La noria invertida.

Se lo que quieras ser, lo que sueñes a diario si es que puedes hacerlo o lo que sencillamente te haga sentir mejor ya sea como persona o contigo mismo y que nada te aparte del camino escogido.

Esa es una gran idea a seguir, dura pero entretenida si eres capaz de soportar las inclemencias… aguantar múltiples las consecuencias y por supuesto superar lo que el destino le de por tirarte a los pies para hacerte tropezar.

Pero nadie dijo que fuese fácil… que ese tema de ser constante, no es un número fijo dentro de una ecuación, algo que usar una única vez o aprendértelo para usarlo recurrentemente. La clave de todo es desarrollarlo, practicarlo y tras desempeñar ese talento durante tanto tiempo que el inicio se pierda en el pasado reciente y tus días ya no sepan cumplirse sin eso que te hace seguir, levantándote… luchando… volviéndote a levantar como si el espíritu dejase el cuerpo y te volvieses una simple planta azotada a rachas por un viento que nunca se termina.

Yo siempre estuve torcido… no es ninguna novedad. Tire a la basura el manual de normas que me entregaron de pequeño y redacte las mías propias. La primera de ellas era no tener normas, así que sencillamente no tarde mucho en completarlo.

Parece sencillo, pero no, lo es… porque sin normas escritas en papel, todas las acciones pasan por una bifurcación antes de producirse… y el jurado no es mas que una balanza kármica que no preside ningún ángel, ni tampoco demonio alguno. Solo hay asertividad y en caso de empate… siempre lo ha decidido la moneda. Que esa no entiende nada del concepto de bien y mal.

Así que sobrevive a tus padres, a tus hermanos… ni tampoco no te olvides de ninguno de la familia porque son como minas enterradas que salta sin verlas. Esquiva los años de aprendizaje en los que alguien se pasa el tiempo evaluando tus capacidades con cifras… escapa de los baremos, de las notas y de los cortes. Escóndete en el futuro cercano asaltando los sueños con la boca llena de tantos colmillos afilados que un tiburón tendría miedo por cruzarte en tu camino. Muerde la vida hasta que sangre un jugo tan dulce que embriague tus sentidos y haga que el tiempo deje de agobiarte jugando a cortar el césped con la guadaña. Planta millones de flores para que su aroma te acompañe todas las mañanas sin importar la estación por la que camines ya que siempre puede llegar el olor a tierra mojada.

En fin… vive y deja vivir… sin lemas ni obligaciones. Porque de pingüinos anda el mundo lleno, también de sombras y caras mustias que parecen estar enraizadas en un suelo tan yermo como el Sahara. Y aunque todo se ponga tan difícil que te haga pensar en tirar la toalla, mira hacia atrás y piensa aliviado que todo lo malo quedo en el pasado y que por suerte o por desgracia… ya no queda tanto porque en algún momento ese contenedor de infortunios se habrá secado y el resto de lluvia que reste es de las de bailar como un poseso debajo del agua.