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martes, 12 de octubre de 2010


Ya no quedaba ni cristo en ese maldito lugar, todos se había marchado buscando algo, una nueva oportunidad, un sueño, otro lugar. No importaba el porque, pero en esos días no quedaba ni un alma…

En las calles reinaba el silencio como una melodía susurrante. El aire soplaba flojito mientras cruzaba las esquinas. El tiempo había dejado de ensuciar la ausencia cansado de que nadie pudiera contemplar sus devastadores efectos.

Nada cambiaba allí, solo el sol y la luna se molestaban por pasar por ese pequeño pueblecito. El resto de cosas no variaban. Una vez me cruce con un señor que era de allí, debi de caerle muy bien a ese anciano, porque acabo contándome lo todo de aquel sitio. En sus ojos azules llenos de telarañas blanquecinas podían contemplarse con ilusión las imágenes que iba contando.

Nadie quería irse de allí, pero la verdad es que ya no quedaba nada… decía apenado. El petróleo se acabo y lo que mantenía todo unido como una grasa que mantenía el mecanismo funcionando. Dejo de hacerlo y todo se fue al garete en lo que un abuelo estornuda dos veces al borde de la muerte.

Bebió otra vez un trago de su aguardiente y le imite por cordialidad. Antes de marcharme le comente que el sitio estaba exactamente como lo habían dejado. Incluso le enseñe algunas fotografías que le dejaron colgado de un precipicio lleno de lágrimas revolviéndose debajo

Algunas cosas no cambian porque así deben de estar bien, siempre queda alguien que no ve por imposible una buena oportunidad de quedarse con un grato recuerdo. Mientras haya alguien que tenga memoria. Lo que haya sucedido sobrevivirá. No es vivir en el pasado, es honrar una elección ya hecha.

1 comentario:

  1. Siempre seremos guardianes del pasado. No lo podremos tocar, pero lo preservaremos ante todo aquello que lo intente perturbar. El recuerdo es una de las mejores herramientas que tenemos, siempre y cuando no sea la única.

    Gracias, primo...

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