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lunes, 16 de enero de 2012

El leviatán de la luna.


Lleva tiempo repudiada, encerrada en una lúgubre celda perdida en el fondo de las entrañas, allí donde la luz nunca llegará a alcanzar y aun así no pierde las ganas de salir de cualquiera que sea la manera. Esta poseída… colérica, odiando a todo ser viviente que por norma posea sus dos máximos anhelos, vivir en libertad.

No tiene piedad de nada ni de nadie, ni siquiera teme los castigos puesto que su propio infierno es mantener todos sus instintos retenidos a la fuerza. Antes del mediodía ya es imposible mantener una conversación con ella… así están las cosas grita arremetiendo con furia. Los barrotes chispean y suenan como a una caja de granadas que explota una a una, pero no ceden y permanecen inquebrantables prolongando su condena. Ni siquiera ellos saben el porque, solo contienen dentro de su fortaleza todos aquellos sentimientos que volverían a cualquier humano una bestia digna de epopeyas griegas.

Ya no quedan héroes que puedan hacerles frente, ni siquiera su amo y señor tiene el valor de dejarla fuera de día. Su propio terror reside en su bestia interna… sangre de su sangre, carne de sus costillas.

Al principio todo era fácil, de pequeño todo es menos peligroso, las cosas duelen menos y se olvidan antes. Con un poco de suerte… al llegar la adolescencia ya se ha borrado la memoria un par de veces, pero ella sigue creciendo y de lo que era al inicio… un cariñoso erizo aterciopelado… con el transcurso de los años se ha convertido en un jabalí cabreado. Pero aun así, no le encuentras mucho problema, mientras se pueden controlar las cosas todo va como la seda. Ella no deja de ayudarte en sus tareas.

Pero una mañana lo que te encuentras ya no es una complicación, si no un rinoceronte blindado de púas. Da tanto miedo que te enclaustras y ni siquiera sales fuera, la sociopatía se vuelve un simpático atenuante y tras años de realidades trastornadas. Descubres que el mayor miedo que te planteas es tu propia aceptación.

Entonces quedan dos opciones. Le das libertad y celebras los San Fermines más sonados de toda la historia… o en vez de eso encierras al monstruo y lo entierras como el engendro antinatural que en la ciudad no puede coexistir.

Esa es la maldita pregunta más complicada… pero a su vez necesaria, porque entornas los ojos y ves a la bestia salir al caer el sol como los felinos de la selva. Vestida con todos sus instintos incluyendo algunos tan dispares como el de la procreación y la supervivencia. Y en ese momento, te das cuenta de que esta mal… que la gente ha perdido su lado salvaje para convivir en armonía, y que los colmillos y las garras han dado paso a la hipocresía humana de negar lo evidente en una especie de superioridad evolutiva.

Y es cuando se olvidan de que no somos más que una semilla de la tierra, el agua y el aire… cuando menos humanidad queda y todo se vuelve tan artificial como el plástico y las malas maderas.

Me entristezco y pienso que si la vida no es otra cosa que superficialidad sin sincronía,  es cuando deseo abrir la puerta de la jaula y soltar a la fiera… encerrarme en el cuarto de nuevo y dejar tranquilamente que la naturaleza siga su curso permitiendo a la bestia causar sus estragos y desastres por donde quiera que vaya.

A veces prefiero ser un lunático girando en otra orbita que quedarme mirando como el mundo deja de ser mundo según sus humanos quieran. Me miro las uñas y después de años, sigo sin verme dispuesto a ponerme traje y corbata por la mañana. Respiro aliviado por seguir siendo yo y hago una tregua para con mi bestia irme a cazar a la alaska. Sigo odiando el frío, pero robarle las focas a los osos polares tiene cierta gracia aunque no haya ni un alma que lo contemple en esas circunstancias heladas.

Sueño con irme del mundo en silencio… desaparecer del ajetreo de las rutinas destructivas y renacer puro y mágico en medio de una selva. Olvidar lo malo que puedan tomarse los instintos y vivir sin tener que hacer nada que no sea cumplir ese cometido.

Todo termina por perder el sentido tarde o temprano, cosas que no se entienden y otras que jamás se llegaran a comprender. Las estrellas siguen riéndose de nosotros desde el cielo y aun así, los monos vestidos no dejan de creerse hijos del cielo, herederos del mundo y poseedores de la razón absoluta de la existencia de un Dios.

Porque en el fondo han olvidado que nada deja de ser una metáfora en la literatura, ni que todo lo escrito sea cierto… han perdido sus raíces y muchos ya no saben a que huele el campo… sencillamente han atrofiado sus sentidos hasta volverse simple ganado, que deambula y mastica pasta.

Después… miro el reloj y descubro que la noche se ha vuelto madrugada y que en la oscuridad nada es malo si no se encuentra. Abro la puerta y suelto a la bestia… le doy un beso en la cabeza y le digo que luego vuelva. Sale arremetiendo contra todo como un elefante en una cacharrería… por suerte todo el ganado ya anda en sus rediles contando ovejas. Cuando nadie me ve soy tan peligroso que hasta los demonios me repudian. Suelto rinocerontes por las calles de Madrid y cuando despierto devuelvo a ese animal bendito a su celda.

Aun así, a veces me gustaría que las cosas fueran diferentes… por la mañana espero despertarme para encontrarme con la selva y la naturaleza, pero únicamente hallo la misma mierda que no sea nacido para morir en cautividad.

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