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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Ardillas voladoras.


Ya ni la muerte le quiere… Se ha olvidado de clavarle sus alfileres envenados de ponzoña por la mañana o restarle un día a lo que le queda para su condena eterna. Ni el tiempo se encarga de envejecerle, y en los últimos años no ha celebrado ningún cumpleaños.

Es una estatua viviente de lo que fue y será, apartado del flujo de la vida vive absorbido por sus propios fantasmas, que son muchos y muy dispares. Pero salvo eso ya nada puede preocuparle. Cruza sin mirar si quiera… ha abandonado esa costumbre absurda de afeitarse y ahora una poblada barba al estilo mago antiguo habita sobre su mandíbula.

Los rumores cuentan que hace magia, aunque unos pocos saben que la magia que él hace, es de la que no se ve, ni llena teatros ni locales, su magia es tan privada como la vida de un famoso. Descolgado hasta de su propio gremio realiza una vida tranquila y en paz que todo lo que le rodee.

Una de sus primeras lecciones fue una cura de humildad que le bajo de una patada a varios niveles por debajo del suelo. Descubriendo así el primer principio. La magia es la sublimación de la armonía del propio ser. Por lo cual tuvo que ponerse manos a la obra y trabajar sin prepotencia ni orgullo en busca del conocimiento. Leía mucho y practicaba poco. Cuando una decena de años cayó de sus manos… los que se habían iniciado en el arte al mismo tiempo… Progresaban excelentemente. Él en cambio conseguía con suerte crear el truco básico de las luces. Pero poco después se había quedado sin material que pudiera absorber y en una carrera excitante desarrollo todos los hechizos que había aprendido a lo largo de los años.

Era un genio transformando lo asimilado y memorizado en algo real. En todo ese tiempo había logrado la capacidad de concentrarse, cosa que necesitaba para digerir los enormes tomos de magia de la biblioteca. Por lo que sin ejercitar el cuerpo y sus poderes había ejercitado quizás sin saberlo, la más poderosa arma de un hechicero.

Cuando la mayoría de la clase rondaba el nivel 2 o 3… en una semana se presento en el 6º sin apenas un titubeo. Un par de accidentes sin apenas consecuencias y menos represalias de las debidas. El viejo consejero reía entre sus seseantes dientes. Veis!... si yo os lo decía, ese chico tiene potencial!!!

Y aunque no se equivocase en ese momento, la colección de insignes desastres que le seguían hacían que sus palabras la mayoría de la veces cayesen en saco roto o simplemente ignoradas, pero la verdad es que cuando acertaba, podías llegar a plantearte la verdadera cuestión.

¿Quién está más loco de los dos?

La respuesta era que ninguno, porque sencillamente solo alguien normal obviaría que ese chico tenía talento desde el primer momento. No era nada especial… ni un aura prodigiosa, ni siquiera sabía lo que era la magia antes de entrar en aquel sitio, pero la mayoría paso por alto algo que solo el lunático de las plantas se dio cuenta.

Ese chico cuando llego tenia chispas en la mirada, en el fondo de sus ojos ardía un fuego inexorable que le impulsaba con una fuerza inquebrantable. A pesar de todo, llego y desde el primer momento acepto todas las normas. No es que fuese alguien conformista, sino es que realmente quería aprender.

No quedarse en el principio de las cosas y no investigar hasta el final. No dejaba las cosas a medias y jamás empezaba algo que no pudiese terminar. Era un tipo tan sensato que el tiempo se olvido de tachar los días de su calendario aunque siguió manteniendo la traducción del cambio de sol por luna al caer la noche.

Para todos transcurría incluso para los profesores, pero el andaba desvinculado en otro mundo. Allí los años eran tan largos como las tardes de verano cuando eras pequeño y te llevaban a la playa. No se acaban jamás… pero en su otra esfera… no habían pasado ni siquiera un segundo.

Su cuerpo se acostumbró tanto a su lugar de meditación que la vuelta a la realidad le parecía unas vacaciones momentáneas y por ello ni siquiera daba cuerda a los relojes, ni seguía ningún tipo de seguimiento de las fechas. Sabia la época del año porque el viento se lo susurraba al odio y los animales le traían a su regazo frutos y vegetales de temporada.

La muerte dejo de visitarle, se olvido de sus facturas y sus cuentas pendientes con ella. No es que estuviese dando un trato privilegiado, no… simplemente comenzó a temer sus conocimientos. La frase de más sabe el diablo por viejo que por diablo se le estaba haciendo imposible de seguir manteniendo y al final acabo haciéndose amigo de él para que pudiera darle un nuevo cuerpo,

Era tan bueno que dejo que la muerte usase su cuerpo un par de días a la semana. Su piel entonces se marcaba con unas cicatrices oscuras que le daban la apariencia de un tigre humano. Sus ojos se volvían de un negro absoluto. Tan azabache como la noche de los tiempos y aunque bajo su albedrio consciente dejaba a la muerte rebuscar trucos y hechizos que en ningún caso pudieran hacer daño o causar mal alguno. La muerte disfrutaba de su amnistía y todo iba bien, incluso podría decirse que genial. Ella le conseguía material mágico y él le prestaba cuerpo y amistad. Incluso sobrevivió cuando la muerte propia muerte murió de anciana. Desayunaba ironías y cenaba sarcasmo a la luz de las velas.

Al viejo que fue capaz de mirarle a los ojos cuando empezó todo esto… le regalo una porción de eternidad. Ahora viajan por el mundo reforestando ciudades enteras. Trabajan de noche y de día desaparecen a la otra esfera, donde no hay ni hambre ni dolor que no sea para y por el conocimiento.

Viven tranquilos y respiren felices porque hasta la misma muerte falleció a destiempo y ahora su cadáver no es más que un esqueleto que visitar en navidad. No se olvida a los caídos, ni tampoco las historias, pero el pasado sólo es un mapa que mantener en el pensamiento. No hay más vida que no sea la regada por el presente, porque hasta la propia parca conocía el fin de su destino.

Porque nadie aprende a vivir sin saber morir primero.

Azrael sigue bailando sin parar dejando a la gente sin aliento, pero ellos respiran aliviados, porque en las suelas de sus zapatos están borradas las fechas de caducidad. El tiempo es un círculo escondido en algún rincón de sus cabezas. La muerte quiso conocer el secreto y murió en el intento. Nadie que no tenga la humildad de conocer sin más pretensión que ese simple gesto… puede usar un talento unido a la pérdida del juicio racional y la cordura normal.

Todos están locos… pero ellos sonríen porque al menos afirman sus respuestas desde el fondo de sus conciencias... Locura peor sería no estarlo… viven en una esfera alejados de la realidad que no es más que un castillo de espejos construidos por un arquitecto habilidoso que algún día tendrá que dejar libre la verdad. Toda torre que intente llegar al cielo caerá desplomada ante los ejércitos de las mil lenguas.

Quizás sea temprano para despertar… pero no hay prisa, o si… Nadie sabe las cartas que se tendrán a la mañana siguiente. Mientras mejor jugar que esperar… aprender cada cosa desde el principio. Sin que nadie que no sea la objetividad se digne a enseñar algo interesante.

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