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martes, 10 de enero de 2012

La terca tercera tecnología


Siempre he querido tener camaleones pero por diversos motivos incluidos yo y ellos en la misma oración nunca he podido… en vez de eso tengo una play3 que respecto a esa denominación inicial ahora ya solo dispone de la carcasa que la hace característica, digo hace porque desde que lo fue ha pasado mucho tiempo… un año quizás de esos que suenan a érase una vez en la memoria de los niños y a su vez una agradecida prologa que a pesar de no ser lo que era, me ha hecho disfrutar y conocer el asunto ese de los placeres pequeños por no llamarles breves.

Porque en el presente ella cuenta las vidas como si fueran ciertas y a cada juego que logra leer te enfrentas al mundo con el cuerpo de un gato a medio matar. Y dirán, no será para tanto, podría ser que no… pero en su caso, lo es.

Tiene tanta personalidad propia que hay discos que ni los lee… para que, ella después de todo conoce mis gustos. Y entre todas las opciones, puedes hacer dos cosas… o correr o matar. Tú eliges…

Y se queda tan pancha… eso si, te saldrá con lo de que no tiene porque aguantar un sermón o algo así de que con dos variables es más fácil echarlo a suertes, después de eso no le digas nada… porque encima se enfada y se cuelga. Ya cuando lo hace apaga y a otra cosa mariposa, por lo menos tiene que agarrarse a la luna de las películas de dreamswork. Porque no de otra manera no me explico la tardanza en volver a responder.

Pero aun así… es mi montoncito de mierda particular, que sin dar su potencial efectivo hace por funcionar aunque sea a medio rendimiento el asunto de los tiros, porque si es por correr… puedes dar la vuelta al mundo las veces que desees que solo importan dos cosas… combustible y neumáticos, de lo de conducir te encargas tu.

Y es que hay tantos tu’s cuando juegas a una consola que al final al acostarte no sabes quien despertara a la mañana siguiente… de todas formas pruebas suerte y pides una de zombis para el amanecer… pero esos nunca llegan, como tampoco aparecen los duendes con ollas repletas de oro hasta los costales… Nada… vienen antes a darte una citación un desconocido a la puerta de tu casa, que una buena noticia a tiempo… Esto de la correspondencia va fatal. Lo imprescindible es que a pesar de todo… en ese momento en el que echas las cuentas sobre el cálculo de la eficiencia del día, el resultado sea positivo y cualquier color que no sea el rojo.

Todo acaba por funcionar tarde o temprano, bueno… mi play por si sola no creo que lo consiga, pero quien sabe a lo mejor los duendes de mi casa saben de alta tecnología y el día menos pensado me llevo un susto y juego más de quince minutos sin que la sonrisa final sea de la satisfacción de haber completado un par de partidas.

En el fondo importa que cuando desconecto la maquina que no funciona y me voy a la cama… la otra que también va a su ritmo me tiene guardado un viaje a cualquier sitio menos donde yo quisiera ir. Por suerte los pellizcos funcionan para averiguar lo que es real y lo que no por la mañana. Cada cual jugará la mejor partida posible que pueda con sus cartas y suficiente habilidad, algunos buscan la mano perfecta otros tantos sobrevivir un día más… una gran mayoría ni siquiera apuesta, incluso los hay que ni tienen intenciones de volver a hacerlo.
El resto ni opina, ni se proclama…. Entre los que esquiva pesadillas afiladas durante la noche y los que lo hacen durante el día, la calle esta llena de pedacitos de algo que se quedo en el intento. Los cuentos son basura atestando los contenedores de reciclaje porque ya nadie tiene tiempo de leer a los niños antes de irse a la cama. Todo lo que tiene un precio, en el fondo no vale nada si lo sabes a tiempo.

1 comentario:

  1. Amiga Kremer:

    Me ha gustado mucho tu interesante relato, con sus dosis de humor Aunque no estoy de acuerdo con la máxima de que lo que no tiene precio, carece de valor; opino, por el contrario, que lo que no tiene precio, es lo que tiene un valor incalculable, imposible de valorar ni de ser comprado: el amor, los hijos, la salud, etcétera.
    Gracias por tu generoso comentario; seguiré tus consejos.
    Besos
    Elvira

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