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lunes, 23 de diciembre de 2013

Sinceramente.



Se que llego tarde, pero a ti nunca te importó cosas de tan poca relevancia. No es que fuera lento, sino que en el afán por la competición  me enseñaste que no siempre el primer puesto era lo primordial. A veces simplemente hay que conformarse con haber conseguido llegar hasta ahí sin cesar en el empeño por lograrlo.

Pocas veces gane con la ventaja de poder disfrutarlo con mi entrenador’, siempre por los pelos pero aún así disfrutando del momento y de la oportunidad, se ve que la abuela te dio la misma educación que años más tarde nos inculcaste desde los primeros pasos del mundo de la velocidad.

Cada día sigo siendo ese caballo indomable que pule la superficie del prado hasta volverlo tan transitable como una pista de hielo anegada de aceite… mi mundo siempre fue a una velocidad que tu determinabas como tuya, y se que te echo de menos como a cada Nano pronunciado por mi boca, porque dos días después de tu aniversario se nota de ti tu ausencia, así como toda esa energía que desprendías sin ni siquiera proponértelo.

Sigo bailando, pero no logro despegar los pies del suelo, con el tiempo me he vuelto cada vez más pesado como todas esas figuras que remarcaban tus libros de buenas acciones. En verano descansabas hasta llegar septiembre y sus nuevas adquisiciones. En verdad eras como un corredor de apuestas con tu propia manada de purasangres.

Entonces volvías poco a poco a reacondicionar tus habilidades, las lustrabas durante semanas en las que equilibrabas todo de tal manera que podías comenzar ese trabajo llamado competición donde la batalla no es más que luchar contra otro adversario sin enseñar las cartas hasta el final de cada ronda.

El orgullo sigue siendo eso que te hinchaba y supongo que guardabas parte en esa barriga dura como la piedra que te daba ese toque de humanidad pacifica y a la vez alegría. En cuanto pueda iré a verte, mientras tanto sigue disfrutando de las vistas y de la película de cómo nos va. Siempre pensé que te hubiese encantado ser cocinero y creo que eres de los pocas personas que se le llenaba la boca de decir que hasta sabía hacer pan. Intento correr, pero sigo arrastrando los pies contra el suelo. Sigo calentando y esperando, esperando y calentando hasta que todo vuelva a funcionar de nuevo.

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