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domingo, 3 de octubre de 2010

Wild horses...


Aunque pase el tiempo siempre regresa el caballo y lo cambia todo de sitio. Le gusta ser libre y que nada parezca artificial o tan siquiera forzado. Galopa sobre el caos porque comprende su sentido y conoce el lugar de cada cosa. Fluye como el aire te importe o no, así que disfruta de él sin ninguna preocupación.

Cuando aparece ya no hay control alguno que pueda someterle y vaga por la pradera sin límites, no se pueden poner barreras a quien no las conoce. Lo peor es que se está despertando. Resuenan sus pezuñas en el fondo del pasillo que llevan al olvido. Recuerdas por un segundo lo que ocurrió la última vez que su corazón sonaba como cien cañones y sus venas parecían tuberías de cobre a flor de piel.

Aún no es el momento, puede que nunca lo haya sido ú que ya no pueda suceder, Dice que se notará en el cielo… simplemente hay que esperar a que huela a tormenta… que la lluvia venidera flote empapando el ambiente. Entonces, quizás deje que todo vuelva a la normalidad. Sacarlo del hipódromo y dejar que vuelva a correr.

Le falta tiempo y también ciudad. Echa de menos el campo y el ruido del aire entre los pajizos, el sonido del movimiento de los insectos y los ratones entre las malezas y por supuesto la sincronía con madre… expiando lo que te hace ir más lento…

Escucharse a si mismo… a la bestia. Dejar la música para luego y oír las preguntas y sus respuestas. A veces abriría la puerta del establo, y otras hace guardia para que no pueda escapar. Está confuso y sin salida, espera a que todo vuelva a sonar como cuando las cosas iban bien, ya no recuerda el sonido… pero confía que no lo ha olvidado del todo. A veces el centauro olvida su parte y el animal escapa.

Le trae buenos momentos antes de volver a dormirse. Espera despertar en una vida mejor que en la que vive. El caballo espera sin desesperar… tiene buen olfato y sabe que todo termina por cambiar. Así que mastica verde y fresco césped mientras ve pasar el tiempo pintando el valle de sus recuerdos. Nada importa si queda algo de pasión por la velocidad. En fondo relincha el animal. Tiene ganas de explotar y arrancar trozos del suelo en su carrera.

El rayo espera…

Cuando el cielo se ilumine… y rompan a llorar las nubes lagrimas. La bestia negra volverá a galopar por la ciudad sobre un manto de hojas en blanco.

2 comentarios:

  1. Querido amigo:

    Nunca he leído un relato en el que la libertad cobre una presencia física tan arrolladora como en este tuyo. ¡Bien!
    Gracias por adjetivar mis palabras de "agua clara",ojalá fuera verdad y no una amable exageración.
    Un fuerte abrzo Elvira

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  2. No podría haber descrito mejor esa sensación. Gracias, primo, por otro post excepcional.

    Nos vemos muy pronto, dame unos días más y os llamo. Un beso!

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