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domingo, 6 de octubre de 2013

Vida de perro, noche de gato.

Es una poesía que se vive dentro del pecho
como una segunda piel que recubre los pulmones
sin métrica ni rima pero con el ritmo en los pies
no te dice nada nuevo tampoco pero
te lleva a todas partes donde ya estuvieres
o estabas a punto de llegar en el futuro.

Se siente en la piel en contacto con el vello
que no es la hermosura en absoluto
sino eso que te une al mundo
con corrientes eléctricas
y que sabe más
de ti que ninguno.

Caminante ya conoces el resto
y sin un mal gesto
que pueda ofenderte sobrevive la sonrisa
acuchillada en su espalda por la irónica
bañada de sarcasmo
y que no ría el día al llegar el ocaso.

Que no es sino el parvulario de los gatos
esos que maúllan a la luna aunque se esconda
para no sonrojarse con todos los pecados
cometidos si ella estuviera al alcance de estos
y los otros o de cualquiera
que haya estado enamorado.

No hay respuestas escondidas entre líneas
ni renglones a modo de lingotes fabricando barreras
que pueda utilizarse para guardar algo valioso
hay lengua para acicalarse quizás
y el lema de la real academia de las letras
limpia, fija y da esplendor.

Pues de todos es conocido
que la mayoría de los gatos no dejan huella
a no ser que se tenga buen olfato
para encontrarla
y leer en la mirada
el destino que cada noche depara
y se produce de madrugada.

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