La llamada a filas.

Siempre termina por llegar el día en que la invocación se produce y es tu nombre el que culmina la oración. Entonces es cuando la interminable paz se agota, siendo sustituida por el deber del intercambio de servicios y tiempo. Hacia ya mucho, sin llegar tampoco a demasiado desde la ultima vez que tuve que enfundarme el traje y desempolvar el acero de mis afiladas plumas.

El destino se aplazara indefinidamente mientras el baile continúa y el resto de las piezas siguen moviéndose ocultas en un engranaje que causará su efecto cuando sea el momento adecuado. Mientras tanto vuelve el pájaro salvaje a la jaula sin más barrotes que el deber moral de la mera presencia en lo que al menos el cuerpo se refiere. Regresa el arte de la guerra y del combate cuerpo a cuerpo cuando ya todo esta preparado para que pueda empezar de nuevo.

Ajusto el reloj de mi cabeza para que el tiempo retome las dobles jornadas alternándose el trabajo y el placer… el descanso y el trabajo y reingresar a las tropas de los suicidas autómatas sin más función que el de asesinar cada día de hoy al que le seguirá mañana, para que después de lograr un pleno consecutivo llegue el tan añorado descanso y acto seguido volver a empezar en lo que duran semanas, meses y años tan parecidos unos a otros como lo sería el paredón corroído por un pelotón de fusilamiento.

Hasta que la batalla vuelva a concluir correrá la sangre y se verterá sudor entre hermanos con apellidos distintos y de casas diferentes, sufriendo espalda con espalda como lo hacían los gladiadores romanos en la misma arena. Luchando como fieras acorraladas que buscan las dos únicas verdades absolutas… Muerte o victoria.