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lunes, 11 de abril de 2011

Sol sin sombra


Concentra todas sus buenas intenciones dentro de una burbuja, después edifica alrededor de ese núcleo todo lo que necesitara para alcanzar sus objetivos. Coloca las piezas pegándolas con ilusiones y voluntad. Completa el cascaron dándole una capa unificadora de esfuerzo mezclado con tesón.

Respira contento mientras mira la bonita esfera que conforma su motivación. Da una palmada y decide volver a la obra, necesita darle complejidad y continuación para que cuando lo consiga no pierda el interés como ocurre normalmente.

Piensa que no es bastante y decide añadirle una cubierta más. Usa la anterior como centro y la viste con las cosas que le gustan. Por supuesto no se olvida de ellas. A la justicia le da su Norte con lo que espera no perder la cabeza. Coloca a la belleza el Este para que sea lo primero que vea por la mañana, dejando el Oeste para su musa así conseguir que su inspiración sea el último beso antes de irse a la cama. Mientras a la pasión la entierra en el centro para que mantenga el calor dentro de su mundo.

Continúa con sus anhelos y fantasías, emplea sus esperanzas como buena argamasa que se acomoda a la realidad igual que un guante a su mano. Incrusta sus buenas historias para no olvidar las cosas que deben de ser recordadas. Aparta las malas dejándolas en una caja. Tarda horas en cubrir la anterior esfera. Rellena los huecos con los sueños que tuvo y no llegaron a ocurrir, para rematar la faena pega como tiritas unas cuantas sonrisas arrancadas con cariño.

Algo dentro de el le dice que esta bien, toca su mundo y siente la energía. Pero le falta intensidad…vacía a través de su tacto sus buenas vibraciones mientras visualiza su objetivo. Su cuerpo sonríe, pero a el no le hace gracia. Aún no se siente relleno… ni siquiera satisfecho. A su modesta opinión le falta realismo y profundidad.

Se devana la sesera intentando describir la solución, tiene las ideas pero le falta determinación y por eso nunca las termina de concluir. Pero esta vez no… no quiere perder. Lleva una vida entera haciéndolo y se ha cansado de conformarse con los restos. Abre su boca y suelta un rugido… La bestia hace temblar a la bola y a toda la habitación.

Por un segundo siente no haber insonorizado antes el cuarto… Aunque fuese con cartones de huevo… y es entonces cuando su pequeño sol brilla y arde con la fuerza de una estrella. Se cae de culo gritando Eureka y dibuja sobre la pared una silla de mono que vendría a ser cualquier onda girada 360º.

Piensa que usar mientras ve como el fuego consume todo lo que coloca encima. Podría fundirlo todo, sopesa sentándose en la caja donde dejo todos sus despropósitos… la mira con resentimiento contemplando su frío y oscuro sentido. El dolor y la mustia tristeza. Recuerda que gracias a ellos consiguió resistencia y templanza. Volverse de acero y asimilando su pasado comprende el significado de que hubiese acumulado tantos trozos de aquello que pensaba inservibles.

Comienza poniendo una red ondulada y entramada echa a base de sus malas experiencias para que le ayude y a la vez le proteja de que vuelvan a repetirse. En los pozos de sus valles los inunda con sus angustias y lo que tenia que olvidar… al contrario en las cubres usa todo lo que le hizo volviese más duro para dar firmeza a las cúpulas. Con algo de suerte combinada con desdicha vuelve reflectante el interior de todas las bóvedas de ese gran erizo.

Galvaniza el exterior con lo que le quedaba de orgullo para que el tiempo no pudiera oxidarlo. Y por si acaso aplica una fina película de vaselina que impermeabilice y sirva de cubierta protectora. Cuando acaba experimenta el calor dentro de aquel magnifico virus y decide inoculárselo.

Lo reduce con un escalímetro hasta que toda aquella masa enorme se convierte en una canica. Abre la boca y se traga aquella bola que contiene a la vez todos sus problemas y a la vez las soluciones. Se tumba en la cama y por fin llega el tan esperado sueño que llevaba siglos esperando.

Respira aliviado mientras que dentro de su estomago aquella cápsula germinaba llenándole de todo aquel conjunto que la componía. Su antigua sonrisa retoma la costumbre de dibujarse sobre sus labios tan cansados de aguantar y resignarse. Su rostro se vuelve liso como una brisa helada y la paz le rellena todos los huecos oscuros que carcomían su alma.

Por fin algo que funcionaba… Cierra los ojos y su subconsciente va brotando, saliendo de la tierra… Se conforma entonces una magnifica pirámide que al principio parece demasiado grande para poder contenerla su cabeza.

Entre la agonía alcanza a comprender el significado de todo aquello… Todo eso ya estaba allí, pero nunca había conseguido observarlo entre la niebla y el humo. Contempla todo lo que empleó para sus dos primeras esferas. Brilla ahora en alguno de los cuatro triángulos que contienen sus paredes. Busca lo malo… y comienza a tener miedo.

No encuentra rastro alguno por ninguna parte y la desesperación de que todo eso forme parte de una base inestable convierte la victoria en pura duda que se mueve comportándose como una buena gelatina de frutas. Se sienta a compadecerse de haber empleado todo aquello…

Cuando a su espalda escucha la voz de alguien conocido, pero no tiene animo de girarse a averiguar de quien se trata.

¿Por qué te preocupas muchacho por tan maravillosa estructura?

- Porque creo que los cimientos que emplee, no fueron los adecuados y ahora no se como arreglarlo, una vez iniciado no se puede volver a atrás.

¿Piensas rendirte a la primera señal de alarma?

- No, precisamente era lo que no quería.

Entonces deja de lamentarte por haber logrado una pirámide después de haber plantado una esfera… A continuación posa su mano anciana sobre su hombro y él siente toda aquella fuerza madurada con el trasiego de los años hasta que se destiló como pura experiencia.

La pirámide fue cambiando hasta iluminarse lentamente y cuando rotó la vista atrás no quedaba presencia alguna de aquel fantasma, pero le necesitaba porque al final comprendió desde su interior algo muy sencillo y esencial. Que necesitaba toda aquella materia muerta para que la semilla arraigara y a través de todo aquello que ya no servia para nada, alimentar lo que sí debería perdurar. Como la tinta envejeciendo sobre el papel amarillento.

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