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sábado, 22 de marzo de 2014

Recurrente.



Igual que un dejá vù. Claudia siempre encuentra a Lestat año tras año, de una década a otra y con el devenir de los siglos sus encuentros se han vuelto asiduos a la vez de peligrosos.

Ella siempre tuvo la piel de porcelana, incluso antes de convertirse en una hija de la noche a manos de su creador y maestro en el arte de robar almas a través de los colmillos. Su mejor alumna de la clase avanzada, superó al resto de sus vástagos en menos tiempo de lo normal. Era tan buena… que tuvieron que dejarla en libertad sin cargos porque mantenerla bajo su protección era como tener una piraña en la bañera.

Algo muy bonito, pero demasiado peligroso…

El tiempo ha pasado con cuentagotas pero nueve años después todo sigue como siempre. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra, pero en los inmortales tampoco cambia tanto.

Claudia lleva años convirtiéndose en una leyenda y sus cacerías han cobrado tantas almas que ha estrenado ya varios sacos hasta llegar a hoy. Sigue siendo la mejor en lo de los mordiscos y aunque no entiende ni de género, ni de número aún mantiene la precaución al cruzarse en su camino. Puede que las nuevas generaciones vengan golpeando fuerte. Pero conforma ella mejora, el se va volviendo cada vez más duro, más rápido… peor.

Aunque nunca le tuyo miedo. Jamás a él porque su odio era amor puro y su venganza no era otra que matar su curiosidad pagándole con miles de almas por el siguiente secreto que le fuera a desvelar.

Padre e hija son lo mismo y a la vez muy distinto. Una sangre idéntica pero dos cuerpos diferentes.

Llegará en día en que tengan que saldar cuentas. Media alma de cada victima suman muchas al final de la condena que los mantiene separados. No por nada… sino porque juntos serían capaz de desangrar al mundo entero para después bebérselo y no dejar ni gota. Su hambre ni siquiera es insaciable porque es como una sombra, se adapta a la orientación de cada sol y cada estrella pero nunca desaparece por completo… y como en el firmamento, representan su eterna guerra por ser el superior.

Ella sigue siendo la luna… él simplemente su lado oscuro, ya ni siquiera su sol… porque escondió sus huellas en la historia hasta confundir su rastro entre la verdad y su mentira.

Te echo de menos dice su última carta. Mas nunca es la final, sino el principio de cada vez como si no hubiera ni ayer ni mañana. Mientras sus destinos no se crucen otra vez reinará una semipaz en sus caminos y por mucho que la felicidad se haya convertido en un artículo de lujo digno de un gran coleccionista. Para ellos la posibilidad de retomar lo que dejaron en el pasado es tan peligrosa como iniciar una reacción en cadena que asole el mundo hasta transformarlo en cenizas.

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