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martes, 8 de febrero de 2011

Ventanas de cielo.


Antes tenía un montón de cosas absurdas dentro de la cabeza, de esas que no sirven para nada, tampoco para calzar una mesa, ni siquiera se la regalarías al peor de mis enemigos con una sonrisa, no por nada, si no por algo tan sencillo como que no se fingir sin que se me note.

Eso tampoco no quiere decir… que no las siga teniendo y al contrario me haya deshecho de ellas, si no que al menos ahora se identificarlas a cada una por su nombre. Y eso, no es tarea nada fácil… la primera vez que lo intentas te encuentras algo parecido como una invasión en masa.

Te entretienes en esquivar y disparar a todo lo que se pone por delante, no haces excepciones, aprietas el gatillo sin apuntar… si al menos alguien pudiese alegar que por un segundo has vacilado, pero después de la primera caída no quedan remordimientos y eso no es del todo malo… llegados hasta aquí. El donde todavía no lo he preguntado, pero ahora se puede distinguir mejor las cosas.

Se diferenciar a todas las clases de ovejas, incluso tengo experiencia avanzada en distinguir las razas de perros pastores, pero me siguen pudiendo de sobremanera los lobos, eso debe de ser por la enfermedad de caperucita roja, pero aún no esta del todo incubada… quizás en la próxima vida.

Supongo que algunos están esperando a que acabe con las pesadillas de tantos niños que viven cerca de los bosques, pero no pretendo atentar contra los amigos de FGF… además, sólo me quedan balas para los leones…

Compruebo el cargador y soplo con la mano abierta en los dedos deseándoles más suerte. Los colmillos se asoman entre la sonrisa como si fueran de un gato.

El olfato me sopla que huele a felino mojado… Respiro hondo y aguanto el pulso sonar dentro de mi pecho, siento el rastro de su aroma y esta vez no pienso fallar el tiro. Se ha acabado la tregua con los leones… el silencio ha roto las reglas de compromiso, la ciudad despierta sin saber si quiera que los centauros van de batida y no va a quedar ningún rey de sitio alguno que no se encuentre a salvo bajo la protección de un bunker sin fisuras.

Me siento en la altura y contemplo la gran ciudad que duerme a los pies, sonrío inocente mientras que apago las luces para ver las estrellas… el cielo pronto se enciende de nuevo, mientras abajo el caos se acumula en las esquinas. Los olores van cogiendo sus colores y comienzan a distinguirse… localizo a las victimas y inicio la dulce letanía.

Agarro la lengua y estiro hasta que de ella nace una tira plateada por donde caen arremolinándose todas aquellas cosas que no servían para nada, agito su mente hasta que dentro todo hierve. Con la ayuda de un imán en la nuca evito que se no caiga lo importante. Y comienzo a vomitar, suelto todo lo que no necesito, incluso un hatillo de cosas hirientes y punzantes. Que convierten en ese momento a la maldición en una cadena con espinos de metal.

Todo aquello cae como sombras mientras los que piensan que están a salvo descansan sin percatarse de los cambios. La serpiente repta en silencio a través de la fría y oscura noche que cada vez esta más triste. Se arrastra entrando por todos los agujeros… Cuando salga el sol habrá una epidemia de leones enfermos… con cadenas en sus cuellos y sin el control bajo sus dedos. Puede que mañana no tenga nada que decir, pero a pesar de todo, no me olvido de dar los dulces sueños.

Sólo los ingenuos que no teman ninguna venganza volverán a ver el sol otra jornada, el resto es presa fácil, cuando los ves llegar con la suficiente distancia. La cadena oprime sus pulmones y les cuesta respirar. Las balas silban y caen como moscas. Cualquier día de estos organizaré lo que tengo en la cabeza, por ahora tengo suficiente con seguir ejecutando la terrible danza del arte de la guerra. La única melena que se agita realmente al viento, es la de un indio libre que salta entre las fronteras.


Foto de: http://www.flickr.com/photos/pollobarba/3430122122/

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