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martes, 16 de abril de 2013

El Día D.



Tras una década de atrasos, retrasos y ausencias, detrás de una historia invertida en cada uno de sus polos, llego el día que Sin Miedo, tomó las riendas de su vida en dirección a su amada. Por fin… dicen unos y también asiente el personaje. La entelequia terminaría en un instante dando la paz a ambas partes del problema a su vez.

Llegó temprano a la cueva del poder latente, pero esta vez no llevaba las manos vacías ni tampoco portaba presente alguno. Únicamente la cruda y fiel realidad plausible y palpable. Se habían acabado en aquel entonces todo y si improbable y por supuesto todo final feliz posible.

Se había zanjado lo del reloj de arena que nunca se terminaba porque el recipiente de arriba podía contener perfectamente toda la arena del desierto ya que así había sido diseñado y también porque se había pasado una existencia entera rellenándolo por si acaso no había tenido tiempo a prepararse.

Pero como decía llego temprano con la voz en grito, proclamando su nombre, recitándolo como si fuera una letanía que iba desde la clemencia hasta la demencia pasando por todos los grados de la felicidad al igual que un arco iris.

Ella salió a su encuentro con sus típicos desaires reivindicativos de su libertad y su propia capacidad de decisión en lo concerniente a su estilo de vida. El cerró los ojos y de un tajo certero corto la lengua a una de sus dos cabezas. La que le quedaba intacta frente a la agresión retrocedió en su avance mientras sus patas felinas se colocaron en posición defensiva.

La lengua viperina seguía contorsionándose en medio de un charco de sangre púrpura, intentando terminar su mensaje interrumpido de forma abrupta, SM lo cuchicheaba entre dientes pues de memoria lo conocía y aliviado por haber cambiado su pasado sonreía por ser la primera vez que si se sentía mal tenía culpa de algo. Pero en ese momento se notaba genial por haber silenciado a esa boca corrosiva que minaba su autoestima a cada palabra igual que lo hace el lazo de la soga o el vientre de las arenas movedizas.

También por primera vez en su vida había conseguido que ella dejara de atacar y respetase su naturaleza en vez de infravalorarla. El veneno que le había inoculado se había gastado lentamente durante su condena, si en un principio bebía los amores por ella, esa maldita ponzoña suya le había hecho idealizarla. Pero como todo Dios sabe cuando se deja de atender a los creyentes la magia inicial se va agotando hasta desaparecer.

Ese mi querida amiga era el caso y avanzando en silencio y con el arma oculta a su espalda se dirigió a su tan preciado destino mirándola a sus ojos haciendo honor a su nombre por primera vez en la vida. Cumpliendo en vez de acatando. Ella chasqueando sus fauces y horadando el suelo con sus garras. Él observándola sin más, ligero sin la carga de un amor desvirtuado, de tener que llevar cargado la culpa del mundo a su espalda, sin remordimientos ni tampoco reproches.

Sintiéndose al fin como un centauro completo había ido a cumplir su objetivo, librarse de ella, dio un paso adelante arrinconándola más si cabe en una esquina sin salida y ella simplemente salto impulsándose con la pared que le quedaba detrás.

Se abalanzo sobre su torso clavándole sus garras en pecho y piernas agrupándose al contorno de su cuerpo mientras que su boca intacta se clavaba ferozmente en su cuello. La otra taladrándole de frente directamente a los ojos esperaba reacción alguna, pero sólo encontró una sonrisa a la que contesto con un sonido gutural de exclamación atípica.

-         Cielo… sin lengua suenas fatal. Y tu otra cabeza un siquiera roza el mejor de los mordiscos que nunca te di y deje en el tintero. Pero hoy no estoy aquí por ninguna competición estúpida y sin fundamento. No vengo tampoco a reforzar tu leyenda, ni a dejar mi vida postrada delante de tu presencia otra eternidad.

-         Vengo a por tu corazón y si la encuentro, el alma que me deje olvidada en alguna de tus espinas.

Y mientras ella seguía abrazándole a muerte, él saco su brazo de la espalda en un rápido arco hundiendo su afilado acero entre las costillas de su bestia. Fugaz como la estrella que esperaba infructuosamente a que se precipitará para pedirle el deseo de tenerla, la tuvo durante unos segundos como debería haber sido y no fue. Viendo marcharse sus fuerzas para caer rendida a sus brazos.

De alguna forma lo iba consiguiendo conforme movía la hoja, con la piedad de no retorcerla. Veía el fuego de los ojos de su victima apagarse y a la torpe boca dejar de intentar hacer algo sin hacerlo. Cuando acabó de caer la última gota y saciado de su sed, arrojó el cuerpo sin vida hacia un lado sacando la espada a la vez. Se acerco y arrodillándose amplio el corte para extraerle el corazón ya en parte seccionado. Lo sacó, presionándolo hasta expeler cualquier gota que quedase y lo metió con cuidado en un pañuelo limpio replegando cada pico hacia dentro.

Acto seguido se levanto girándose y se puso en marcha sin una despedida. Tan sólo un: demasiado esfuerzo para tal saco de huesos sonó de su boca mientras guardaba el paquete en su bolsillo. Nunca le gustó decir adiós pero todo tiene su final y no había excepción ni esta historia. Mató a su amor, pero sin alma a la que condenar al averno no había perdida, así que sonreía mientras pensaba para dentro. Lastima del que tenga mi alma, le tocará ración doble de divertimento. Sonaba genial como quien echa sal con cariño al agua de una olla, hoy era un buen día y el sol brillaba de nuevo.

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