Seguidores

lunes, 16 de marzo de 2009

La sombra de las azoteas


Fantasma errante que vive en los tejados… un susurro de viento matutino y el ulular nocturno. Merodeador de todas las historias como dueño de la milla de las cien cajas de cartón. Un barrio completo para él. Su rey en las sombras y conocedor de todos los relatos incluyendo los más turbios. Más viejo incluso que los ladrillos más antiguos.

Él ya vivía en ese terreno cuando los hombres lo inundaron de edificios sin sentido para derribarlos y construir una y otra vez. En esa época fue cuando se quedo encantado de esa curiosa costumbre y fue así como acabo viviendo entre los humanos que le había arrebatado su pedazo de mundo.

Luego todo sucedió junto al movimiento de la humanidad y Madrid acabo tragándose su pequeña diversión… Sin darse cuenta de cómo ocurrió perdió sus raíces con la tierra y acabo viviendo solo en las azoteas y desplazándose como un geco por las paredes. El amo de la escalada urbana aprendió a traspasar todas las superficies deslizándose como un gas por alguna fisura por lo que nada que no fuese estanco se privaba de ser visitado por su curiosidad.

Acabo convirtiéndose en un tipo de amo que escrutaba a los habitantes de su reino. Una especie de justicia invisible que hilaba su telaraña desde de las cabezas de sus pequeños experimentos. Igual que la causalidad otorgaba sorpresas inesperadas a las buenas personas con la fe perdida mientras que a los que obraban con malas acciones, les hacia la vida imposible, volviéndoles locos en la exclusividad de una cosa llamada casa.

Al final conseguía expulsar a los inquilinos desagradables y sonreía como un niño frotándose las manos cuando alguna pareja nueva se mudaba a su ciudad de cartulina. Día a día surcaba la extensión de sus dominios sintiendo en la superficie de la piel las sensaciones que emanaban los pensamientos de sus habitantes mientras que se concentraba en escuchar las conversaciones interesantes que incluso podía recoger del lado opuesto de donde se encontrase.

Le gustaba alimentarse de al menos cien de ellas a la vez con lo que podía escoger a un entendido de cada tema que desease informarse dejando un porcentaje de ellas para diálogos que incluían cotilleos. Los cuales realmente le hacían mucha gracia por el ridículo tono que se empleaban en esas conversaciones. Después silenciaba al mundo para pasar el resto escuchando a la naturaleza.

Cuando le conocí estaba tumbado en la azotea tomando el sol. Se acerco a mí y pregunto qué hacía en sus aposentos…

Según parece en la antigüedad se dejaron los tejados y las azoteas para los Dioses y los pájaros que incluían los radiosos de metal. El resto de ese vasto imperio seria contemplado por los afortunados seres que Vivian en los áticos privados y las antenas que nacían como espárragos o setas en todas las viviendas.

Comprendí lo que estaba exponiendo y era lógico lo que decía por lo que asintiéndole le pedí disculpas y le pregunte si podría compartir ese sitio conmigo prometiéndole no utilizar más de ellos en la ciudad por lo que no expoliaría su vida ni su hogar.

Desde entonces comparto azotea con un compañero algo extraño que tiene tantas historias que no cabrían en todos los arboles del mundo por lo que no intentaremos ni podarlos. Me conto que al inicio del mundo podría haberlo conseguido, pero entonces no las tenía tan buenas. Que a lo largo de lo que llamábamos tiempo era su propia vida porque simplemente era energía y que vivirla era lo que le había dado tantas palabras para escribir una novela con todas las palabras del diccionario.

Particularmente para mi tenía mucha gracia… era alguien al que
sin ver realmente estaba ahí y tenía muchas cosas que contar.
Aun así los días en que me visitaba con un par de cervezas de más siempre intentaba imaginármelo con una larga barba blanca y una túnica. Sé que podía ver lo que yo pensaba pero creo que al también gusta esa imagen y el otro día robo una sabana de seda a un inversor de bolsa muy egoísta. Le quedaba bien… pero la verdad es que no le atendía mucho intentando resolver un cubo de rubik que había extraviado al compulsivo del segundo.

Nos reímos un montón cuando oímos los gritos desquiciados de ese menudo hombre que había perdido el cubo cuando había encontrado la inspiración que le iba a ayudar a terminar ese reto tras 2 meses intentadlo al menos 5 horas al día.

A veces me pregunta que es lo que yo haría… otras simplemente saca un póquer de la mano y lo echa a suertes. Me divierto mucho con sus narraciones cuando el insomnio pinta las noches junto a la luna.

Hace ya unos cuantos años que el aburrimiento de una tarde le llamo la atención. Desde entonces no he pasado más de un par de meses sin verle y es asidua su visita de los miércoles por la noche.

Cuando la ciudad duerme él me cuenta los mejores sueños de su elección y para alguien que en un contrato cambio soñar despierto por las noches en vela, sus cuentos de niños valen diamantes cuando las estrellas iluminan la escena.

Algunos vecinos han acabado por llamarme el loco de la azotea. Al cruzarnos de por las escaleras sonrío, porque alguna vez le faltara algo que aprecia y que acabara perdido en el fondo de mi baúl.

Una sola regla… olvidar después de utilizar y no contar sus secretos…

Sencillo aunque nunca fui bueno cumpliendo las normas, los dos sabemos… por eso somos buenos amigos. Yo le entregue el mundo y ahora viaja en mi equipaje de ciudad en ciudad… él me traduce todos los idiomas y procura que no me falte nada… En sí somos la historia de las azoteas un par de gatos al cargo de todos los ratones. A él no le afecta nada el tiempo y yo ya no le tengo miedo.

1 comentario:

  1. Es un tema original, para hacer un relato, siempre han tenido fama las azoteas, de ser lugar de locos y nostálgicos, todo ello está en tu historia, también mezclada con la suerte, lo sueños... Magnífico

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...