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jueves, 16 de febrero de 2012

Érase una vez en un reino...

Donde ya no llueven las palabras porque se ha secado el cielo y no hay rastro de tinta en ninguna nube de tormenta. Ha dejado de escucharse el rugido de los truenos y el silencio acabo por instaurar su reino en las alturas donde el bullicio del suelo no llega a perturbar su quietud. No se nota ya el azufre de los llantos del infierno y abandonada la silla de madera envejece  rodeada de sombras de injusticia.

El viejo trono no ha vuelto a ser usado y las puertas del otro mundo han dejado de recibir sus codiciadas monedas. No existen jinetes que cabalguen sobre la rabia del mundo porque sus cadenas han ido mutando a lo largo del tiempo hasta desaparecer junto a la libertad. Las lágrimas del cielo hace demasiado que ya no son puras y a cada lluvia le sigue su corrosivo efecto ácido que desgasta micra a micra los relieves de la realidad que se han empeñado en fabricar para que sea posible y las preguntas nunca encuentren su verdadera respuesta.

Sino la que otros han colocado ahí, para ser hallada. La buena es tan difícil de encontrar como un billete ganador en las primeras carreras del hipódromo. Solo hay un caballo ganador en cada manga, pero ponen a otros tantos que parecen tan aptos, que en un momento hasta el azar es una variable del mercado. Cualquiera podría ganar, pero el vencedor es únicamente conocido por los de arriba, el resto no deja de ser un baile de mascaras.

Y todo continua como una carrera de fichas de domino alineadas siguiendo una dirección, desde abajo no ves nada con perspectiva, tienes que subir bien alto para al menos tener una idea de lo que ocurrirá cuando la reacción ejecute lo que la acción dictamine. Pero a veces me dan ganas de quitarme la gabardina de observador y tomar los controles de todo este esperpento en que se ha convertido España. Este país no deja de ser una manada de paletos de pueblo jugando a ser dioses, pretendiendo aparentar mas de lo que son, porque no deja de ser eso. Pura fachada… sin ningún interés escondido dentro.

Y da pena, pero ni siquiera causa llanto alguno, simplemente es una obra de la involución de querer saber y aprender luchando contra el principio del gasto de la mínima energía. Este país solo cumple un exclusivo teorema  de eficiencia y no es otra que nuestro gasto energético tiende a cero, porque salvo en contadas excepciones… no hay chispa, ni voluntad por prosperar ni intención de mejorar. Sólo buenos propósitos sin culminaciones.

De una forma más positiva de verlo, somos los seres más agradecidos a nuestros antecesores vanagloriándonos de lo conseguido en el pasado, pero sin premura de avanzar hacia el futuro, estancados como un embalse… Usando métodos arcaicos en la actualidad, mecanismos obsoletos blindados por lo que su padre, o el padre de su padre, le dijo una vez.

Le dijo, alguien siempre tiene que decirte algo para que en ese instante sea tomado por verdad escribiéndolo en un post-it y mandándolo enmarcar como algo absoluto que arrasa con todo lo anterior y lo manda al exilio. Si Pio Baroja levantase la cabeza, no se encontraría este lugar demasiado cambiado. Se reiría y comentaría tomándose un café con un toque de licor, los mismos idiotas distintos disfraces y acto seguido recogería todos los ingresos que su esperpento hubiese generado.

Y es que, no deja de ser el país de los reyes que se reproducían  entre miembros de su propia familia…. Hasta convertir en realidad ese cuento popular en que hasta el más tonto consigue pillar un pedazo del pastel mientras que los inteligentes siguen intentando sacar el cuello del fango.

Si en otras épocas tuvimos la Ilustración y el siglo de las luces, esta quizás debería ser el del quiere y no puede… el siglo de los espejos que deforman la realidad hasta hacerlas aparecer mejores. La edad de la deformación de las ideas, los principios y los honores. La etapa oscura de Goya, haciéndose plausible a marchas forzada y todo aderezado por el magnifico que lo haga ese que hace menos que yo, matando la mía culpa, porque hoy en día ya nadie se arrepiente. A veces me gustaría vivir en el medievo, luego pienso que es la misma mierda en distinto formato. Cruzo los dedos y le doy una capa de cera a la tabla de surf. Con algo de suerte para finales de año… andaremos con el agua al cuello y riadas de palabras caerán del cielo. Nadie sabe el fin, otros no saben ni que es eso.

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