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viernes, 3 de diciembre de 2010

Réquiem.


A veces me siento un gilipollas cualquiera como un estúpido a las puertas del colegio que tras arduas deliberaciones decide no pasar. Me quedo sin palabras… sin opciones… sin oxigeno y me ahogo, me muero un poco mas quizás si cabe. Y es cuando me doy cuenta de que puede que el mundo no sea el que es diferente, sino yo mismo. No es que todos sean retrasados y despistados. Es que yo soy el anormal y me siendo francamente jodido al comprobar que sigo solo después de este tiempo.

Existen amigos… tantos, como clases en las que puedas clasificarlos. Los tengo de todos los estilos, pero cuando termino de enumerarlos me encuentro otra vez abrazando al jodido y molesto punto y final. La totalidad o al menos una gran porcentaje siguen vivos… y logran estar vivos y sentirse como tal. Sus zapatos calzan con sus pies, igual que sus vestidos, pero cuando gasto un día y lo tiro a la basura, al levantarme no todo lo que tengo en el armario me sirve. Busco los suficientes pedazos de mi cuerpo por la cama y los voy ensamblando conforme pasan las horas antes de acudir a trabajar.

Con buena suerte llego casi completo, de esos días ya quedan pocos. Voy dejando un reguero de pedazos… de historias y llegara el día de que no queden ni los huesos que moler. Me deshago como el silencio de la madrugada. Llenándome poco a poco de sonido… pero a la inversa. Me disuelvo esfumándome de lo que fui y pude haber sido. Ese camino se torció hace largo y no queda ni rastro alguno de su existencia. A kilómetros en ninguna parte… disimulado con la arena del desierto que lo engulle todo.

Queda tan sólo el recuerdo de los que guardan la esencia de las cosas y los sucesos. Una película en una gran sala con una butaca. No hay entradas, y la película sigue proyectándose en busca del final. Pero no existe, nadie lo ha escrito. Seguro que hay sonrisas… porque al director siempre le han gustado, pero llevamos años que parece que lo ha olvidado. Se han disfrazado durante tanto que ahora son desconocidas en otros cuerpos y con otras caras.

Me gusta su sonrisa, porque me recuerda a la que yo tenía… Pero por desgracia no me quedan ya de esas naturales, solo de las fabricadas y me jode haber cambiado tanto. Haberme vendido como un vulgar articulo a subasta. Encerré juntos a la bestia y al caballo en una pequeña cuadra y ahora tengo que volver a ganarme sus favores. Lo peor de todo es que no estoy acostumbrado. Borré como se hacía eso de contar con alguien, de pedir ayuda, ni siquiera auxilio.

Los que vivimos en el infierno acabamos vistiendo la piel del demonio para poder sobrevivir allí dentro. Es un traje muy difícil de conseguir, tanto que pierdes el alma en el transcurso. La conciencia y la piedad quedaron empeñadas casi desde el principio. Y por supuesto me vaciaron con una cuchara de porcelana, de esas que arañan hasta el duro metal que andaba aferrado a la medula limándome hasta el marfil para acabar siendo algo nuevo. Y quede yo… la piel y mis huesos. Vendí todo lo demás para poder volver a nacer después de años muerto.

Y ahora tengo que recordar lo que era… Abrir puertas que se dé seguro que dolerá, todas duelen de cierta manera, pero esta vez ese extraño placer queme sosegaba no va a servir de nada. Cruda realidad hasta que sangre por los ojos todo lo que ya no me hace falta. Empeño las cadenas para dar otra oportunidad a la libertad. A las puertas del establo todo es como siempre. Dentro aguardan las dos cosas que siempre he tenido que mantener encerradas.

Pero me siento un idiota en manos de un Dios sin aspiraciones. Excluido de cualquier intención de hacer algo con el potencial que reside entre sus dedos. Ya no sabe sentir. Y yo como un muerto más en el cementerio paso de estar ahí, de compadecerme como un juguete destrozado. Necesito salir de ahí. Lo irónico es que hace tiempo tuve que decidí encerrarles para poder pensar sin sus voces arremolinándose en mi cabeza.

Enterré el corazón y emparede a la rabia para no dañar a nadie inocente, pero al final después de todo, la mayoría son culpables de algo… Guarde lo puro encerrado en una jaula, para no contaminarme y poder tragar todo lo que me dieran sin poner pega alguna. Silencie a los únicos que nunca me han abandonado y que yo tuve que repudiar… Entonces me sobraban y ahora los necesito… No me queda otra salida.

O el fuego o la muerte. Y no quiero parar, no por fin que he encontrado de nuevo el camino. Sigo jugando con la suerte a ver si me insufla algo más de fortuna. Un par de manos mas y conseguiré ganar a la banca. Solo un suspiro para abrir la puerta y echar a correr… libre al final y acompañado. Bestia y caballo cabalgando de nuevo, sin miedo y sin rencor… Porque lo el que el hombre guarda… el animal perdona. Y me he cansado de esperar… de aguardar la verdad de los hombres.

De esos quedan menos incluso que de justicia. Lamento amargamente como un mar de angustura y angustia haber dado tanto por tan poco. La experiencia ha sido bonita, pero no compensa en absoluto. La ecuación estaba rota antes de empezar y ahora que termino… nada es mejor de lo que era, ni peor tampoco. La misma mierda con distinto disfraz y la falta de valor vistiendo las paredes del cuarto de un payaso borracho de vino.

Vuelve a sonar el corazón como un bombardeo en mitad de la noche. Atronador mezclado con los relinchos de una fiera enjaulada. Las bisagras van cediendo y ni siquiera tendré que abrir la maldita puerta. Todo sucede solo sin forzar. El fin no está escrito, pero el capítulo culmina con una sonrisa

La de ese niño travieso que sabe de antemano lo que va a ocurrir y se mofa por debajo de los sucesos. Puede que sea un gilipollas, pero a pesar de tener un único ojo sano… me sobra para ver las cosas que otros no pueden ver, ni lo lograrán. Ríen tranquilos porque todo va bien, pero ya me he cansado de morir en la guerra de uno que nunca me ha defendido, bajo su cargo queda el gasto de sangre porque mis venas se han cansado de sufrir sus penas.

La bestia me guarda y el caballo me otorga su fuerza. Cuando la puerta se abra, no quedara nada detrás. Lo que había arderá y volveré al infierno. Pero esta vez no iré sólo sino acompañado. El imperio de los Dioses está a punto de observar su fin porque aquel que no era desechado más que como una pequeña pieza sin importancia en el engranaje, en el fondo era un pilar esencial… y todo cae por su propio peso, mientras el chiquillo que se presuponía no sabía nada. Señala con su dedo para que todos presten atención.

La carrera va a comenzar… los caballos son acompañados a sus jaulas de salida y los joqueis vestidos como floreros con mallas se suben sobre sus monturas. El silencio se condensa entre los bramidos equinos que relinchan entre el frenesí de sus alientos. El invierno será duro y dolerán todas las cicatrices que ya estaban curadas… el frio volverá a besar mis huesos y querré estar muerto. Pero la verdad es al menos seguiré vivo, casi tanto como cuando empecé a correr recorriendo el camino.

Desde 0… y sin prisas porque el tiempo estará en mis manos y no en las de otro. Las taquillas cierran y los retrasados corren a sentarse en sus posiciones con los boletos en las manos rellenos de esperanzas. Todos apuestan por el favorito… pero en la salida hay un caballo desconocido que sonríe humildemente. Era el más rápido en su tierra, pero cambio tantas veces de manos que perdió hasta su propio pasado entre las mudanzas.

Extrañamente lo ha vuelto a encontrar. Lo bueno y lo malo mezclado en un buen coctel de los que le gustan. Es el momento y está preparado. Solo su jinete apuesta por él y es el único que lo ha realizado ese pronóstico. Las previsiones están en su contra, pero eso no lo detendrá, le hará ir aun mas rápido y aunque su boleto es el único que tiene su peso en oro, eso no le hará desfallecer en el intento. No tiene miedo, ya no le queda nada. Sólo el sudor y la fuerza, por suerte de los dos le quedan lo suficiente para lograrlo.

Arden las últimas esperanzas guardadas en ese estante que nunca quiso tocar… Se queman como hacía años que no se veía en el averno, el fuego inunda las calderas con sus mil lenguas y el doble de palabras. El fulgor de todo aquello incendiándose sin remedio asusta hasta a los otros caballo que han olido lo que se avecina gracias al olfato. Sus ojos reflejan lo que sus corazones les está avisando. No hay nada más peligroso que un caballo de fuego sin ninguna posibilidad de ganar. Son tan cabezotas que ni el dolor, ni la pena, ni el llanto, ni nada hiriente puede causarles ningún mal. Todo arde cuando has vivido en el infierno.

Ahora como muy malo sólo volverás a casa. No hay miedo porque la desesperación de sentirse muerto cada día se evapora como un vaso de agua sobre el radiador… Lento pero inexorablemente porque desde el principio ya tenía un pie fuera.

Suena el disparo y la adrenalina impulsa los motores… la pista se vuelve una línea y no hay nada que no sea la velocidad y fuego… Caballo y bestia acompañando de nuevo el sendero. Lo lamento por los que no pudieron comprender lo que yo era. Porque entre tantas estrellas queda eclipsado hasta el mismísimo Sol por la noche. Y no me considero nada… que no sea un caballo de fuego. Siento las repercusiones que acaezcan cuando abandone la salida. Lo siento por ganar mi propia partida sin pedir permiso a nadie por una vez.

Siento ser tan yo… y que ellos no puedan usar ni siquiera uno de mis pedazos que pueda quedarles, que bien les salvaría… A la mierda eso de guardar las apariencias. Esta noche me he sentido incomprendido y frustrado por lo que pueda ser la última vez. Sin querer alguien ha corrido el pestillo de la puerta y la bestia es demasiada lista como para dejarse encerrar de nuevo. Ha salido y liberado al caballo porque son uno en dos… y yo por fin vuelvo a ser tres en uno. Cuerpo, alma y mente liberados en lo que puede ser el mejor de sus días.

Por lo que bienvenida la caída del ángel sin alas que remonta el vuelo con la única ayuda de lo que guardo sin ser visto y que otra vez vuelve a utilizar. Huele a viejo y apolillado, pero por suerte año habrá tanta nieve que fundir bajo los pasos que la primavera por fin olerá a hierba y flores frescas. Como los días del pasado donde no había más que asfalto y carretera ardiendo entre los distintos caminos que me llevaron a este conocimiento que ahora tengo… el más importante quizás de toda competitividad. En las puertas de la meta quemar lo que quede para así poder lanzar la cabeza con más ímpetu de los que tengan los demás por alcanzar la victoria.

Laurel tan solo para las coronas y ningún ramo de flores con banda sonora para acompañar al muerto. La madera para los que huyeron de la tierra… no para los que caminan con sus pies sobre ella. El fin por fin resuelto ardiendo sin un punto y seguido.

2 comentarios:

  1. a veces uno se siente tan diferente de lo que quisiera, que ya no se siente uno mismo.
    Son momentos raros en donde aprende más de uno mismo que en la plácida vacancia.
    Abrazos

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  2. A mí me gusta ser diferente.
    Nunca reniegues de eso Kramen, te hace ser único, te hace ser tú y sólo tú.

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