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miércoles, 13 de febrero de 2013

La sopresa incluida.



Cuando eres pequeño, todo funciona mejor si te guardas el yo y hablas en tercera persona. La cosa cambia cuando llegas a la madurez y tienes que hacer la inversión, pero a veces cuesta otra vida encontrarse de nuevo. Usas la primera persona para las cosas personales o muy importantes y relevantes.

Ya que al dejar de usar el mi te olvidas de ser posesivo, de tener el poder… pero a la vez el orgullo se va desprendiendo de tu sistema. Hay un momento en el que ya no te quedan cualidades que puedan atribuirse a una persona que ha dejado de hablar de uno mismo. Entonces ya es más parecida a un camaleón o a un libro de historias que alguien corriente.

Un punto puede ser concreto y a la vez puede ser el colofón de un relato. Todo depende el narrador y sus intenciones. Al igual que una verdad modificada cada cosa tiene su valor… nadie más el que la urdió conoce el significado cada parte. Es difícil de identificar la mentira de la verdad. Porque el arte es fundirlas en una nueva verdad y que no se note el empalme que daría al traste con esa otra realidad.

Toda historia es un engaño a medias y una completa verdad. La pericia radica en ser tan hábil para encontrar las otras variables cuando están escondidas en entre las líneas. Es como buscar un tesoro con un mapa, que ni siquiera ha sido aún enterrado. Algunos planes están preparados, otros se hacen en el momento de realizarlos. La cosa del tiempo y la realidad es que dentro de un libro dejan de tener tanto sentido como fuera de esta pagina.

La imaginación es una llave que hace tangible las cosas que suceden en los sueños. Sino fuera así… nadie podría sentarse con un libro y desaparecer ante el mundo entero. Yo no se nada de eso. Pero cuentan las malas lenguas que una vez estaba yo leyendo algo y ahora escribo desde dentro de un cuento.

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