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martes, 7 de abril de 2009

Alea jacta est


Llevo tanto tiempo intentándolo que ya no me salen las palabras para decirte lo que siento. Se que es un sentimiento espejo de una ilusión, pero es él más puro que jamás he tenido… es lo mas parecido a una absurda meta alimentada una y otra vez con las ilusiones rotas por el camino… barriéndolas y recuperándolas de nuevo.

Una carrera que comenzó muy rápido y ahora sucede tan lenta que a veces ocurre que no pasan los días. Todo se estanca y simula que no ha pasado nunca… una historia que se desvirtúa en los vapores del pasado. Donde ni los ancianos podrían decir si sucedió o no.

Yo acabe aquí, sin más razón que la espera y sin más esperanza que las impuestas en una noche que tuvo un final dictado por las manecillas de algún reloj estúpido de la federación. Los atletas en sus puestos para volver satisfechos a sus casas tras una dura competición.

Ya entonces las competiciones no eran más que acudir y hacer una buena marca. Lo que aconteció a aquel día solamente fuiste tú. Te vi llegar sin convencerme totalmente. Eras una extraña visión alentadora de haber conseguido algo en la vida. Un sueño con piernas que caminaba a mi encuentro… y si digo bien… ella me había encontrado.

Mi felicidad rebosaba hasta por las suelas de mis zapatos haciéndome flotar junto a las mariposas de mi estomago… el miedo latía en algún rincón de mi desquiciada cabeza diciéndome que no lo iba a conseguir. A pesar de todo logre besarla antes que ella.

Después todo fue acompañando a todo… las caricias y los besos repartidos por cada centímetro de su boca sabor a cielo… yo como un niño que nunca deje de ser y ella como una amante adulta que conocía todos los secretos.

Paso el tiempo entre los suspiros de mi aliento partido y todo acabo como un final dulce sin viaje de regreso. Algo que sucedió porque las marcas del veneno aun hacen estragos en mi organismo.

Sigo teniendo miedo a la reacción de tu voz tras el teléfono y no he vuelto a pisar el portal de una casa que una vez me condeno al olvido. No me quedan más que palabras que regalarte porque puedo pasarlas por cualquier ranura del ordenador y eso me mantiene a salvo de los sermones y los castigos.

Una simple ventana abierta sin remitente conocido. No he olvidado ningún día conformarme con el pasado y nunca quise robarte nada de lo que te perteneciera por nacimiento. Me mantuve fuera del círculo hasta que acabe en un restaurante a unas cuantas manzanas de tu casa.

A pesar de todo siguen sonando los días sin ti… suenan a una canción nostálgica con sabor a tus besos y el sentimiento de sentirme completo a tu lado. Pasan los días y con ellos los meses… todo se cuenta de año en año como las estaciones… pasan una tras otra hasta que te presentas como siempre… sencilla y llana con una bonita sonrisa afilada brillando en tu boca.

Paso ese momento entre el deseo de besarte y devorarte la boca y el falso control de evitar los temblores. Cuando me quiero dar cuenta he perdido la oportunidad de decirte lo que siento y ya estas demasiado lejos para que puedas oírlo.

Recuerdo cuando mis palabras asaltaban tus sueños y poblaban tus espacios en silencio. Quiero volverme otra vez persona que a la que perdones los pecados que cometí en el pasado. Nunca fui un buen alumno aprendiendo las lecciones, pero siempre me queda una sonrisa y una excusa después de la merienda.

Se que la he cagado mucho y durante demasiado tiempo para que puedas olvidar. Pero nunca te he pedido que lo hagas… yo soy solamente yo y mis historias… no tengo nada mas, ni nada menos que ofrecerte. Simplemente siempre he estado aquí.

No tengo gran cosa que alegar en mi defensa. Cada año intento pedir que se me ofrezca la libertad… hago una buena argumentación y el jurado parece perplejo con la mejora sustancial. Expongo cada punto con detalle y remarco la evolución desde el primer día.

Se escuchan pasar las paginas de mi historial… algunas pausas… acompañadas de murmullos… todos sonríen satisfechos y se entrelazan las manos… el guarda jurado me pide que me levante y me acompaña al centro de la sala.

Espero con una sonrisa sacada de uno de mis bolsillos el veredicto del jurado… por detrás alguien pregunta.

¿De verdad que la quieres tanto para volver a intentarlo como si fuera la primera vez?

El si se apresura a salir inconsciente mientras satisfechos el jurado me devuelve a mi celda… añaden una cifra mas a mi condena y se felicitan por haber reaccionado a tiempo.

Desde las rejas de mi cárcel, solo te puedo decir que aunque se a ciencia cierta que no eres la mujer de mi vida… al menos contigo soy feliz. No es una felicidad desbordante de que tengo todo lo que quiero. Sino de las de que si tengo suerte acabaras por cruzarte en mi camino. Yo al menos he aprendido con el tiempo a aceptarte tal como eres.

A pesar de todo sigo día a día con la esperanza que vengas a sacarme de mi cautiverio. No quiero alas, ni espadas de fuego. Simplemente siembro la esperanza en un trozo de mi memoria para que al llegar la primavera florezcan las ilusiones que llevan escritos en sus pétalos el recuerdo de tu nombre.

Cualquiera ha podido tenerte entre sus brazos más o menos veces de las que yo pude. No tengo envidia al mundo, porque mis recuerdos siguen igual de frescos que el primer beso que te robe y tengo la satisfacción de que supe quererte tan pura que me sobro el sexo para colocarte entre las imágenes más bellas de mi recuerdo.

Tu voz sonando detrás del teléfono mientras que me buscabas con la mirada entre los últimos rayos del sol que caía en ese invierno. Aun puedo verte iluminada sabiendo que ese momento marcaría un referente en la historia de un esperpento.

Una historia sin final que cada primavera vuelve para llenar la ciudad de sueños.

De sueños en los que tu eres el personaje principal y yo tengo que encontrarte escondida entre los recodos de esta gran ciudad… siguiendo el rastro de tu aroma mezclado con fresas y vainilla… perder mi orgullo en algún agujero del camino para llegar humilde a tus zapatos cansado de andar sin ningún destino.

Pierdo la razón cuando imagino de nuevo tu figura caminando sensual por mi memoria como un desfile alrededor de la tierra y el deseo me inflama como el sol naciente por la ventana. Quemando el veneno que surca mis venas en espera a volver a juntarse con tu propio cuerpo.

A veces he intentado olvidarme del dolor que acompaña a tu ausencia… al final me doy cuenta que nunca has dejado de estar ahí, cuando te he necesitado. Eres como la luna de los mortales. Inalcanzable… pero aun no ha llegado el día en que pierda el deseo de volver a acariciarte con la punta de mis dedos.

Sembrar tu piel de cicatrices que volver a regar con la saliva de mis besos… sentirme de nuevo tan vivo que recorriese el mundo entero de un salto para acabar a tu lado diciéndote que te he echado de menos.

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