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domingo, 22 de abril de 2012

Sublimaciñon progresiva

Y la noche se partió por la mitad dejando caer sobre la ciudad una riada de lágrimas negras de azabache. En el fondo ya todo estaba perdido para ese entonces, pero no importaba demasiado. La gente huía en todas direcciones… o bueno, eso ocurría al principio, cuando el agua llego a cubrirles no veían nada, y por ello nadaban en círculos como una mosca que cae en una piscina… una jodida plaga de toda clases de insectos decoraban atestando las calles anegadas, desorientados y por supuesto febriles por lograr asirse a algún lado.

Mas era imposible y la corriente los arrastraba hacia la partes bajas de la urbe en una riada que nunca pudo estar más llena de tarugos sin mas valor para las madereras que el serrín que contenían sus cabezas y así bajaba tronando ese fluido opaco, lo que antes era una calle transitada ahora era una imagen dantesca donde la gente gritaba socorro pidiendo ayuda, esas mismas personas que unas horas antes ni si quiera se hubiesen disculpado de haberte pisado el cuello sin querer, actualmente eran como barquitos de papel sin rumbo, habían encontrado la verdadera naturaleza de la piedad.

Aunque a mi no me importaba, les saludaba girando la muñeca como hacen los grandes reyes y personas especiales. Nunca tuve corona, así que supongo que pertenecería al segundo tipo. En esos momentos ni a Noe le daba tiempo a llegar, ni siquiera estaba preparado el chico del anuncio de Axe. Todos las naves son inútiles sin tripulación y esa ingente marea de personas que se precipitaban como una catarata humana era tan magnifica como los cuadros de las almas condenadas en el infierno. Saque un cigarro y me dedique a salvar durante cinco minutos a la gente lanzándoles salvavidas de humo redondo y almohadillados con falsas esperanzas. A nadie le dio por salvarse, debo de pensar que ya se habrían echo a la idea.

Cuando todo paró y el agua se marchó hacia el mar… quedo una ciudad preciosa, limpia e impoluta. Brillante por la fricción que toda la basura innecesaria había causado a su paso, los metros se han transformado en estanques de crudo donde se podría uno bañar en verano pero lo mejor es que se podían volver a ver las estrellas incluso dentro de la ciudad. Seguramente fuese el mayor desastre mundial al que se había enfrentado la tierra, pero me daba bastante igual, la Biblia no sirve para nada y la salvación no tiene precio los domingos por la mañana. Una vez tiras la primera piedra, prepárate para que vuelvan muchas más en contra.

Ahora huele a fresco… a humedad. Amanece y casi ya no queda nada de cielo, se ha licuado sobre nuestras cabezas, en el horizonte sólo se ven estrellas que juegan a formar figuras mitológicas y debajo de mis pies la tierra a comenzado a temblar. Suena la música y cierro los ojos mientras me escurro por dentro de mi cuerpo hacia ese sitio donde cada caricia cuesta un pecado y donde la intimidad del silencio se funde con gemidos sobrecalentados.

2 comentarios:

  1. El precioso fin de mundo.

    La salvación de los domingos, hoy la quiero.

    Por cierto, el sábado fue un mal día, verdad? jajaja

    Un beso

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  2. Que va... el sabado me supo a gloria, todas las opciones caben en un día, sólo el que dirige sus pasos es capaz de escoger la buena cada jornada. Fue tan bien que desayune pasta con setas y guisantes a las 7:30 de la mañana

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