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lunes, 20 de diciembre de 2010

La hora de las sombras.

Duerme el escenario esperando a que la mañana brille a las puertas de la zona de carga. Huele la madera a café tostado durante tantos años, que ha terminado por ser tan agradable como el beso de buenos días de una abuela. Bailan los telones bajo la atenta mirada del maquinista. Mueven sus hilos y van tejiendo la tela de araña para que el universo soñado empiece a formarse en los espacios vacios.

Viene la caravana de camiones y todo se prepara para el inicio. Sus bocas se abren como bostezos entre el frio y por sus lenguas de hielo bajan los cerdos que llevan durmiendo aun la historia en sus entrañas.

Bajan y muestran sus mundos como sorpresas escondidas. Las hormigas trabajan y la araña observa desde las alturas el trasiego. Sonidos eléctricos y los focos disparan sus ráfagas coloridas . Capturan sus marcas como fieles asesinos de lo oscuro, lo abducen para que en su lugar algo bueno pueda ocurrir.

Antes de que el espectáculo arranque todo estará listo y el Dios de las mierdas repartirá suerte sin necesidad de entregar tréboles. Arroja su nombre como si fuera una alfombra roja por la que todo se desarrollara. Las hormigas se retiran a la parte de atrás, para que por fin las cigarras inunden el escenario.

Giran, bailan y ríen. Hablan entre ellas mientras practican lo que ocurrirá en cada sitio. La música comienza al final y las luces bajan su intensidad hasta devolver la oscuridad a su reino. La araña desde el cielo inicia el primer movimiento como si fuera el director de todo aquello. Mueve sus hilos para darle la vida al objeto de su obra… Sube el telón y la magia florece llenándolo todo con su energía. Un mar de pupilas concentradas brillan entre la oscuridad al otro lado.

Ya no hay miedo dicen las cigarras y vuelan a contar su historia. Cada día lo mismo, siempre diferente. Los recuerdos vienen dentro de bolas de cristal llenas de humos y aplausos. Cuando la gira termine habrá otra que pueda sustituirla. Hasta entonces todo debe continuar. Baja el telón y la sala se vuelve fría como el silencio. Desnudan a la madera con cuidado y esmero hasta devolverla a su virginidad. Se cierran las puertas a mitad de la madrugada. Para que cada uno vuela a su lugar correspondiente.

Dentro la oscuridad toma forma concreta y el espectáculo de los fantasmas vuelve a comenzar. Crepitan las tablas, vibran las cuerdas y el polvo sale a escena. Representa su papel estelar. No tiene publico pero no le importa. Ya estaba ahí antes que cualquiera. Siempre lo ha tenido, pero en la representación de sus propias obras, prefiere que desde el anonimato del silencio, su representación se convierta en inmortal como su presencia. Cuando regresen los humanos, todo volverá a estar como estaba porque solo el maquinista conoce lo que ocurre dentro de su teatro.

Cada noche las estrellas brillan entre bambalinas abandonando levemente su jerarquía en el cielo. La música es tan antigua como el beso de los tiempos, las mejores obras suceden en sitios de forma espontanea. Podría ser dentro de una cabeza, pero el polvo no entiende de eso y prefiere los espacios abiertos. Todo tiene su momento en el circo de los sueños.

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