Llueven los fracasos en este invierno seco y cálido. Suceden
uno tras otro como una interminable ristra de errores que te encadena al fondo
del lecho... no hay manera de sacar la cabeza cuando estas anclado en el fondo
de un lago. Solo queda mantenerse frio y no gastar las energías en
acciones sin sentido.
Una guerra tras otra perdida, caminar por la tabla sin miedo
porque parece que se apoya en el infinito… los tiburones se arremolinan debajo
junto a la espuma del mar, pero mientras el equilibrio tenga los pies de un
gato, no hay miedo a caer.
No importan las zancadillas, ni los empujones cuando el
centro de gravedad esta tan bajo que te impide caer jamás. Tampoco sirven de
nada las puñaladas por la espalda, ni las lenguas viperinas que susurran
mentiras maquillas que se disipan al salir el sol cuando la verdad florece en
lo que se hace.
Atento a la luz del día, guardián de las sombras cuando
todos descansan. No hay sensación de estar parado para nadie que no tenga
movimiento continuo. El dolor sólo sirve para aquellos que aún tienen futuro,
para los demás sólo es otro alimento que masticar como acompañamiento a las
lagrimas. A veces parece que va a salir el sol y despejarlo todo, pero sigues
amaneciendo en mitad de un banco de niebla.
La vida de un pirata no tiene sentido sin un barco bajo los
pies, sin una bandera que defender ni un acero al que sacar filo hasta que
pueda sonar como el arco de un violín
sobre sus cuerdas. Ni el cadalso con su soga, tiene ese balanceo que siente en
el mar.
Después de mucho tiempo te das cuenta que el mundo es el que
se mueve mientras tu permaneces en el mismo sitio estancado.
Y es cuando todo está
casi perdido la vez en la que más te esfuerzas, porque el imposible sólo lo es
cuando ya no quedan fuerzas. Pues no hay castigo, ni condena, no hay infierno
ni tampoco prisión que pueda contener a
alguien que no quiere estar ahí, ya sea por fuga o por dificultar la captura.
Nunca te rindas… sigue adelante y aunque fuese la misma
muerte, juega todas tus cartas hasta lograr esa derrota. Pues salvo una, el resto
se pueden ganar y la que no logres dejará de importar como se apagan las
palabras cuando hace presencia el silencio.
No hay derrota sin rendición.
Como no tampoco hay victoria si se comercia con la muerte de tu enemigo. Las cosas no suceden tal como deseamos, pero
si dejas de intentarlo ten por seguro que no lo averiguarás. Siempre puede
conseguirse aquello que se busca, lo único que importa es mantener el ritmo.
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