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sábado, 18 de septiembre de 2010

Erizos de mar


Viste sus púas como si fueran una armadura impenetrable, nunca se quita su coraza porque desconfía del mundo entero. Las cosas eran mejor antes… ahora todo es un descontrol completamente. No se fía ni de su sombra, porque en una ciudad llena de luces, lo importante es saber cuál es la verdadera que te pertenece.

Vive deprisa porque nunca le gustaron las tramas llenas de paja, sencillamente adora los momentos de oro que se pueden recordar durante mucho tiempo, en el fondo no es más que un caza tesoros de la belleza, y ningún arte le resulta superior al otro. Observa todo con el mismo interés que podría tener un estudioso.

Sobre gustos colores y en la asignatura de la búsqueda del conocimiento ya es casi un experto. Pero todo lo que sabe hasta el momento le parece poco con lo que podrá llegar a aprender. Así que gasta los días como si fueran cerillas. La muerte no le asusta en absoluto porque sabe que está en la línea de llegada y hasta ese momento muchas cosas pueden pasar… Mientras le queden vueltas en el contador… disfruta del recorrido.

Olvida lo malo conforme sucede, piensa que lo desagradable sucedido es mejor suprimirlo que recordarlo y que vuelva a pasar… Por lo que se deshace de los problemas en cuanto aparecen para que no se le acumule nada en el tintero. La solución sólo depende del empeño puesto en realizarla.

Es afilado como un cuchillo y fino como una aguja… corta por todos los lados por igual. No sabe el significado de la palabra límite. Para el todo tiende a infinito de alguna manera. Busca la excelencia en todo lo que emprende. Ser cauto es una debilidad que se convierte en fortaleza a la luz de la luna llena.

Cuando llegue el final, no se olvidara de dibujar una gran sonrisa y despedirse de todo el mundo con una amplia reverencia. El espectáculo mueve sus zapatos cuando la música concuerda con las notas que marcan sus pasos. Aun le quedan muchos solos que tocar. Se quitará la coraza cuando llegue el momento… eso es algo que sabe. Se protege de todo, porque la última vez que se la quitó… le hicieron mucho daño.

Pretende olvidarlo… Pero con el frio le duelen las cicatrices. El dolor no entiende de amnesias voluntarias, es conocido y después de tanto tiempo, casi familiar. Pasa el año en un suspiro hasta que el invierno, le recuerda su nombre y su historia. No lo puede evitar. Se resigna y añade una nueva pieza de protección más. La tentación viene de arriba y ella sigue teniendo unas alas preciosas. Intenta esquivar cruzarse en su camino, pero de todos es conocido que no se obtienen todos los deseos, sonríe y silba una canción… sus días brillan en la espera de tener tan mala suerte para tener que olvidarla de nuevo.

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