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domingo, 12 de diciembre de 2010

Nieve metálica.


Abre la botella y sale el genio que habitaba dentro de ella. Sale de su interior convertido en un delicioso liquido de tonos dorados, su aroma penetra cruzando el olfato hasta incrustarse en las neuronas… unos segundos después la borrachera comienza a cocerse dentro de su cabeza.

Burbujean los delirios y se traban las palabras enroscadas en la lengua, agarrándose como sanguijuelas para así no caer al silencio y acabar su vida inútil sin que nadie las escuche. Las más hábiles corren y vuelan por dentro de las venas para que las manos puedan escribirlas en algún sitio.

Anoche esa preciosa musa que durmió a su lado, despertó con el cuerpo escrito con el mejor poema de amor que ningún loco pudiera haber nunca declarado y no pronunciado porque Susurro era mudo de nacimiento. Podía escuchar y entender, pero sin cuerdas vocales el violín de su voz no sonaba.

A pesar de las taras que había recibido, no se rindió y las contrarrestó por un afán de superación interminable que le habían convertido en un gran escritor. Había logrado sintetizar sus sentimientos y pensamientos en rayos de luz que podrían dejar sin palabras a cualquiera y usaba ese talento para alegrar a los que a pesar de tener voz a veces eran silenciados. Cualquiera que mirase a S o leyese algo de sus letras, se sentiría muchísimo más afortunado de lo que él lo seria jamás, o al menos eso pensaban resignados.

Dedicaba sus días a leer y escribir, practicaba ambas con la misma intensidad y cuando lo hacía, era capaz de experimentar una explosión de emociones fabricándose en su cara. Sentía mas que cualquiera, porque para él las palabras sonaban en su estomago. Su hambre se podía solucionar con un libro por día y cuando acabó en años con los que abundaban por las habitaciones de su casa, encontró trabajo en una pequeña tienda de libros donde todos le conocían.

Otra de sus facultades era encontrar los libros que pegasen con las personas. Sabía leer a sus clientes casi tan bien como sus ejemplares y como buen vendedor, traía una muestra de los que recomendaba y de entre ellos siempre se quedaban con alguno según decían para probar. A él no le importaba, sin dudas lo conseguiría.

Pero un día todo estaba por llegar… Para ser sinceros llevaba una semana algo extraño, sentía un extraño revoloteo en su garganta que no solucionaba carraspeando ni bebiendo agua. Por probar… escogió algún alcohol y después de varias borracheras la mar de divertidas. Descubrió que el whisky deparaba con su sabor algo de paz a su interior. Así que su jefe, más que contento con su empleado, permitía a Susurro beber sin que nadie se percatase. Nadie se lo notaría en el aliento en el hablar, sonreía con picaresca mientras dejaba que el genio mudo obrase.

Y la semana pasó… como lo hacen todas y el sábado por la tarde cuando todo estaba por terminar, andaba recogiendo en la trastienda cuando Eduardo pasó por debajo de una estantería de la que un inconsciente tomo de Guerra y Paz caía en picado para cobrarse una nueva víctima.

Susurro grito cuidado y Eduardo sorprendido de lo recién escuchado quedo quieto con la desgracia posterior de un chichón del tamaño de Cibeles en plena calvorota. El chico reía extrañado de escuchar su voz entre lo que Eduardo sostenía ese tomo acariciando la pequeña brecha que empezaba a supurar.

Recompuesto acercóse para interesarse por su amigo, consiguiendo pronunciar un raro ¿Qué tal estas? Que casi consiguió hacer que E se plantease si estaba consciente o inconsciente gracias al golpe.

Parece ser que tantas palabras tenia Susurro entre el cerebro y el estomago que había desarrollado una intrincada cadena de letras que unía ambas partes comunicándolas y que así había milagrosamente conseguido tener voz. Esa fue la versión más plausible que pudieron encontrar. El médico no se lo explicaba y nadie cree que lo puedan hacerlo nunca.

S ríe porque quien quiere cuerdas pudiendo tener cadenas. Con el tiempo ha aprendido a hablar con el estomago. Piensa y habla… lee en voz alta y siente orgasmos tocando un arpa que cada año tiene una nueva cadena. Le gusta su vida y ahora que puede hablar, vende el doble de libros que conseguía antes. Por lo que Susurro, Eduardo y su chichón que siguen juntos aun semanas después, están encantados.

Pero aun sigue prefiriendo escribir antes que hablar, sobre todo con las chicas, porque con las mariposas las cadenas se desmoronan y por eso sigue teniendo sus celebres notas. Sigue con sus palabras porque nadie podría saber que hubiese sido de él sin ellas. Su silencio se rompió y aunque todos opinan que es cosa de milagro. Sólo él sabe que todo es por una fantasía suya, poder leer a Dickens en voz alta.

Lee el almacén de antigüedades… sus palabras suenan metálicas y brillantes saliendo por su garganta y regresan en forma de lluvia por sus oídos, mientras que se cruzan las que salen y entran y juegan en el pecho y estomago… se mezclan y salpican, ríe su cara y llora su alma, su cuerpo se parte en dos y se desparraman las palabras, los libros de cuero, la luz de las lámparas, la oscuridad de la soledad y las sonrisas de las musas desnudas con una copa de borgoña en la mano.

Sueña, vive y resucita a cada vuelta de la cadena dentro de su cuerpo… pasan las horas y los días, ha perdido la cabeza, pero su voz no deja de parecer un jardín de flores parpadeantes descendiendo por la ladera. Vuelan mariposas y se tocan los sueños moldeados en nubes. Suena Sinatra y mientras el siga cantando, algo bueno puede pasar. No es digno darle la espalda y se vuelve invisible y desaparece dentro de su voz. De la única voz aterciopelada, desciende por ella agarrado a su propia cadena.

Baila por la noche bajo la noche a la canción de nunca parar. Brillan las estrellas y el conoce todos los pasos de ahí hasta la Luna. Se monta en su voz y fabrica su escalera. Su amante espera en la otra punta, se coloca su sonrisa y practica su, Buenas noches princesa.

Recuerda a Benini y practica una reverencia, se despide del público y sube cantando Free Bird de Lynyrd Skynyrd. Todo irá genial cuando consiga sus alas, pero esa noche nada importa. Susurro podrá decir todo lo que siempre quiso decirle a la Luna al oído. A la hora ella se pone roja y apaga la luz enseguida dejando al mundo a oscuras. Oh si! Cae del cielo a modo de purpurina. Sonríen al fin todos y se tapan los oídos las mojas.

Susurro ha dejado sin palabras al mundo. Ahora otra vez en la tierra todos se quedan mudos en su presencia. ¿Quién diría que ocurriría algo así?

Nadie… pero tampoco diría nada alguien que no ha encontrado aún sus palabras.

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