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martes, 17 de enero de 2012

Con una cadena rota, no funcionan los engranajes.


El frío ya no es lo que era… desde que deje mi ciudad no he vuelto a usar guantes. Y es que entre el presente y el principio del mis días, hemos ido perdiendo pausadamente una parte fundamental del año como es el invierno con sus edredones y sus cuentos, por otra parte a su vez se va olvidando la propia historia de la tierra y su Perséfone, incluyendo los placidos sueños hibernales de los animales y las bestias. Se termina por pasar por alto tantas cosas a diario que hasta extraviar un iceberg en medio del océano ahora ya es algo natural.

Recuerdo la sensación cortante en la cara del viento helado, como los besos de una cuchilla y las yemas convirtiéndose en corcho… si cierro los ojos alcanzo a ver hasta el vaho de la locomotora que te acompañaba presagiando en la mancha el principio de un nuevo día, con sus rutinas y también a los autómatas, a esa legión indomable de seres caminando como zombis hacia sus respectivas direcciones. Por aquel entonces se podían vislumbrar las huellas sobre la sal que espolvoreaban las esquinas y todas aquellas aceras pulidas como el cristal.

Pero no recuerdo más que unas cuantas nevadas cuyo cálculo puede resolverse con los dedos de mis manos. El frío era tan duro como la brevedad del invierno, contundente cual barra de hierro… aunque sin humedad que lamiese los huesos, la nieve nunca se atrevía a manchar el paisaje de mi tierra.

Y aun cuando todo tiene más semejanzas en común con un basurero que con una manzana fresca… nos importa un carajo pararnos a pensar porque ya solo nos quedamos jodidamente helados un par de veces al año, que esas típicas frases como un: cipote! que rasca hace… ya no sale espontáneamente del alma.

Y a muchos les gustan los días soleados y sin nubes, y el optimismo junto a la esperanza que mantienen a duras penas las calles más o menos limpias. Pero lo curioso es que aunque la esencia de las costumbres cambie… lo que vino muchísimo después se sigue perpetuando porque lo simpático de la historia, es que lo único que se lee es lo que queda escrito.

Ya no se escucha… o más allá, ya no escuchamos algunas cosas porque cada año somos más sordos.

Otros dirán: Somos más inteligentes!

Y como se siempre se oirá… pues lo lleváis claro, susurrado por el viento que arrastra el humo y el polvo del suelo.

La frenética carrera hacia la “evolución” no es más que una espesa pantalla de humo que esconde los verdaderos efectos de cómo no se deben hacer las cosas, porque hay un amor (que sin entrar en discusión de que si se compra/ se paga/ o se obtiene) que no se puede llegar a perder y no es ninguna chic@, de es@s pasaran cientos a lo largo de una vida o puede que sólo uno, otra opción es que el amor propio sea el único compañero fiel de la soledad pero no podemos olvidarnos del amor por la única persona que realmente nos debería interesar.

El mundo.

Y es que aunque nos de lugar donde llamarlo hogar, no le hacemos caso porque dicen que no tiene sentimientos… que es un ser vivo, pero que no es animado, pero cuando el se ríe a carcajadas a nadie le gusta estar cerca, y si hay una alarma escrita hasta en el agua, miramos a los televisores y después soltamos un torrente de lagrimas. Pero nada cambia. Seguimos siendo la peor plaga que asola el planeta y ni le deja respirar… ni descansar, ni siquiera le dejamos en paz. Solamente disparamos al suelo, porque al gigante que yace debajo de nuestros pies, tampoco le molestamos porque en verdad nos tiene menos miedo que a los fenómenos del tiempo.

Aunque lo mejor de todo, es que los rascacielos que bordean el litoral, servirán de amarraderos cuando suba la marea el día de mañana y que cuando los millones de kilómetros de autopistas se queden desiertas de coches con impulsión por combustión. Puede que entonces el aire puro envasado sea la nueva moneda de un mundo viciado y tan vacío de selvas y bosques… siendo la muerte del invierno el preámbulo de un planeta encallado en verano azul… todo desierto y mar.

Miro atrás y me entristezco… ya no escucho a la tierra llorar y sólo suena su yermo silencio. Me veo sentado encima de algo a punto de estallar pero como no sale en los telediarios no hay que hacer nada. Sólo las cosas importantes aparecen en esos reportajes y únicamente se dice la verdad y nada más que la verdad, manteniéndonos informados de la realidad a través sus noticias.

Y me muero de risa en medio de un ataque grave de ironía que hace un nudo en mis arterias coronarias y mis pulmones sueltan el último aliento contaminado de humo y alquitrán mientras me concentro en sonreír para que no se vea dolor en mi gesto y así evitar mi ultimo atraco. Porque no se pueden llevar mi felicidad… puede que lo logren con la alegría, incluso con el invierno. Pero siguen sin saber que tarde o temprano, todo el que haga un mal tendrá sus vacaciones en el infierno.

Puedes decir… que eres agnóstico, ateo, cristiano devoto o ferviente de cualquier otra religión, pero ya que la ciencia demuestra que venimos de la energía… agrupándolo al concepto de que nunca se destruye, si no que solo se transforma.

Es cierto, que quizás el infierno, no exista o puede que sea el centro de la tierra, o que a Julio Verne no le gustaba ni Dios ni Dante. Pero sería sarcástico que la reencarnación de todos los no humanos, sea renacer siendo animales y tener cada vez menos sitio donde sobrevivir a la cruda realidad.

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