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martes, 21 de diciembre de 2010

Viejos camaradas


Ya nada era lo que era, ni fue lo que había sido. Tenía razón el tiempo con su sentencia fatalista de que una vez abierto ya no se podía parar y ahora me encontraba entre las rejas de un palacio de hielo sembrado en mitad de la estepa de Rusia. Mi nuevo dueño era Igor Petroski, un antiguo señor de la guerra fría venido a menos, pero que seguía manteniendo al día una larga lista de enemigos de caras conocidas con buenas sonrisas y malas intenciones.

¿Mi precio?.

No había ninguno, total disponibilidad de fuera lo que viese sin preguntas, ni normas. La única excepción que no debía separarme nunca más de 10 metros, la línea 0. Una restricción dura y poco equilibrada, pero el riesgo tenía sus ganancias.

Yo necesitaba un tiempo para la reflexión y unas largas vacaciones, pero siempre fui de hacer las cosas a medias y esa oferta era de las que no había que rechazar. Así que deje lo de las cartas de asesinato y me enrolé en mi nueva rutina destructiva.

Allá donde iba Igor le acompañaba yo y por supuesto Némesis. A la cual tuve que volver a despertar de su letargo. La fama adquirida por ambos había cruzado demasiadas fronteras hasta depositarme liviano como una pluma en aquella desolada región. Al parecer hacía años que el había tenido un sueño en que aparecía yo y mi pistola. Por lo que al conocer de mi existencia tenía que tenerme a su lado.

Pasábamos los días entre sus negocios aburridos. Al menos tenía una buena compañía en tales oficios. Ella me hablaba de su viaje al infierno. De las almas y sus gritos, del fuego y el dolor, y por supuesto del calor que hacia que se derritiese sin dejar de prestar atención a los peligros… en cambio Él, me hablaba mierdas que ni quería saber, ni me importaban en absoluto así que a la primera semana.

Use uno de mis beneficios y le dije a mi mecenas. Disculpa Igor, pero podrías callarte de una puta vez, aquí no hay quien se concentre. Por supuesto puedes hablar cuando sea importante, pero el resto de veces preferiría que guardases silencio si se puede.

Su otra sombra Jhristo ya estaba echando mano a su arma cuando se percato de que Némesis estaba suspirando por su cabeza por debajo del brazo derecho y pegada al corazón. A Igor le pareció muy divertido lo que había dicho acompañado de maldito español loco, y recomendó a Jhristo entre carcajadas que guardase su arma sino quería tener otra nariz en mitad de la frente. Ambos sonrieron y tragaron saliva… para a continuación proseguir caminando.

No me gusta que me molesten cuando ando por el metro de Moscú, me encantan sus bóvedas y sus paredes, Némesis me sigue contando cosas mientras que voy por un museo urbano. La gente se aparta al vernos llegar, pero es normal, por lo que además disfruto de un buen espacio vital para desarrollarme.

Estoy pasando unas buenas vacaciones… cuando me canse de todo, le pegare un tiro a cada uno de los gilipollas que tengo delante, me quedare con su dinero y quemare el palacio de hielo hasta devolvérselo en forma de agua a la madre patria. Mi ruso es tan duro como lo sería atravesarle a alguien el pecho con un carámbano de hielo. A pesar de todo no suelo hablar mucho.

Desde que he empezado en mi nuevo negocio ya he acabado con 13 personas que atentaban directamente o de manera cubierta contra Igor. Mi respeto sube en Rusia como la espuma de un champagne agitado. Disparo plomo y caen fajos de billetes. Jhristo siempre dispara después, pero el idiota no sabe apuntar y apretar el gatillo a la vez, así que casi siempre remata a lo que ya yace en el suelo.

Me quedare lo suficiente para que pueda mejorar y así no malgastar una bala dentro de un cráneo lleno de basura… Sonrío abiertamente ilusionado en el progreso, cuando como si me hubiesen escuchado los dos se giran para mirarme…

¿Ocurre algo?

- No… Nunca te habíamos visto usar sonrisa alguna.

Ah!, era eso… me he acordado de una historia graciosa, cosas del progreso y el orden natural. No os preocupéis… Seguid adelante que yo os guardo las espaldas. (Irónicamente hablando por supuesto), cuando me canse de mis vacaciones pienso a hacer mucho ruido… quizás eso me de un pasaje directo al infierno, Némesis me ha contado tanto, que ardo de ganas de bajar allí, y volver a exterminar a los que cayeron a mis manos. Tiene que ser muy jodido morir dos veces de la misma forma, sobretodo cuando vives en el averno.

+ Señor ¿Quiere flores frescas? Grita un alegre muchacho… Puede olerlas si lo desea.

Némesis prefiere no pensar. Percute su lengua y una bala atraviesa la cabeza del chico. Silba tan dulce que nadie se da cuenta, detrás de él una estela roja salpica la nieve del suelo y un cierto olor a carne quemada. Agarro al muchacho antes de que se desplome.

Cae su mano muerta con el ramo y una pistola que dormía dentro se deja entrever. Arrastro el cuerpo hasta una columna no muy concurrida y nos escurrimos sobre el hielo hasta desaparecer.

Entramos en el coche, puedo escuchar sus respiraciones entrecortadas y sus corazones latiendo fuerte como tambores. El mío respira calmado… me limpio la sangre aun caliente entre los dedos mientras Igor me mira fijamente y me pregunta.

- ¿Como lo has sabido? Estabas distraído.

Que yo estuviese en mi mundo no quiere decir que pueda pasar por alto algo importante, son pequeños resortes que me activan.

- ¿Qué ha sido esta vez?

Algo muy sencillo… Nadie vende flores a un asesino en Rusia.

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