aquella noche entre humos de sabores y aromas de te… me conto que siempre había podido encontrarme porque la hacía sentir especial… La música de las piedras siempre era la misma, pero con su presencia sonaban campanillas…

Habían tardado algo más de 20 años en encontrarse y no más de 20 min para conocerse de toda la vida… toda la espera se resumió en el aletear de unas mariposas que temía extintas… surgieron como el fénix y me llevaron flotando en su estela.


Todo fue tan intenso como los aromas de la memoria… el agua comenzó a hervir y el te lo lleno todo de un aroma afrutado con toque de canela… a escuche acariciando el mármol con los pies descalzos… el sonido del placer se acercaba de puntillas como un gato… Pase unos años fotografiando en blanco y negro… y también muchos besos de musa… Cuando termine el trabajo entregue una versión de Granada a medio camino entre lo antiguo y lo moderno coexistiendo pacíficamente con la alegría de las calles de piedra sus historias y yo conseguí uno de la ciudad de mis sueños con una guía tan excepcional como solo ella podía ser…

Desde entonces no hemos parado ni un año en cada ciudad que hemos visitado… la he seguido por todo el mundo siguiendo la música que bailan sus pasos sobre las piedras que nos vieron nacer con el sonido de una campanilla.

8 comentarios:

  1. Los olores que retiene la memoria pueden ser muy canallas en cambio a veces, te regalan un billete directo y sin trasbordos a algún instante preciso y precioso. Como el sonido de unos pies...

    Sabes que yo disfruto yendo descalza? Así no hago ruido y puedo sentir la tierra...

    Y las ciudades de noche, uffff. Una ciudad de noche es una puerta a la magia.

    Una luchadora de prosas? Esa soy yo?

    Tus comentarios se estan haciendo deseados y tú, me promuebes curiosidad...

    Sí, ya he conseguido agregar a alguien pero no sé cómo lo hice. Lograré hacerlo contigo.

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  2. De todas? Bueno, yo nunca fui todas y por eso seguiré luchando pero contigo, contra ti nunca.
    Y la curiosidad mato al gato y los tejados son resvaladizos, así que, prefiero asomarme a tu ventana. De ti dependerá cerrarla o no.


    La noche está a punto...

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  3. No te preocupes, yo no tomé eso a mal. De verdad. Quise decir que yo raras veces me rindo. Y si me has dejado la ventana abierta, seguiré queriendo entrar. No esperaba menos de ti...

    Con tu permiso, te esperare a la hora de las brujas

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  4. Cuando vuelvas, yo estaré dormida bajo la ventana de esta posada..

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  5. No tenía sueño pero me sente en la ventana y la lluvia me atrapo.

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  6. La historia de Valeria es muy larga. Y existe de veras. Algún día te contaré quien es...

    Mientras tanto, las gotas de Valeria te irán resbalando una a una...

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  7. Vayámonos a ser humanos durante un rato. Y volvamos después para contar sus ansiedades.


    Esta noche no tendrá sueño...

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  8. Me gustan tus relatos y me invitó aquí tu ida y vuelta asombroso con mi amiga Sombrita!

    Sólo curiosidad y me encontré con espacio maravilloso donde las letras son protagonistas de bellas historias!

    =) HUMO

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