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viernes, 20 de marzo de 2009

Preguntas del cielo


Estaba perdido en una pequeña plaza con más sentimientos impregnando sus paredes que la propia belleza que emanaban de sus casas encaladas. Las plantas florecían en sus tiestos verdes colgados de las ventanas. Y en algunas puertas diminutas abuelas con delantal ya ajado batían sus escobas de paja con la energía de una niña escondiéndose entre las patas de gallos y la niebla de sus pupilas.

Una música empalagosa surgía de ninguna parte pero aun así lo llenaba todo con una guitarra tímida y el teclear de un piano de bonitas notas de piedra. El sol caía a plomo sobre nuestras cabezas… cálido y ardiendo como el deseo de las noches de verano.

La primavera llegaba en un improvisado asalto en melé… llevaba semanas entrando con el cuidado de un gato de puntillas. Pero ahora ya lo hacía de forma que su formación de punta había entrado hasta la cocina trayendo consigo el olor de la hierba para enraizar en todos los pulmones.

Un grupo de alérgicos profirieren estertores alaridos debatiéndose inútilmente contra una amenaza invisible que extermina sus cuerpos abatiéndoles con granos de polen disperso entre los suspiros del viento.

El aire huye a cotas más elevadas temiendo que la incipiente estación los condene a ser atados con cadenas y las últimas oleadas de lluvia serán los fanáticos que defiendan a un invierno ya de capa caída.

Los arboles arrojan al suelo los primeros brotes de hojas nuevas con la nostalgia del otoño pero con el verde de Andalucía pintando las calles. La brisa remplaza la jerarquía del cielo hasta que vaya extinguiéndose conforme llegue el verano para esos meses el cielo quede pintado solamente en azul.

Entonces nada moverá las ramas bajas y los deseos del mundo se unificarán en suplicar una oleada de algo que aniquile al calor con frías espadas de hielo. Aunque eso aun está demasiado lejos a suceder.

Las flores de colores naciendo en los jardines privados para después iniciar la revolución de los pétalos que inexorablemente sublimara la sangre de todos los animales en celo. Los calores y las feromonas maquillando todas las miradas de pasión. En los parques las voces de los niños silenciaran los lloros truncados de los que permanecían encerrados en sus casas.

¿Quién nos salvara de nosotros mismos?
Cuando el silbato anuncie el final del partido y te des cuenta que no tienes control sobre nada que no sea el sentido de los pasos en un camino de arena.

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