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jueves, 6 de junio de 2013

Historias sin final.



Hace tiempo que no pisaba estas sombrías horas, puede que demasiado para mi propio gusto, pero las cosas cambian y pocas quedan en el mismo punto. Encontré el sueño donde no esperaba que estuviese, lo hice cuando dormí el corazón en vez de intentarlo vanamente con la cabeza. El hallazgo fue tan agradable como reencontrarse con alguien que no veías hace mucho y que de alguna forma desconocida echabas en falta como un trozo de aliento.

El insomne que vivía dentro de mi no murió, simplemente se mudo a otro lugar cansado de pintar cada noche de blanco las paredes de la misma habitación hasta que quedó in más, encerrado dentro de una carcasa plástica que adormecía el cuerpo hasta privarlo de dolor.

Cuando deje de buscar, ciertamente llego la solución una noche cualquiera… una de esas de las que todavía estreno en el silencio que acompaña la soledad quebrada solamente por el sonido de un teclado porque la música y el ruido sirven de uniforme para el resto del día. Incluso no recordaba lo que significaba presenciar cada amanecer sin antes haber bailado hasta el alba. Ella se fue y volvieron las viejas costumbres que realizaba en anteriores partidas a la actual.

Siempre he sido más duro conmigo mismo que con los demás, era como una doctrina que seguir para sentirse quizás más culpable pero de una extraña manera mejor, eso debe de ser por la simbiosis con el sadomasoquismo que pinta con nubes un cielo totalmente celeste. La mejora es posible si hay empeño en conseguirlo sin que nada ni nadie pueda frenar el ascenso a la montaña sin dueño ni nombre. Con el sueño ocurría de idéntica manera.

Me he pasado los últimos años haciendo muescas a las patas de gallo que se forman cuando me sonrío demasiado. Concentraba el tiempo al igual que se hace con un caldo, sumándole rato a fuego lento hasta lograr la densidad deseada. A mis casi treinta he ganado unos cuantos más a base de horas extra con nocturnidad y alevosía pero a pesar de todo frente al espejo, sigo asemejando no tener más de una veintena tanto mental como físicamente hablando.

Continuo siendo un taladro con la palabra, sólo que ahora suele ir más en el formato oral que en el escrito… causa de ello es que en los ratos ociosos o de desplazamiento los pase el momento pulsando teclas invisibles siempre que puedo. Toco el piano de los lunáticos que pisaron la luna sin la necesidad de usar un cohete y que rechazan la posibilidad de un viaje a Marte por la ausencia de billete de vuelta porque ya esta cansado de traer la sandalias llenas de tierra de sus excursiones por la vial Láctea.

Ni siquiera los de la renfe le piden siquiera el billete y las compañías aereas tampoco por la gran acumulación de puntos que duermen dentro de su tarjeta de visita. No por nada, sino porque lleva turista tatuado directamente en la frente y a nadie le gusta arruinar el viaje a otra persona en mitad de unas vacaciones que no tienen final aparente por ningún lado. Vive y viaja cada día a un sitio nuevo que su mente dibuja y sus ojos buscan hasta encontrarlo. Gasta un día para después arrojarlo a la papelera en forma de pelota. La suerte es un amuleto que sin miedo a la replica no hay opción posible de que las cosas queden sepultadas.

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