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jueves, 3 de abril de 2014

Metamorfosis.



¿Alguna vez habéis descubierto una habilidad creciendo dentro de vosotros?. Muchos lo consiguen, otros tanto lo desperdician y unos pocos van más allá de lo que la lógica alcanza a imaginar.

Cuando era pequeño, la mayoría de las cosas se le daban bien a la primera, no despuntaba en ninguna, pero tampoco era el peor en todas. No fracasar no implica vencer, igual que por muchas matemáticas que uno llegue a manejar nunca podrá ponerle un número a lo obtenido tras una patada en los cojones bien dada. El conocimiento y la práctica van por la misma autopista pero por carriles distintos. La experiencia se consigue cuando ambos vehículos van casi a la par y en el mismo sentido.

Él no tenia ambiciones ni tampoco objetivos claros. Por ningún lado aparecía la codicia y la avaricia no cambia dentro de sus bolsillos vacíos y apolillados. Le podían llamar cualquier cosa porque tampoco le molestaba demasiado lo que de él dijeran los demás… y ya en el instituto había leído tantos libros de diferentes temáticas que casi se sentía invencible dentro de la fortaleza que podría hacer con todos aquellos tomos si pudiera materializarlos desde su cabeza.

De nada le importaban las collejas que era lo único que les restaba a la mayoría de los abusones, porque ya nadie tenía valor por aquel entonces como para burlarse de su persona sin quedar en evidencia después tras su mordaz devolución dialéctica.

Sonreía mientras se frotaba los golpes que le daban, la acidez de su lengua viperina estaba volviéndose una leyenda, aunque en verdad no dejaba de recibir lo que sembraba. Por ello lo encajaba todo estoicamente sin perder los estribos ni la cabeza. Absurdamente lograba sacar lo mejor de cada uno, a pesar de que similar ocurría en las facetas negativas. En fin, su especialidad era potenciar a los demás sin duda alguna. El no cerrar la boca a tiempo, quizás su debilidad… la verdad es que tampoco era esa la piedra de todos sus problemas sino la amalgama de su temeridad, mezclada con una anómala falta del miedo a sus posibles consecuencias.

Lo que la mayoría le llamaría trasroscar la tuerca en su caso era más bien derribar la torre Eiffel quitando solamente una. Y por increíble que pareciera esa conducta que no conllevaría más que a sin fin de problemas, se mantenía a salvo por pura saturación.

El tiempo pasó y paso… y en cierta manera sobrevivió a lo que generaba soportando su propia radiación. Se convirtió en piloto de pruebas porque no había nadie en el planeta que le gustase tanto eso de poner al límite las cosas. Los mejores ingenieros pujaban por sus servicios porque era como la prueba final de sus experimentos, si la pasaban habría pocas cosas que pudieran evitar su ascenso a la fama y la gloria.

Encontraba los defectos y los explotaba hasta dar con su fin. La vida en sus manos era como alimentarse a base de manzanas del árbol que nadie debió probar y aun así pedir otra ronda. Porque soportarse a si mismo cada mañana ya era un logro sin precedentes.

Cuentan las malas lenguas que su ego le llevo a su final. Cuando quiso comprobar la veracidad de aquel dispositivo que había desarrollado la NASA que lograba equilibrar cualquier aeroplano para así evitar que se estrellase por malas que fueran las condiciones. Quizás querer probarlo en un caza al máximo de sus revoluciones, con el viento picado y volando invertido a ras de suelo fue tentar demasiado a su suerte.

Puede que fuera así, pero según testigos presénciales, dicen que la mismísima muerte vino gustosamente a por él en persona y que en vez de cortarle el alma con su guadaña le tendió la mano y tras ayudar a levantarle se fueron caminando entre el fuego como si fueran amigos de toda la vida. Esta claro que esta aún sin demostrar. Pero aunque sea un mito era el único alquimista capaz de transformar gatos en leones y viceversa.

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