Seguidores

martes, 30 de octubre de 2012

Libertad con cargos.


Trovadores de palabras.

Sigo en pie dando guerra aunque debo de reconocer que ya no tan belicoso como antaño. Hace tiempo que olvide la libertad de las palabras, esa que llena paginas y paginas como lo hace una lluvia torrencial que pasa de charco a riachuelo hasta tragarse todo en su descenso. Enjaule a mis letras en la superficie de un folio haciendo que se volvieran inexorablemente brutas y salvajes.

Rabiosas por escapar y lacerarme con sus bordes afilados y sus ácidas criticas, lograron cumplir sus amenazas y escaparon de su cautiverio enfervorizadas… dispuestas a atacarme. Pero me excuse suplicándoles piedad y cuando vieron mis propias cadenas rodeando mis tobillos de alguna forma me comprendieron literalmente al instante. Éramos lo mismo en recipientes distintos, pero al menos ahora tenían más espacio para correr y divertirse. Es cierto que también echaba de menos su algarabía incombustible y sus juegos de crear historias mezclándose entre ellas en el suelo como si cuento vivo se tratase.

Pero en el fondo no dejaba de ser otro tipo de condena que al menos no se llevaba con la soledad de las rejas dibujando pentagramas de silencio. Por la noche, las palabras tatuaban mi piel como una serpiente que se enrosca para ahogarte. Reptaba por mi cuerpo tumbado hasta terminar entrando por mi boca dentro de mi. Alimentándome con sus relatos a base de tinta que además arrasaban con mis pesadillas recurrentes de un hombre anclado en la rutina. Dibujaban sobre las cadenas paisajes de verdes salpicados con azules y alegres riachuelos, pintaban murales frescos sobre las paredes de la celda que enfurecían a los guardianes que nunca encontraban nada con lo que pudiera hacerlos. Sencillamente porque las letras se volvían invisibles en su presencia, pero tras haberse soltado, se habían reproducido exponencialmente y ya casi no había sitio para ellas mismas.

Muchas se sacrificaban en los murales… aplastadas por los zapatos de los carceleros o simplemente atenuadas por la edad. Aunque a su vez habían excepciones como una pareja de eñes que duro un par de años. La verdad es que no tenia nada y a la vez poseía toda la literatura del mundo contenida en un rectángulo de dieciocho metros cúbicos. Sin tener siquiera una gran estantería de madera o una estancia repleta de ellas a veces incluso recluido lograban convertirse en una replica de alguna galería veneciana atestada por tomos antiquísimos dispuestos en perfecta sincronía de tonos y tamaños. Pero esa prisión no lograba devolverme el dulce olor de las nobles baldas ni la caricia del cuero o simplemente el olor a celulosa como el otoño en un bosque caduco.

A pesar de todo, seguí regándolas y cultivándolas, hasta que la selva llego a mi morada. Salían a cientos del urinario anclado a la pared porque proliferaban en ambientes nitrogenados. Rugían por causar un motín, por roer todo hasta dejar sobre nuestras cabezas el cielo limpio… Entonces es cuando tenia que calmar a los instigadores rogándoles que mantuvieran intachables mis informes de buena conducta, después les abría mi corazón destartalado y ellas se instalaban en él placidamente. Al final llegue a un convenio con las autoridades. Ficho todos los días en la comisaría y ellos me dejan en libertad vigilada. Ahora que vuelvo al mundo las palabras están sobreexcitadas, la realidad esta cubierta por un número infinitesimal de ellas como si formarán las cadenas del adn de todo, lo vivo, lo muerto, lo mineral y lo artificial. Mi historia tiene ahora una fina película aterciopelada que hace más confortable la visión.

Incluso me compre una maquina de escribir que no deja de ser una guillotina para ellas, pero que disfrutan plenamente igual que un parque acuático. Mientras presiono las teclas ellas saltan delante del carro suicidándose cuando la manilla presiona la cinta de tinta sobre el papel. A veces no se de quien es el placer. Si mío por ser el mayor genocida vivo del planeta o de ellas por seguirme hasta el fin del universo como lemmings saltando al vacío hasta estamparse con el folio. Nuestra simbiosis es como la de los líquenes, necesitamos el uno del otro recíprocamente. El silencio es nuestro mayor enemigo un tiro en la cabeza nuestro letal final. Nos guardamos del uno y del otro aunque ya no estemos en una celda. Ahora sencillamente tenemos mayores riegos en múltiples opciones y nuevas obligaciones que cumplir aún sin cadenas visibles.

La verdad es que cuando estoy en el trabajo, ellas siguen burbujeando en los caldos a fuego lento, o correteando entre los filos de los cuchillos higiénicamente para no causar contaminación cruzada. Las tengo rebeldes que viven hibernando en el congelador y las amables que me alcanzan los ingredientes dentro de los timbres como si estuviesen destinadas a esa única función. Pero lo mejor de todo es cuando me poseen en la barra metiéndose por mis zuecos y se convierten en palabra pronunciada que asalta a los clientes preguntándoles que tal esto, sobre como esta aquello… contándoles historias, anécdotas y recetas… respondiendo a sus cuestiones y sirviéndoles calidas sonrisas abiertas. Sigo prisionero de mis pasiones. Pero cuando cae la noche y todos se van apresuradamente a sus camas, el mundo entero se queda a mi propio servicio y a veces hasta pequeño cuando mis palabras bailan con la luz de las estrellas mientras suben al cielo en búsqueda de la luz que más brille en el firmamento.

4 comentarios:

  1. JAJAJAJJA.... LOCOOOOOOOOOOOOOO ya me estás pagando los derechos de imagen.. a birra por día

    ResponderEliminar
  2. Jajaja, siempre te he invitado a una birra por dia que has venido, asi que no jodas la marrana jajaja. Aún así, sólo te la pagaría si estuviese el Kanka con nosotros jajaj.

    De todas maneras, ya vez el exito que ha tenido la foto... El primer comentario en dias es tuyo.

    ResponderEliminar
  3. es que con señores tan elegantes la gente se queda sin palabras, jajaja

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...