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domingo, 9 de junio de 2013

Jailhouse Rock



De nuevo deportado a los reinos de la noche, volverán mis pupilas dilatadas a gobernar en la oscuridad del vacío que me retorna a casa de madrugada, cuando sólo los gatos y los viejos demonios deambulan las grandes calles abandonadas por la vida cotidiana. Quizás el sueño de los justos sólo fue un espejismo de un verano anticipado donde la soledad se reía conocedora del futuro que me esperaba detrás de la esquina. Ella que nunca ha sido capaz de dejarme a solas sigue maquillando mis días de ironía al alba cada mañana.

Se acabaron los días buenos de tardes soleadas porque dentro de mi cárcel de porcelana sólo brillan los fluorescentes y todas aquellas puñaladas que se dan por la espalda sin previo aviso. Pero con el tiempo aprendí que hasta las mareas pendientes de un ciclo eterno son capaces de cambiar dependiendo de las condiciones meteorológicas.

Antes no me quejaba de mi fortuna y ahora tampoco es el momento de empezar a hacerlo. Respira profundo y acepta el destino es la mejor religión un domingo por la mañana cuando abres la semana y descubres que alguien ha puesto un desafío en el buzón de entrada, porque aquellos que no aguantan los cambios son los primeros que desaparecen en la llamada evolución y no va a ser la primera putada que te hagan en la desastrosa historia que caracteriza tu vida.

Abre el armario del vestidor y cambia los trajes poniendo en la barra el de hormiguita trabajadora y sacando de su funda el pellejo de un gato negro raído por la desgracia. Salta dentro y le queda como un guante a pesar de llevar ya tiempo colgado de una percha y dejado al abandono.

Sabía que volverías… maúlla el traje.

-         Y yo que estarías aquí esperando.

Todas las noches saben a música de concierto con salitre y traen asociadas el aterciopelado sudor que viste los infiernos. Sonríe pensando que ya no necesitará un café por la mañana al levantarse y no porque no le guste el sabor de una noche brillando en una taza de desayuno, sino por la sensación de estar agarrado debajo de la cornisa de un rascacielos sin haberlo deseado.

El día menos pensado cambio de trabajo le cosuela repetirse sabiendo que no todos los años están repletos de suerte y aún no se ha puesto a prepararse para ese cambio, lo mantiene en formol en las tareas pendientes mientras se prepara en el presente para lo inminente. Saca sus zapatos de baile y deja las botas de seguridad aparcadas en el fondo del zapatero, cuando vives en la noche hay que evitar llevar algo parecido a dos ataúdes envainando los pies. No es por no ser cenizo, sino porque necesitas los pies de gatos tan ágiles como se pueda para solventar todos los obstáculos que puedan aparecer en una noche cualquiera.

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