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lunes, 15 de abril de 2013

La Pedriza.




Si de algo saben las piedras es de dureza y de ver pasar el tiempo, algunas saben hasta guardar esos momentos en su estructura interna, conservándolo petrificado hasta que alguien se atreve a descubrir en su silencio algo escondido, entenderlo y después compartir su historia.

Todos los minerales que cogía de pequeño, tenían algo en común, eran más viejos que yo y a su vez siempre lo serían. Al principio sólo eran piedras, silenciosas y aburridas. Yo no las entendía y ellas tampoco a mí que las recogía alejándolas de sus hogares. Lo que para mi era un recuerdo, para ellas era su vida y yo tenía la manía de raptarlas para encerrarlas en mi cuarto.

Hay gente que ha tenido cámaras en la juventud de sus vidas, yo hasta que mi hermano se compro la suya, guardaba mis mejores instantáneas en trozos de rocas. Una fotografía esta genial… puedes verte y ver donde estabas, pero una roca es la hostia porque es un trozo originario del lugar. No uno valioso de los que se compran en las tiendas de los museos, sino uno personal que te cruzas en tu vida y ya no puedes dejar escapar.

Yo guardaba mis lugares como pedazos de hielo en mi propia cueva. Y así ha sido durante años y allí continúan en silencio cuando voy a casa de mis padres a mi ciudad natal. Mi historia allí sigue congelada desde que me fui de casa por propia voluntad, costumbre que perpetuo anualmente en mis lugares de trabajo.

Mi estantería sigue siendo tan especial como el primer día que la herede junto a mi cuarto. Era la estantería de mi hermano y a partir de ese día fue mía. Y como no tenía nada en aquel entonces la llene con mis mejores piedras, no las que había comprado y venían en sus cajas con sus nombres. No… esas eran vulgares y aunque tenían sus propias historias, las mías pertenecían al escenario de mi vida.

Todavía lo son pero con los años aprendí a escuchar sus voces dentro de mi cabeza, junto a mis recuerdos. Supongo que siempre quise ser un antropólogo hallando fósiles y tesoros pero cuando me hice adulto descubrí que ese trabajo ya no tenía demasiado futuro. Ahora ya lo soy… a la vez que sigo siendo un niño al entrar ese cuarto donde siguen mis mejores juguetes repartidos por las baldas de un armario que lentamente se ha ido vaciando.

Aunque mis rocas ahí persisten igual que mi memoria fragmentada, cada cosa por separada tiene hasta su lógica, todas juntas son un despropósito sin línea temporal. Sólo una película muda con la banda sonora de mi infancia y la voz de la tierra como narradora del cuento.

Cada escena es un lugar y cada cuento una historia completa que escuche cada año de calvario que ocupo mis noches de insomnio. A los diecisieta sólo dormía-perdía la conciencia una hora al día entre las 7 y las 8 de la mañana. Pero no hubo ni una noche que no soñará con los ojos abiertos mientras mis eternas compañeras me hablaban del principio de los tiempos.

En la actualidad duermo más y sueño menos. Ahora poseo mis propias fotografías donde casi nunca salgo, ellas me hablan mucho menos que las rocas, pero sigo visitándolas de vez en cuando a ver que me cuentan. Siguen siendo como el primer día y desde entonces ha llovido mucho pero ni el tiempo las ha erosionado. Supongo que me agradecen tener un techo donde cobijarse, aunque les robase sus vidas involucrándolas en la mia. Ellas nunca serán polvo… al menos no mientras que yo siga a salvo porque la vejez llega y todo el que no es un elefante necesita su memoria intacta como una cueva donde refugiarse en epocas de tormenta.

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