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lunes, 17 de septiembre de 2012

Época de cosecha.

Regresa el dolor acentuado hasta con tilde. Araña mi cuerpo aun sabiendo que a estas alturas ya no puedo permitirme parar o ir más despacio, el daño ha terminado siendo como un dato más de mi historia personal. Uno de esos cuyo umbral esta muy por encima de la media y si se siente es porque es real y duele.

Mi tobillo izquierdo es una pieza averiada de un buen caballo de carreras. Aguanta el ritmo, pero a medio gas. Cualquier exceso y el duende me da un latigazo con una fusta de nueve cabezas… de esas terminadas con cuchillas que desgarran a cada contacto la piel de su victima. No puedo reposar sencillamente porque el día que no tengo que trabajar, no puedo dejar colgado a todos esos personajes que cuenta conmigo en una escena de su obra personal.

Siempre que alguien me invoca, mi deber es acudir a la llamada… porque únicamente una causa de extrema necesidad es la que me invalidaría atándome a la cama y a pesar de no estar al 100% cualquier cosa es tan posible como realmente se desee. Ellos me llaman y yo voy… es como la causalidad pero con un mensaje involucrado. Conocen mis libranzas y cuando a y b están en el mismo conjunto, nunca es tarde para juntarse a contar batallas tomando cerveza al aire libre.

Quizás, sólo sea necesario eso… aire libre y una buena conversación incluyendo sus silencios y reflexiones. A veces no hay nada más que la búsqueda de un tesoro, ni nada menos que hacer de agricultores en mitad de la ciudad. Lo divertido es que un par de veces a la semana. El deber ni siquiera se atreve a pronunciar nuestro nombre y eso nos hace libre para desempeñar cualquier sueño escondido en el tintero de nuestras ambiciones.

Pronto estará la recolecta y los últimos productos del huerto andan madurando todavía. Al igual que las plantas, andamos buscando la manera de rozar la perfección ni siquiera acariciar dicha palabra. Nos enriquecemos por los ojos en vez de por los pies y aunque de alguna manera vayamos en sentido opuesto a la naturaleza, la mitad de los soñadores insomnes. Esperamos que la Luna de otra vuelta más para acabar coronando las noches en que las palabras tienen patas y se escapan saltando por las azoteas abandonadas de filósofos descamisado adictos a todo lo que no sea artificial. Para entonces espero haber recuperado la pezuña, llevo demasiado tiempo dejando escaparse a mis palabras sin luego lograr recogerlas.

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