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martes, 26 de abril de 2016

Los tres patitos.

Los números siguen jugando conmigo, tontean a diario, a cada instante… pero sigo sin ganar la lotería. Cada reloj me saca una sonrisa cuando lo miro y eso es raro porque yo nunca uso. Los capicúas y los números alegres son los que más me divierten porque son difíciles de encontrar si estas pendiente, pero son como un billete de cinco euros que vuela por la calle.

A veces pienso que N los escribe para que siga soñando despierto y a su vez salga de la burbuja. Todos los años pienso en salir a correr, pero luego miro mis pies y estoy en Madrid todos los días acabo haciéndolo pero sin tener que ponerme ropa de entrenamiento. Aun así se que no es lo mismo el placer que la devoción.

Ni calma igual, ni satisface lo mas mínimo.

Nunca nadie fue capaz de entender que me gustase correr como deporte. Pero en verdad no lo hacía ni por las medallas, ni los artículos, tampoco me importaba los cronos ni la superación. Lo hacía por la familia, por los amigos, por los que tenia al lado. Todo el mundo se esforzaba por algo y aunque fuera como un mecanismo espejo… igual que lo hace un lago con quien mira. Era divertido gastar el tiempo corriendo, muchísimo mejor que estar parado.

En el fondo todo sigue siendo lo mismo, salvo que las pistas ya no son de goma y tú ya no eres el mismo que hace unos años. El resto sigue igual. Carreras prisas y nervios. Siempre como si fuera la primera vez, con la confianza apretada en un puño y el corazón galopando dentro del pecho. El hipódromo rugiendo y el objetivo puesto el  horizonte. Nadie que no sepa de esforzarse al límite, hasta querer vomitar la última gota de sustento junto al resquicio de aliento… el que no piense en vencerse a sí mismo como si fuese su sombra, que no sueñe con volar ni piense en tocar el suelo sino tan solo acariciarlo.

Jamás podrá llamarse atleta, porque ni siquiera sabrá ponerse unas herraduras y menos unas zapatillas de clavos que te oprimen hasta los malos pensamientos. En ese momento sólo importa que ya has meado hace un momento y que el miedo que te espolea, no es más que animo a conseguirlo. Respiras y te concentras en todos esos juegos… que estas en casa y que no importa si el primero o el ultimo, sólo importa el sentimiento.

Aguantas la respiración y piensas en los galgos, estiras las piernas al ponerlas en los tacos, las manos aguantan el peso mientras todo se ajusta como una bomba. Cada pieza ocupa perfectamente  su lugar y espera mientras el corazón bombea hasta resonar en los tímpanos… todo está listo y el mecanismo se enciende hasta alcanzar su primera fase.
Después el disparo lo detona todo y el mundo se pliega como una ballesta que te lanza hacia delante, una mezcla entre rana y guepardo. Sólo se escuchan los jadeos y el viento. Lo demás se difumina como un ruido sordo. Tu conciencia te anima desde dentro el cielo te aplasta desde arriba. El mundo parece que quiere comerte, la confianza se gasta más que si fuera gasolina y las piernas arden tanto que parecen tizones. Y entonces eres libre…

Tu cuerpo pesa una mierda y vuelas apoyándote en el aire, cada zancada es más larga que la anterior y solo has necesitado treinta  metros para lograrlo, tu animo aumenta a cada bocanada porque la meta está más cerca y aun te queda algo de valor en la recta.  Recuerdo cada carrera y cada lanzamiento. Tuve un gran maestro que me enseño a darlo todo en la vida, el dio la suya y a nosotros nos queda recordar su leyenda. Los tres patitos le echan de menos, cada uno a su manera. Durante más de diez años el nos dio cada tarde, nunca fui capaz de darle todas las gracias que le debía.

Se fue mientras yo estaba fuera, encontrándome a mí mismo.  Cosa que tampoco lo he logrado en todos estos años. Si algún día lo consigo supongo que habré alcanzado mi meta, pero es que es  difícil correr en todas direcciones. Puede que pensar demasiado te haga dudar en el sentido correcto o que intentar seguir el ritmo en vez de imponerlo suele ser cansado pero cuesta menos hacerlo. Aunque en verdad lo que siempre me hizo entrenar menos era que nunca logre estar callado.

Eso tampoco ha cambiado después de tanto tiempo. Me agotaba en las competiciones porque no estaba acostumbrado al silencio a mantener el pico cerrado, algo normal porque respiro por la boca… dicen que sin eso no hay concentración. Pero eso son de las cosas que no entendí todavía. Sigo intentándolo como lo de correr. A veces alguien busca la iluminación mediante la reflexión profunda. Yo como amante de la tecnología escogí mas bien la radiación intensa. O te mata… o te hace más fuerte.


Muchas gracias tío Nano.

1 comentario:

  1. Hola Kramen, cuánto tiempo! !! Me encanta volver por aquí y poder seguir disfrutando de tus textos. Qué pena que mis musas se olviden de mí casi todo el tiempo, pero a las semifinales sombras, estoy por aquí. Un abrazoo

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