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lunes, 10 de junio de 2013

El ejecutor.



Deseaba por todos los medios que él no volviera a formar parte de su vida, lo encerró dentro de una cárcel forrada con alambre de espino confiando en que no se escapara, pero no tuvo en mente que nadie le ayudara desde fuera.

Uno mismo puede contener sus bestias porque las conoce a fondo, porque estuvieran ahí desde el principio ó sencillamente surgieron durante su mandato a raíz de alguna circunstancia especial. El ejecutor es de este último grupo, nacido del mismo odio irracional a los demás… es el apéndice de un cúmulo de rabia comida y bien masticada que reposa en sus entrañas sin la posibilidad de ser expulsada para el bien de los que comparten su vida.

Prefería ser aquel tipo alegre y simpático que salio de la mitad mancha y que de alguna forma sigue siéndolo cuando esta rodeado de una buena familia porque se siente a salvo y puede quitarse las toneladas de armadura que suele llevar por si las moscas. Pero al igual que no se puede tener todo lo que se quiere, no se pueda evitar que un ejercito de monos sin líder abrieran la puerta desde el umbral de su estúpida curiosidad. Y entonces lo que era paz y alegría para su portador.

Se vuelve denso como el silencio y el ambiente se carga de electricidad palpitante que se nota en el filo de los cuchillos. Las chispas saltan y la alegría se mustia como un vegetal cerca de los fogones. La vida sigue existiendo porque de alguna forma tiende a sobrevivir pero los extras se suprimimen para no malgastar energía en vano. No le importa que salga, lo que ocurra sigue sin incumbirle, allá ellos y sus vidas mientras no le salpiquen porque no piensa gastar ni un ápice de su tiempo en devolver a esa bestia a su redil.

Dentro de una cocina él sabe lo que se cuece, sabe ser preciso y contundente. No necesita regar los oídos con falsos halagos ni hacer habitables la mísera cantidad de nueve horas cuando donde el nació llegaban casi a las diecisiete. No precisa ni pausas ni artificios para coger aire, vive en el eterno patíbulo de la soga en el cuello salvo que él mismo es el que tira de la palanca así que su existencia esta determinada por el tiempo que requiere ejercer esa labor. Cuando se canse simplemente se ira porque su vida vale mucho más de lo que ese sitio pueda significar.

Aunque mientras siga presente no habrá bromas ni perderá el tiempo en aliviar el aburrimiento ajeno, por supuesto se termina también eso de ayudar a nadie que no lleve sus zapatos puesto que las funciones están repartidas y ejemplo de no gastar tiempo lo calca a diario. La clave es ir más rápido, si no puedes seguir el ritmo llora porque se la pela pero no te pongas a hacerlo a su paso, no vaya a arrollarte sin quererlo.

Desde que empezó la caída cada vez hay menos estrellas y un elenco de agujeros negros ocupan sus lugares pensando que brillan cuando la verdad es que lo único que acarrean es la llegada de problemas mas no le importa, desde su mullida cabeza disfruta del espectáculo mientras el otro lleva los mandos y ejecuta su labor como hace un buen marinero que lleva la sal en sus venas y el fuego en la mirada.

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