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lunes, 29 de abril de 2013

Como arcilla en las manos.



En esta época ya no existen palmaditas en la espalda ni tampoco alguna burdas imitaciones a una felicitación, sucede que tu superior anda ocupado mirándose al espejo mientras comprueba que tal le sienta el cargo en apariencia. En verdad no importa demasiado cuando aprendes que no eres un caballo de carreras que premiar y adquieres a lo largo de los años una especie de amor propio que autoinsuflarse cuando la mejor abuela que tuviste falleció para calamidad de tus numerosos desastres personales.

El ser humano necesita sentirse satisfecho, no llega a ser una causa directa pero a su vez no deja de ser un objetivo a conseguir porque de alguna manera es necesario para la felicidad.

Como si no fuera suficiente hacer bien las cosas simplemente, y no hablo de el bien / mal moralista. Sino en poner todo el amor en ese momento que esta sucediendo, por supuesto también mucha concentración porque la distracción es casi la segunda plaga del mundo en la actualidad. Hacer las cosas bien esta en desuso, desde que lo moderno llego y se dejaron de hacer las cosas a mano para que antes lo hiciera una maquina. La eficiencia y acortar los periodos de entrega era una meta a seguir por la industria. Y no fue otra cosa que las maquinas lo que acabo con las manualidades.

No deja de ser una involución concentrada que la búsqueda del minimizar el tiempo no sea a su vez la condena de acelerar la perdida de habilidad en los dedos y para nada hablo de las pulsaciones de teclado digital que puedan producirse en un minuto, me refiero a esas viejas joyas de relojes de antaño, de otras tantas cosas que necesitaban ingenio, paciencia, practica y habilidad para conseguirlo.

Cada trabajo labra las manos transcribiendo en la piel la historia de su vida y en la forma y contorno de los dedos cuenta además a que dedica su tiempo. Las manos dicen tanto de uno como puedan hacerlo su misma boca o sus ojos. La pena es que conforme avanzamos hacia el futuro perdemos el pasado. La religión dice… pero la ciencia comenta que venimos de los monos… y habiendo visto fósiles pero no biblias fosilizadas, mantengo que quizás bajamos de los árboles algún día, más que nacer del esfuerzo supremo de un buen hacedor de Ikebana.

Antes íbamos a cuatro patas y no me refiero a esas viejas fiestas o esos lugares donde se vaya a ser adulto. Sino desde el gateo hacia atrás. Los pies siempre han sido las raíces de los hombres, para erguir a la raza humana, pero eso no implicaba que se olvidara de las manos… No es volver atrás para recuperar una manera obsoleta de no caerse nunca, no estoy tan loco para pedir algo tan extraño, pero no estaría mal que las manos pudieran volver a utilizarse de forma que también pudieran soportar el peso de nuestro cuerpo ya sea invertido o sostenido.

Siempre habrá gente que puede porque han sido esclavos del deporte durante todas sus vidas… y que si la oficina, o el sofá o cualquier excusa del millón que pueda darse no te da tiempo para ejercitarse a uno mismo como para hacerlo con las manos, recuerda que casi todo el mundo construido un castillo de arena y recuerdo lo divertido que era jugar con la tierra. El tiempo… el tiempo es lo que hay, no hay que verlo de forma global. Tu en el año 0 no eras ni una posibilidad y en el 2300 seguramente ni existas. Pero eso no implica demasiadas cosas.

Como destruir el planeta contaminándolo en el cielo, mar y tierra en una vorágine de ser un consumista especializado en algún tipo de defecto dañino para el mundo. Cuando en verdad debería ser al contrario, cultivarnos como plantas consumiendo el poco tiempo que se nos entrega en posesión para llegar a convertirse en joyas con patas. Visteme despacio que tengo prisa, no fue una frase dicha en una tertulia de televisión o escrita en un mensaje de texto. Posiblemente los monjes tibetanos ni si quiera sepan utilizar un iphone con sus dedos, ni tampoco un nómada del desierto o un pastor de los urales.

Pero conocen la felicidad de hacer algo dedicándole su tiempo, creándolo desde la nada para darle un sentido a todo eso que les ha llevado hasta ahí, con un significado y con una dedicación. Cuantas mascaras de madera habitan las paredes de nuestras casas y ninguna esta echa por quienes viven en ella. Hogares prefabricados, porciones individuales, personas decoradas con ropa que ni imagino antes de comprar o siquiera zurció y por supuesto ausencia del gusto de trabajar con las manos y sin guantes. Si queremos evolucionar en realidad estamos creando castillos en las nubes.

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho. Es una pena que se pierda todo trabajo artesano. Una buena defensa del trabajo creativo.

    Un saludo.

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